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El repiqueteo de mis zapatos sobre el suelo de mármol resultaba ensordecedor, perforando mis tímpanos pero sin poder acallar la única palabra que desearía nunca haber escuchado, mate. Necesitaba alejarme de allí, cómo si eso pudiera revertir la situación que debía estarse dando,cómo si con sólo desearlo pudiera cambiar mi destino, o el suyo. Hasta hace unas horas habíamos estado tan bien, había estado recostada de sus brazos y besando sus labios, habíamos estado hablando y riendo, soñando con tonterías ¿Cómo podía ser que en unos pocos segundos todo eso se fuera al infierno? No lo sabía, ni podía soportar enfrentarme a ello.

Mis pasos me estaban llevando hacía los jardines cuando sentí un par de brazos enrollarse en mi cintura queriendo cortar mi loca carrera. Pero no quería parar, no podía parar, parar significaba pensar, y no podía enfrentarme a ello; patee como loca intentando zafarme pero era en vano.

- Cathy- escuché la voz de Bastian por sobre mi griterío- Cath, Cathy para por favor.- continuaba el mientras intentaba inmovilizarme en sus brazos.

Mientras yo sentía cómo mi corazón se volvía girónes, la escena repitiendose una y otra vez en mi cabeza, tan surreal cómo inevitable. Habíamos hablado sobre ello con Ian, me había contado la historia de su pueblo, la leyenda con todos sus detalles y aún así no me había importado; no había creído que fuese posible que esto pasara. Y para pagarme por mi inocencia ahora veía cómo una y otra vez ese beso se repetía en mi mente. Él lo había presentido, incluso antes de entrar en el cuarto, había sabido que algo pasaba. Pero saberlo no me hubiera ayudado ¿qué se suponía que tenía que hacer cuándo tu novio encuentra el amor de su vida, su alma gemela? Y no había tenido mejor respuesta que huir, cómo si así hubiese podido dejar mi dolor atrás.

En algún momento había dejado de patalear y Bastian me tenía apretada contra su pecho, manteniendo unidas mis partes mientras yo me sentía desmoronar. Las lágrimas caían como ríos desde mis ojos, y aunque no había notado cuando había comenzado ahora no tenía forma de parar, empapando en su camino la camisa que estrujaba en mis manos. Las olas de dolor y desesperación me recorrían sin piedad, y no sabía que hacer con ellas.

Ian había sido mi primer novio, mi primera ilusión, me había acompañado en esta locura y hasta había sido mi primera vez; y junto con todo lo demás ahora se llevaba mi primer corazón roto. Una parte de mi sabía que era estúpido llorar así por un chico, pero el resto no podía evitarlo, en unos pocos meses se había abierto el camino a mi corazón de lleno, con su sonrisa fácil y los ojos brillantes, esos mismos gestos que ahora sólo conseguían llenarme de angustia.

Fui levemente consciente de Bastian levantandome del pasto y cargandome delicadamente, el pánico viniendo al sólo pensar en tener que enfrentarle, que enfrentarlos a todos ahora.

- No - conseguí gesticular entre hipidos- no quiero volver, no puedo.

- Tranquila pequeña, no voy a volver a llevarte allí, pero si nos quedamos en el jardín estoy seguro de que no tardarán en encontrarnos.- me contestó con inmensa dulzura, sus ojos azules mirandome torturados, seguramente daba bastante lástima.

Sin una palabra más me dejé llevar por él, pasando nuevamente al edificio pero por uno de los ascensores laterales, Bastian me llevaba cómo la primera vez que nos habíamos encontrado, una chica sumida en lágrimas y dolor, y aunque no iba a compararlo con la muerte de mi abuela, me desgarraba ahora a su propia manera, y él era la roca que me mantenía. Al entrar a un apartamento pude sentir el revuelo a mi alrededor pero lo ignore, aún no estaba lista para enfrentarme con nadie. Sentandose en un sillón el rubio me arrastró cuidadosamente a su regazo, envolviendome con tal cuidado y cariño que sólo pude reanudar mis sollozos. Me sentía impotente y desolada, y aunque sabía que era estúpido sentía que era injusto, que después de lo que habíamos compartido no nos merecíamos terminar, menos aún así.

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora