Baje las escaleras corriendo en tiempo récord y sin necesidad de preguntar ya sabía exactamente donde estaba, el ardor extendiéndose por mi pecho y una sensación de ahogo, que aunque sabía que no eran mías no las hacía menos dolorosas. Era el mismo gimnasio en que habíamos entrado con Harael la noche, y aunque en cualquier otro momento ahora me hubiera puesto a pensar en aquello, ahora solo conseguía concentrarme en la figura que se encontraba colapsada en el piso, tosiendo en busca de aire.
Me lance al suelo a su lado, levemente consiente de la sangre que manchaba la superficie y ahora empapaba mi ropa, pero parecía algo secundario. Tome su rostro entre mis manos, intentando estabilizarlo entre las sacudidas, recibiendo una descarga instantánea desde su piel, desesperación y miedo, pero sobre todo, dolor. Su piel levemente bronceada ahora se veía entre pálida y enrojecida, sus ojos oscuros inyectados en sangre, intentando contactar con los míos pero incapaces de hacerlo por completo, sus labios llenos de sangre y saliva, moviéndose al ritmo de la desgarradora tos y luchando por conseguir algo de aire. Prometeo estaba mal, profundamente mal, y no pude evitar preguntarme como no había sentido su malestar hasta ahora, pero tuve que empujar esos pensamientos al fondo de mi cabeza, concentrandome en él. Sabía que los demás se estaban moviendo a mi alrededor, esperaba que estuvieran buscando algún tipo de ayuda o solución, pero por algún motivo no se acercaban directamente a nosotros.
Con la sensación de ahogo ardiendo en mi propio pecho sabía que tenía que conseguir que respirase, si el aire no entraba en sus pulmones no iba a durar muchos minutos más; calor comenzó a recorrerme de pies a cabeza, concentrándome en él. Solté suavemente su rostro y mire su pecho, llevaba puesta una campera y nada más, siguiendo mis instintos me deshice de ella rápidamente, descubriendo su piel y con ella su tatuaje, que por más ridículo que sonara se veía inquieto a mis ojos. Baje mis manos con suavidad a su pecho, mis dedos conectando con la tinta como si fueran imanes atrayéndose, los dibujos estirándose; volví mi mirada nuevamente a la suya, ahora consiguiendo conectarse, intentando transmitirle la calma que de alguna forma me dominaba a mi.
- Respira - le susurre, sin saber porque, mis manos apoyadas suavemente en su pecho, sintiendo como el calor corría de mi cuerpo al suyo.- respira Prometeo, puedes hacerlo.-repetí.
Si yo misma hubiera estado mirando aquello desde afuera hubiera pensado que era una estupidez, que por más que se le ordenara que respirase había algo clínicamente mal, que no podía subsanarse con unas pocas palabras; pero contra cualquier lógica pude notar como de a poco aire comenzaba a entrar en él. Por alguna razón estaba segura que mis ojos estaban brillando en ese momento, de aquella extraña forma en que lo hacían cuando esa parte escondida de mi se despertaba, al igual que el calor y cosquillas que sentía. En ningún momento dejé de repetir mi pequeño mantra, con mis manos apoyadas en su pecho y nuestras miradas entrelazadas, las toses disminuyeron a jadeos, que aunque aún eran graves dejaban entrar algo de aire en él.
Apenas fui consciente de la presencia de Samuel a mi lado, arrodillado en el suelo salpicado de sangre con una especie de pequeño maletín, del que no tardó en sacar una jeringa con una enorme aguja. Aún con mis manos en su piel y toda mi atención en Prometeo móvil levemente mi apoyo, dándole espacio para que actuase, y sin perder un segundo más insertó la agua en ángulo por uno de sus costados profundamente, para luego comenzar a tirar del émbolo, sacando una enorme cantidad de sangre. Por primera vez sentí como el aliento se atascaba en mi garganta y contenía mis pensamientos para mantenerme en el lugar; sus pulmones estaban llenos de sangre, y no había que ser médico para saber que eso no era nada bueno. Samuel aún se encontraba trabajando en sus pulmones cuando note que los ojos del moreno comenzaban a cerrarse, a medida que su respiración parecía normalizarse, esa sensación de energía circulando difuninandose hasta desaparecer, pero dejando un gran malestar en pecho.
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En el amor y la guerra, todo se vale
FantasyCon 18 años todavía no me siento un adulto, pero definitivamente no soy ni una niña ni una adolescente desquiciada, aunque probablemente todavía tengo un poco de la ultima viviendo en mi. La mayor parte de mis preocupaciones se centran en el estudio...