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Habíamos quedado en silencio justo cuando los muchachos pasaron a llamarnos, el centro de la ciudad se estaba vaciando cada vez más, y los pocos locales que se habían mantenido abiertos hasta el momento corrían a los últimos clientes para cerrar sus puertas. Con cuidado fuimos acercándonos a uno de los laterales del Palazzo, cruzando entre sus delicadas columnas y enormes arcadas, volviéndonos parte de las sombras y evitando miradas curiosas; siempre podíamos fingir que éramos solamente un grupo de jóvenes tonteando, pero había un limite a cuánto esa mentira podía cubrirnos. Silenciosamente nos movimos por el lateral hasta llegar a una de las últimas ventanas bajas, que quedaba bastante oculta entre el enredo de columnas, y tomando cubierto entre nuestros cuerpos amontonados Seth se agachó para poder forzar el marco y darnos un lugar de entrada. Pocos segundos después el leve golpeteo de la ventana siendo desmontada anunció su éxito y uno a uno fuimos entrando por el pequeño espacio, rápidamente la ventana fue devuelta a su lugar y hasta un observador atento se había perdido de nuestra hazaña.

Paso a paso hicimos nuestro camino desde la pequeña sala por la que habíamos entrado, olor a moho y madera húmeda dominando en los niveles más bajos y desapareciendo a medida que nos movíamos hacia las alas más cuidadas y utilizadas del lugar. Alineados siguiendo la forma de las paredes no podía evitar recordar una y otra vez en mi mente el mapa que habíamos estado estudiando en el viaje, cada esquina y pasillo, donde se encontraban las cámaras y por un contacto también habíamos sido capaces de obtener los horarios de los guardias, sus recorridos y puestos de cambio, pero aún así seguía faltándonos uno de los datos más importantes, como ingresar a las cámaras más profundas del palazzo, donde creíamos que podía yacer la entrada a donde nuestra arma se encontraba oculta. No habíamos tenido oportunidad de hacer una búsqueda más exhaustiva sobre historias del lugar, Venecia había tenido un gran número de gobernantes y muchos de ellos con diferentes manejos del lugar, pero dada la arquitectura sospechábamos que se encontraba más cerca del centro del edificio, próximo a las cámaras principales de gobierno, aunque también sabíamos que con seguridad bajaban luego, sumergiéndose en las oscuras aguas verdosas que rodeaban el lugar.

Ya hacía casi una hora que estábamos dando vueltas por el interior del palazzo, intentando encontrar la entrada, y ya estaba comenzando a ponerme nerviosa, estábamos tardando demasiado. Era claro que era un edificio espectacular a la luz del día, con sus altos techos decorados, paneles pintados y salones espaciosos, se notaba la riqueza de la mejor época de Venecia plasmada en cada rincón, pero con la tenue luz que entraba por los ventanales como única guía e intentando esquivar a los guardias tenían un aire definitivamente espeluznante, y no podía evitar tener un extraño presentimiento. El suave sonido del agua moviéndose en los canales era suficiente para cubrir nuestras pisadas al caminar, aunque aún así sentía que estábamos siendo demasiado ruidosos, como si las propias paredes estuvieran atentas a nuestros movimientos.

Fuera del edificio el reloj de la piazza sonó con marcando la medianoche, sus fuertes campanadas llegando hasta nosotros y atravesándonos con sus vibraciones, en ese mismo instante podía sentirlas en el aire como las ondas en el agua al arrojar una roca, cambiando el panorama a nuestro alrededor y dando paso a algo que nunca antes había visto. Era como si repentinamente los pasillos cobrasen vida, como si todo ahora estuviera iluminado por una luz diferente, que permitía ver más allá de simplemente pintura y madera, historia marcaba cada rincón del lugar, era como si situaciones y emociones se plasmaron en el mismo aire frente a nosotros, la energía tan clara como líneas sin ningún esfuerzo frente a nosotros, todo lo que el lugar había sido testigo estaba ahí. Escuché como todos inhalaban con sorpresa, nadie había estado esperando el cambio de paisaje, y aún así estaba segura de que no todos eran capaz de ver completamente lo que yo conseguía percibir.

Habíamos quedado todos petrificados en nuestros lugares, la cacofonía de luces y sensaciones siendo casi demasiada para soportar, y estaba a punto de abrir mi boca para decir algo cuando se escucharon fuertes pisadas al final del pasillo, con el suave repiqueteo de garras sobre los suelos, la enorme figura de una quimera aproximándose, cuerpo de león, cabeza de mujer, cola de serpiente; su rostro severo de ojos completamente blancos fijos en nosotros.

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora