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Fuera de la puerta del aeropuerto nos esperaba un representante de los ángeles, listo para escoltarnos hacia donde nos íbamos a estar alojando los próximos días hasta que pudiéramos comenzar a trabajar y ver qué era lo que estaba sucediendo. Siendo completamente sincera no sabía que me esperaba cuando nos dijeron que iba a haber un representante de los ángeles allí para recogernos, ellos mismos eran lo suficientemente sorprendentes e intimidatorios como para imaginarlos, pero definitivamente no me esperaba a la persona que estaba allí.

El chico aparentaba estar alrededor de sus 25, se destacaba inmediatamente en la multitud, probablemente midiendo más de un metro noventa ya hubiera alcanzado para llamar la atención, pero esto combinado con un cuerpo digno de un levantador de pesas, cabello tan rubio que rozaba el blanco y unos ojos azules como turquesas, hacía que todas las personas estuvieran volviendo la cabeza para verle. Apenas llegamos a su lado estrecho su enorme mano con cada uno de nosotros, apenas intercambiando unas pocas palabras de cortesía e indicándonos que lo siguiéramos hasta el estacionamiento.

En una parte más alejada llegamos hasta una enorme camioneta, en la cual nos esperaba otro muchacho que era exactamente igual a él, a excepción de una cicatriz que atravesaba desde su sien al pómulo.

- Este es mi hermano, Harael- dijo señalando al chico de la cicatriz.- mi nombre es Samuel, él va a llevar sus pertenencias hasta la casa en la camioneta, mientras ustedes viajan conmigo en las motocicletas, es más rápido y mejor para despistar en caso de que algo o alguien haya venido siguiéndolos en ese vuelo.

Con un gesto señaló cuatro motocicletas que nos esperaban del otro lado de la monstruosa camioneta, unas kawasakis z1000 negras que consiguieron sacarme baba. Era una obsesiva de las motocicletas, siempre me habían enloquecido, la libertad y la velocidad, aunque nunca había podido comprarme uno ni sabía manejarlas, a mi abuela le hubiera dado un infarto si me hubiera visto llegar en una, pero al menos no me había impedido obsesionarme para saber todo lo que podía de ellas. Nos miramos con una sonrisa de oreja a oreja con Enzo y no tardamos en arrojar nuestras cosas a la camioneta y montarnos a la primera motocicleta, él adelante y yo con mis brazos rodeando firmemente su cintura. Por primera vez vi un leve asomo de sonrisa en el rostro de Samuel ante nuestra emoción, quien nos alcanzó cascos con comunicadores, mientras los demás también tomaban sus posiciones, Seth al frente con Luz, y Prometeo con Astrid enredada a su pecho, con nuestro rubio anfitrión tomando su lugar en la última y arrancando con un profundo rugido del motor.

Apenas salimos a la carretera ame la sensación del aire pasando por mi cuerpo, la aceleración de la motocicleta empujando nuestros cuerpos. No pude evitar echar la cabeza hacia atrás soltando un grito de júbilo, al que pronto se me unió Luz, y pude escuchar por el intercomunicador como Enzo se reía de nosotras; teníamos que disfrutar de cada pequeña cosa que pudiéramos, y este exacto momento para mí era un sueño vuelto realidad. Aún con una sonrisa volví a recostarme sobre el cuerpo de mi hermano observando el paisaje cambiar a nuestro lado, recordando aquella vez que Bastian me había dicho que quería comprarse una motocicleta, definitivamente iba a salir a pasear con él si lo hacía. La adrenalina del viaje no se le comparaba a nada más, y aunque aún tenía muy claro que estábamos en un viaje serio y no de relajación, no podía evitar sentir que el viento se llevaba un poco del peso de las preocupaciones.

Cuando comenzamos a adentrarnos a la ciudad pude comprender a lo que se había referido nuestro anfitrión al decir que era la forma más rápida y segura de moverse por la ciudad. Roma era hermosa, simplemente increíble, sentía que los ojos se me iban a salir de lugar con solo intentar absorber todas las cosas que me rodeaban, ruinas antiguas, construcciones de época, maravillas por doquier, se sentían los miles de años de historia que convivían allí, una ciudad que había sobrevivido a mucho y planeaba durar mucho más. Pero también llena de callejuelas angostas y un tráfico del demonio, sabía que si nos estuviéramos moviendo en una camioneta y alguien quisiera arrinconarnos las posibilidades estaban a su favor, aunque odiaba pensar en esa posibilidad, no podíamos dejar de cuidar nuestras espaldas.

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora