52º

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     Arcángeles, verdaderos putos arcángeles, y yo que pensaba que ya nadie podía sorprenderme; y lo más desconcertante de todo era la actitud de los demás, como si ellos tampoco pudieran creer que aquellas 5 figuras que teníamos en frente eran reales.

- Así que tu eres Catharina... - dijo la figura del centro, su voz profunda resonando hasta lo más profundo de mis huesos y erizando cada cabello en mi cuerpo.

Era irreal la forma en que el poder emanaba de ellos, se sentía de una forma mucho más clara que la del resto de los dioses, o tal vez era que ya me había acostumbrado a ellos. O podía ser parte de encontrarme bajo el escrutinio de esos ojos tan absolutos y brillantes, tan poco humanos. Combinados con un cuerpo enorme, con nudosos músculos cubiertos por una piel oscura como el ébano, pero de apariencia suave y brillante, casi como si lo hubieran esculpido de mármol. El susurro que hicieron sus alas cuando tomó un paso hacia mi llamo inmediatamente mi atención, y no pude evitar preguntarme como se escucharía al volar, si es que eran capaces de tal hazaña. Casi como si fuera un llamado de vuelta a la realidad, sentía la incomodidad y hostilidad de Prometeo, su desconfianza y molestia, y debajo de todo parecía haber también dolor; pero por una vez, nuestra conexión pareció no descontrolarse. La inmensa figura del arcángel ahora se cernía sobre mi como una torre, examinándome en silencio, cada persona en la sala muda esperando a ver que sucedía.

- Cuando se comunicaron con nosotros no pude evitar preguntarme cómo podía ser que una pequeña mujercita fuera la causante de tanta hostilidad, como cuando en ustedes es tan común tener hijos por fuera de lo tradicional, pero veo que dejaron un enorme detalle por fuera. - dijo observándome como si fuera la cosa más curiosa que había captado su atención en un buen tiempo.

- ¿Qué estas queriendo decir, Gabriel ?- intervino Ares, su voz ocultando un dejo de hostilidad, sin duda no le hacía ninguna gracia que yo fuera el centro de atención en este momento.

- Creo que el hecho de que esta chica lleve la marca de un ángel es algo digno de mencionar, sobre todo cuando parece estar rodeada por circunstancias bastante peculiares.

-¿La qué? - intervine yo ahora, sus palabras no teniendo ningún sentido en mi mente.

El susodicho volvió nuevamente toda su atención a mi, su sonrisa ampliándose y mostrando una hilera de blancos dientes.

- A veces olvido lo desconectados que se encuentran de los poderes fundamentales, con la facilidad que pueden ser ciegos a las cosas más obvias- dijo como hacía si mismo, pero sabía que el comentario no les debería haber gustado a los presentes- se encuentra escrito por todas partes de su aura, su energía- dijo tomando un paso más, cerrando el espacio que nos separaba y estirando su brazo por encima de mi hombro- por su marca.

Antes de que pudiera siquiera entender que era lo que estaba pasando Gabriel ya tenía sus dedos presionando suavemente sobre mi tatuaje, cada fibra en mi cuerpo tensándose ante el contacto, pidiéndome gritar, mientras el mundo se volvía completamente blanco. Oleadas de tranquilidad y dolor me recorrían a la par, la sensación de que por un momento todo estaba bien en el mundo, pero también de estar siendo terriblemente ultrajada; algo en mi interior activándose y revolviéndose, respondiendo a algo más profundo que el simple toque de sus dedos. En el fondo de mi mente sentí como un brazo rodeaba firmemente mi cintura, separándome del arcángel y rompiendo el contacto, devolviéndome con fuerza a donde verdaderamente estaba dejándome completamente mareada, y agradecí poder recostarme contra el costado de la persona que me tenía agarrada, estaba segura que de lo contrario hubiera terminado con el culo en el piso.

- Creo que eso fue suficiente- escuché como el dueño del brazo decía, y no pude evitar levantar la mirada para encontrarme con Prometeo parado como una torre a mi lado, sus ojos usualmente oscuros ahora brillando claros, con la misma fuerza que los de nuestros invitados. En ese momento no tuve ninguna duda de que los míos estaban exactamente iguales.

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora