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     Haber pasado la noche durmiendo en los brazos de Ian, piel con piel, probablemente entraba entre las 10 mejores cosas que había experimentado en mi vida; compartir esa intimidad con alguien definitivamente era algo inigualable. Y era lo único en que podía pensar mientras nos encontrábamos hablando con Ares, Zeus y Prometeo, sobre lo que había ocurrido la tarde anterior. Últimamente parecía que pasaba más tiempo viviendo cosas extrañas y explicándolas a los demás que de hecho en clase.

     - ¿Dijiste que fueron como garras arañándote?- preguntó Prometeo con la voz cortante, nuevamente algo debía tenerlo de mal humor pero no iba a permitir que ello afectara la nube de felicidad en la que me encontraba.

     - Si, no se cómo pero sé que era la misma sensación de siempre sólo que ahora más... Violenta- le respondí fijando mis ojos en los suyos, podía notar que no me creía completamente.

     Ian miraba amenazadoramente al moreno mientras los dioses a cuchicheaban, Ares miraba la guerra de miradas con diversión poco disimulada, claramente al dios de la guerra le iban a gustar las tonterías de macho pecho peludo yo tengo más testosterona que tú.

     - El único cambio parece ser que pudiste controlar el ataque esta vez- dijo Zeus formal después de un rato- no hemos podido hacer ningún avance en este tema, sólo podemos esperar a ver como sigue avanzando y tal vez alguno de nuestros invitados tenga una idea más clara. 

      Asintiendo solté un suspiro, no era como que estuviera esperando una solución mágica a todos mis problemas, pero tampoco venía mal la solución a alguno de ellos. La penetrante mirada de Prometeo se encontraba fija en mi espalda, por alguna razón podía sentirla claramente, presionándome al punto de sentirme incómoda; no era extraño de parte del moreno, pero tenía algo maquinando y estaba segura que tenía que ver conmigo, y no iba a gustarme. 

      - Eso es todo por ahora, vuelvan a los entrenamientos. - culminó Ares con un gesto- los necesito concentrados y entrenados, me gustaría poder evitar que algo así se repita... - agregó a la vez que los tres nos parábamos y abandonábamos el lugar. 

      Mientras caminábamos por el pasillo sentí como el lobo enredaba su brazo en mi cintura, pegándome a su costado con una enorme sonrisa pintada en sus labios; definitivamente los dos estábamos en nuestra pequeña nube personal después de lo de la noche anterior. Los firmes pasos de Prometeo se escucharon detrás nuestro y nos pasó golpeando hombros con Ian, quien soltó un gruñido ronco como pocas veces le había escuchado. Tensión creciendo en unos pocos segundos en el pasillo, pero por suerte el morocho continuó su camino con solo una mirada de burla. 

      El día continuó bastante aburrido si se lo comparaba con el anterior, el agotador entrenamiento no me dio ni un segundo para hablar con las chicas, aunque las pequeñas tonterías que intercambiábamos con el lobo, por primera vez en mi vida me sentía verdaderamente como una tonta enamorada, e iba a disfrutarlo. Estaba segura de que para los demás debía ser bastante obvio que algo había pasado, podía sentir los celestes ojos de Bastian perforándome desde la distancia, la última vez que habíamos hablado no tenía sentido para mi pero si quería poder volver a hablar, después de todo él era quien me conocía de hacía más tiempo, y por más tonto que aquello sonara me importaba, y mucho. 

     Al terminar el entrenamiento, en que dicho sea de paso comenzamos a entrenar con cuchillos, desde tiro al blanco a apuñalar muñecos, y me había emocionado como una niña pequeña, haberle acertado con fuerza al blanco desde diez metros definitivamente me hacía sentir poderosa, Ian había tenido que volver corriendo con su manada, con la promesa de volver en la noche. Estaba resignada a que después de su actitud de aquella mañana Prometeo iba a abandonarme para nuestro entrenamiento pero me sorprendió al entrar con paso firme pocos minutos después, ahuyentando a las pocas personas que estaban terminando de juntar sus cosas. Sin una palabra de más comenzó a indicarme ejercicios en las máquinas,mis músculos no tardaron en comenzar a arder y estaba absolutamente segura de que al otro día me iba a doler sólo de respirar. Los ojos del moreno estaban perpetuamente fijos en mi, perforándome y enviando extraños cosquilleos a través de mi piel, su humor claramente había empeorado desde la mañana por vaya quien a saber que razón, y ahora yo lo estaba pagando. Luego del tiempo usual de entrenamiento me encontraba totalmente agotada y enojada con él, quien aparentemente aún no había terminado conmigo. Sin una palabra se situó en el ring en posición de pelea,esperando a que me le uniera.

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora