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     - No se como podes memorizarte todas esas cosas- se quejaba Ian a mi oído dejando de lado su libro.

      - Ese es exactamente el problema, no puedo hacerlo- resoplé yo frustrada- además no entiendo por qué yo tengo que hacerlo pero tú no.

       - Eso gatita es porque los lobos tenemos nuestros propios códigos, y yo sólo tengo que lidiar con ellos- me contestó socarrón.- pero ya es suficiente estudio por hoy, prácticamente puedo oler a tus neuronas quemándose de la carga.

     Me arrancó las hojas de las manos tirándolas descuidadamente al piso de mi cuarto, desde hacía ya varias horas estábamos enredados en mi cama estudiando, yo todas las estupideces protocolares que nos estaban enseñando e Ian la historia de algunas de las manadas que venían. Sólo quedaba 3 días antes que todos comenzaran a llegar y con mi lobo estábamos robando cada segundo que podíamos, así terminábamos hasta estudiando juntos, cosa que me encantaba, hasta que Ian se ponía rebelde. Intenté escapar de sus brazos para recuperar mis papeles pero solo logrando quedar más pegada contra su duro pecho y siendo oprimida por sus brazos. 

     - Solo cinco minutos más, necesito terminar al menos de leer la parte de los nórdicos de vuelta- me queje aún intentando zarandearme entre sus brazos. 

     - Linda los nórdicos pueden esperar hasta mañana, también necesitas comer y descansar.- respondió él protector y firme, mientras llenaba mi hombro descubierto con pequeños y suaves besos, desconectando mi cerebro al instante.

     El último tiempo habíamos entrado en una pequeña rutina, además de los entrenamientos que compartíamos ahora solo un par de veces a la semana por la intromisión de Prometeo solíamos juntarnos todas las tardes que podíamos y compartir las horas en lo que fuera que hiciera falta. Mi cuarto lentamente había pasado a ser un mini refugio para los dos, Ian guardaba un pequeño cambio de ropa para cuando pasaba la noche y entre aquellas 4 paredes sentíamos casi como si el mundo exterior no pudiera alcanzarnos, cada minuto robado siendo solo nuestro. 

     - No tengo hambre- dije yo rindiéndome a la vez que me acurrucaba más contra su pecho, lugar que en el último tiempo se había convertido en mi favorito. 

     Mi respuesta le hizo soltar un profundo resoplido pero no objetó nada, simplemente me atrajo más contra su pecho, permitiéndome hundir la cara contra su cuello. Me encantaba sentir su leve perfume mezclado con el característico olor de su piel, me hacía sentir protegida y a gusto, definitivamente era una tonta enamorada. Ian volvía a dejar pequeños besos por mi hombro, enviando esos pequeños escalofríos que solo él conseguía arrancarme y volverme loca, robándome un suspiro de gusto, definitivamente podía pasar el resto de la tarde así. Sin poder contenerme comencé a desperdigar yo besos en su cuello, apenas un roce de labios, y cada tanto una pequeña mordida en su sensible piel, me había aprendido los puntos que lo enloquecían, aquellos que enviaban olas de placer haciendo vibrar su pecho.

     - Gatita...

     Con una sonrisa ignore su advertencia, porque sabía que eso era. Después de aquella noche me había convertido en toda una traviesa y no tenía sentido ocultarlo, me gustaba poder ocasionar eso en él, y aunque aun me cohibía en ciertas cosas poder descubrirme junto a él no podía ser mejor. Empujando levemente con mu cabeza conseguí abrirme más espacio en su cuello y seguir con mi ataque, mordisqueando y chupando suavemente su piel, para luego depositar más besos. Sentía como los músculos del lobo se contraían levemente bajo mi cuerpo, sus manos en mi cadera me pegaban contra él tanto como podía, pero nada parecía ser suficiente. Sin perder un segundo más nos giro sobre la cama, atrapándome entre su cuerpo y el colchón, de una forma que me encantaba. 

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora