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      Nos abrimos paso por un vestíbulo lleno de gente yendo de un lado al otro, el ritmo parecía casi frenético pero se notaba que todos sabían a donde ir. Alguna que otra persona se me quedaba mirando por algunos segundos, algunas pocas se paraban en seco al vernos pasar. En cualquier otro momento me hubiese sentido intimidada pero con la mano de Bastian anclada a mi espalda conseguí la fuerza para levantar la cabeza y seguir adelante.

     Los pisos de mármol parecía ser eternos, las ventanas mostraban un patio verde esmeralda que invitaba a salir al sol y todos los muebles, sillones, mesas y demás, gritaban opulencia; dimos vueltas por incontables pasillos hasta encontrarnos un par de enormes puertas con pestillos de bronce en forma de leones. Aunque mi respiración era agitada no quería salir corriendo, sea lo que fuese que estaba en esa habitación ya no había marcha atrás, estaba metida hasta el cuello en esto, no había lugar para replantearme nada.

     Bastian alargó una mano y abrió la puerta dándome paso para entrar. A ambos lados de la puerta había guardias vestidos de negro, con pantalones cargo y botas de combate, ya tenían un aspecto atemorizante, sumadas las pistolas en la cadera y las espadas eran francamente intimidantes. Ni siquiera se molestaron en dirigir sus ojos a mi, no podía decidir si aquello era bueno o malo. El lugar parecía una moderna sala de conferencias, había una enorme mesa de roble al centro con doce sillas de un lado y solo dos por el lado en que nos encontrábamos nosotros, aunque solo algunas de las sillas se encontraban ocupadas.

     Al centro se encontraba un grupo de tres hombres que parecían recién estar entrando en sus cuarenta años. El del centro tenía cabello rubio oscuro en ondas, y unos ojos azul tan claro que parecía brillar; el de la derecha tenía cabello negro corto y ojos más negros aún si era posible, con una mirada penetrante y divertida; él último tenía cabello castaño oscuro con algunos mechones más claros, y ojos grises, del color de las nubes de tormenta. Los tres vestían trajes a medida y tenían aspecto profesional, pero debajo de estos se notaba que tenían físico de luchadores. Claramente me encontraba frente de Zeus, Hades y Poseidón. A su lado además se encontraba una mujer hermosísima, con rizos castaños que le llegaban a la cintura y ojos color miel de mirada preocupada; un trajecito blanco la enfundaba y le daba aspecto profesional.

     Volví a repasar la habitación con la mirada y me encontré con alguien que no había visto antes. Un hombre de más de treinta me miraba mientras se secaba las manos en su pantalón. Tenía el cabello castaño atado en una pequeña coleta y ojos color marrón dorado, casi como un buen whisky. Un cuerpo grande y musculoso se escondía bajo el traje con la chaqueta abierta y me miraba nervioso pero serio. Algunos tatuajes se escapaban del cuello de la camisa y tenía algún que otro anillo adornando sus dedos, cerca de unos nudillos magullados. Definitivamente era alguien intimidan te, pero sobre todo, no podía ser nadie más que mi supuesto padre.

     Me quede parada en el centro de la habitación sin saber muy bien que hacer. Bastian se adelantó un par de pasos y saludo con una inclinación de cabeza a los presentes para después volver a mi lado y empujarme levemente hacia adelante. Automáticamente camine hasta donde se encontraba Ares, me reconfortaba un poco el hecho de que parecía tan perdido como yo.

     - Hola Cathy... yo, bueno, supongo que ya sabes quien soy - comenzó a decirme con voz firme, pero se veía que estaba atento a como reaccionaba ante sus palabras. 

     - Si, eso creo- lo mire dudosa, no paraba de cerrar y abrir sus manos con nerviosismo. No tenía sentido pelear contra esto, no tenía nada más en mi vida, no tenía porque cerrarme a esto. - Hola papá - le contesté y pude ver como sus ojos brillaban con cariño al tiempo que me abrazaba con fuerzas.

     Me quede dura por un par de segundos, saboreando lo brazos de un padre que nunca había tenido, que nunca habían estado para reconfortarme pero que por alguna razón ahora si lo estaban, y no iba a desaprovecharlos. Nos quedamos así por unos minutos hasta que me soltó y nos sentamos en la mesa; desde el otro lado los demás dioses nos observaban con atención, como buscando las palabras para empezar a hablar. No pude evitar fijar mi vista en Zeus, ya que si realmente Ares era mi padre eso quería decir que él era mi abuelo; no pensaba hacer un movimiento hacia el, por lo menos no hoy, encontrar a un familiar perdido por día ya era suficiente. 

     - Supongo que Bastian ya te debe haber puesto al tanto de algunas cosas - comenzó a decir Ares con bastante formalidad, mirando a los demás - pero hay muchas más que es necesario que sepas. Tu madre... ella y yo nos conocimos en un momento que yo estaba entrenando con los militares en la tierra, ella era moza en un restaurante pero se dedicaba a pintar siempre que podía. Nos enamoramos, Cathy, si la hubieras conocido sabrías lo inevitable que fue. Tu madre era una mujer gentil, amable y única, además de muy hermosa por supuesto, tu te pareces mucho a ella, tienes sus mismos rasgos, hasta su misma fuerza pareciera - me dijo mirándome a los ojos con ternura y no pude evitar el nudo en mi garganta, muy pocas veces había escuchado a alguien hablar de ella y esto era invaluable-. Por la mayor parte de tiempo que pude viví junto a tu madre, y un buen día nos enteramos que tu estabas en camino; tienes que creerme que nada me hizo más feliz que escuchar eso, rara vez paso mucho tiempo con las mortales en la tierra, pero tu madre verdaderamente se adueño de mi corazón. El problema es que se supone que no podemos formar verdaderas relaciones con los mortales, y de alguna manera, al concebirte a ti con tu madre creamos un desequilibrio en alguna parte.

     <<Es necesario que entiendas claramente esto, con el embarazo de tu madre algo cambio, a un nivel mucho mayor del que jamás pensé que podría hacerlo. Algo se desató en nuestro mundo, o por lo menos entonces se comenzó a formar. Estuve cuanto pude con tu madre, pero lamentablemente como sabes ella murió pocas horas después de que nacieras; te tuve en mis brazos hija, por todo el tiempo que pude, pero quise que tuvieras una vida normal y por eso fue que decidí que era mejor que crecieras en compañía de tu abuela - paro un momento para mirar con frialdad al otro lado de la mesa, donde los tres grandes escuchaban impasiblemente el relato - además los dioses no podemos tener contacto con nuestros hijos, no hasta que sean mayores o a menos que se haya otra opción.

     Asentí sin decir nada, era una regla estúpida, demasiado estúpida, y claramente no era la única persona en el cuarto que creía aquello, pero no era momento de decirlo así que solo pude morderme la lengua y seguir escuchando. Conocía lo suficiente de mitología como para saber que un berrinche no iba a llevarme a ninguna parte.

     - En su momento no estaba muy claro pero todos podíamos sentir como las energías se alteraban, como algo había cambiado, pero siendo tantos dioses no es extraño que ocurran fluctuaciones en la energía, aunque yo estoy bastante seguro que fue tu nacimiento el que lo desató.

     - ¿Y por qué? tu mismo lo dijiste, ocurren muchas cosas, ¿por que no podía ser por otro suceso? ¿por otro dios? ¿por qué tenía que ser por mi culpa, y la de mamá? - replique un tanto molesta, si me habían traído hasta acá solo para echarme culpas de algo en lo que no tenia nada que ver no se las iba a poner nada fácil. 

     Hades me dirigió una mirada arrogante antes de contestar - Hay ciertas reglas que cumplimos los dioses y nuestros hijos los semi-dioses generalmente. Reglas que no sabemos porque son así pero que están presentes desde los comienzos del cosmos, desde que nosotros tomamos el poder de los titanes, y tu rompiste una de ellas al ser hija de Ares.

     - ¿Y cuál de esas reglas se supone que rompí sin saberlo?

     Ares se tomo un par de segundos para mirarme a los ojos, como intentando transferir con claridad lo que estaba a punto de decir.

     - No es demasiado raro que alguno de nosotros tenga hijos e hijas, es bastante común de hecho.

     - ¿Entonces?

     - De entre todos mis hijos, nunca jamás había nacido una mujer, eres mi primer hija Cathy, y nadie sabe decir porqué


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     Hola! bueno, volví, no se para quien pero definitivamente quiero volver. Me resulta bastante desanimador no obtener ninguna respuesta de ese lado, puede que sea tonto pero me hace cuestionar mucho mi historia, y apuesto a que si alguien de por ahí alguna vez escribió me entiende; pero a mi me gusta mi historia y voy a intentar seguirla, aunque sea solo por mi misma.

     Si estas leyendo esto perdón por el saludo depresivo, solo espero q estés bien y darte las gracias x haber leído, e invitarte a votar o comentar lo que quieras.

                                                                         Amor, Pandora

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora