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P.O.V. Cathy

     Tenía la vista fija en el movimiento de mis manos sobre la mesada de la cocina, yendo entre contenedores e ingredientes, intentando canalizar el nudo interno que tenia, o al menos poder dejar de pensar por unos momentos, aunque parecía que mi cerebro estaba absolutamente negado a darme algo de paz. Luego del interrogatorio de hoy con Katia mi mente había quedado un poco más que trastornada, y al parecer no había forma de liberarme de los frenéticos pensamientos

     La realidad es que después de la pequeña bomba que nos había soltado la rubia mi cerebro se había separado completamente de la situación; sabía que había seguido haciéndole preguntas y que luego los demás también habían intentado sonsacarle la mayor cantidad de información posible, pero todo era como ruido de fondo en mi mente. Una sola cosa se repetía sin cesar, la daga había estado sucia y ahora Prometeo estaba envenenado; él iba a morir por haberse interpuesto en un ataque que venía hacia mi. Aunque en el momento todos se habían mantenido estoicos si nos había movido el piso darnos cuenta de como nos habían burlado tan fácilmente, sobre todo los dioses, quienes habían dejado apresuradamente el lugar al terminar. Aún tenía también fresca la expresión en la cara del moreno al irse, la espalda derecha y la misma mirada burlona que llevaba usualmente, pero yo sabía que una tormenta tenía que estar desatándose bajo la superficie.

      Sin una mejor opción a mano había vuelto al departamento para sumergirme un buen rato en la bañera y limpiarme el sudor del entrenamiento de la mañana, los días ya venían siendo lo suficientemente locos como para ahora sumar esto; de verdad sentía que no iba a poder dejar de pensar pos siglos, como si mis neuronas hubiesen entrado en modo turbo, buscando alguna especie de respuesta o solución, que en el fondo sabía que no tenía. Una vez en agua había quedado demasiado fría como para seguir sumergida en la bañera me había puesto la ropa más cómoda que había podido desenterrar del fondo de mi vestidor y me había adueñado en la cocina, con la esperanza de que si me ocupaba lo suficiente, iba a poder olvidar lo que pasaba por afuera de esas cuatro paredes. Si, claro. 

     Sabía que del otro lado de la puerta los muchachos estaban arreglándose para la fiesta de esta noche, si, a pesar de todo lo que teníamos en este momento, de que cada día los problemas solo parecían aumentar junto con las incógnitas, los dioses no habían querido suspender la fiesta; se suponía que todavía teníamos que honrar a nuestros invitados y que no podíamos dejar paras este maravilloso momento para un intercambio cultural. A veces juro que sentía que era la única persona en este lugar que tenía sus prioridades medianamente en orden; no me encontraba cómoda yendo a una fiesta cuando los problemas se acumulaban, y me sentía que de a poco íbamos acercándonos a la posibilidad de una verdadera guerra. 

     - ¡CATHARINA! 

     Escuche un grito tan atronador a mi espalda que consiguió sacarme de mi ensimismamiento, no pudiendo evitar pegar un salto con la mano en el corazón. La puerta de la cocina se encontraba abierta de par en par, y en el marco se encontraban Luz y Selena, la primera era quien había pegado semejante grito y me miraba con los ojos brillantes con enojo. 

     - Ya mismo vas a traer tu trasero a tu cuarto para poder arreglarnos juntas y luego poder pasar un poco de buen tiempo de calidad divirtiéndote con tus amigas esta noche- me dijo la Sele adelantándose en la cocina y quedando parada frente a mi obligándome a levantar mi mirada para encontrarme con la suya. 

      - Chicas, lo siento pero de verdad no quiero...

      - No - me interrumpió Luz, acercándose a donde ahora estábamos- No Cathy, basta de escusas, hemos intentado darte espacio porque sabemos que estas atravesando un montón de cosas y que hace muy poco tiempo que sos parte de todo esto, pero tiene su límite.

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora