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     Las clases de historia iban perdiendo más el foco transformándose casi en clase de etiqueta,centrándose en tontos protocolos que se suponía que las personas seguían cuando se hacía un encuentro con los dioses, mil formas y frases armadas y tradiciones. Cosas que en otra oportunidad hubiese encontrado fascinantes con mi afición a las costumbres de época, pero no conseguía que mi mente se mantuviera dos minutos fija en una misma cosa. Quedaban solo dos semanas antes de que las personas comenzaran a llegar, el ambiente ya  cambiando, se habían agregado nuevos edificios al complejo para poder dar cabida a todos, nuevos horarios de clase y actividades ya preparándose, incluso ya se había anunciado un baile de bienvenida al final de la semana en que todos llegaban. Me resultaba ridículo pensar que todo esto se estaba haciendo para intentar prevenir una inminente guerra y lo único en que los dioses pensaban era en dar una fiesta de bienvenida, los griegos necesitaban ordenar seriamente sus prioridades. 

     Aunque yo tampoco era quien como para hablar de las prioridades de los demás. Apenas había conseguido pegar un ojo la noche anterior después de la extraña charla-pele a que había tenido con Bastian, no sabía que había querido decir con que no lo dejara afuera, con que me había metido bajo su piel. Con el cuerpo cansado y la mente en la luna había sido un desastre monumental en el entrenamiento del día, habíamos comenzado a trabajar con cuchillos, algo que en otro momento me hubiera hecho saltar del entusiasmo, pero apenas había conseguido concentrarme, mucho menos hacer un tiro decente. Ian me había mirado preocupado todo el rato, apenas nos quedamos solos en el gimnasio me había arrastrado a sus brazos sin una palabra, sosteniéndome firmemente mientras me llenaba con suaves besos que yo conseguía devolverle mientras lo acariciaba, pero poco podía imaginar él que mi mente estaba pensando sobre esa estúpida discusión. 

      Antes de lo que me hubiera gustado el lobo había tenido que irse debido a que seguía en preparativos con la manada, aparentemente ellos lo tenían mucho más complicado para recibir a sus embajadores e Ian como futuro alfa debía estar ahí para supervisar todo y mantener a su manada unida, apenas sabía como podía hacerse un tiempo para cumplir con sus roles como profesor, pero de alguna forma lo lograba y yo no podía estar más agradecida, el mundo parecía menos un desastre cuando estaba en los brazos del lobo. Pero había tenido que dejarme sola en el gimnasio, ya que como habían previsto iba a comenzar a intercalar entrenamientos con Ian y Prometeo, aparentemente Zeus había decidido que sería muy interesante encerrarnos a los dos juntos en un cuarto y esperar a ver que explotaba primero; solo al dios más promiscuo de la vida eso podía parecerle una buena idea.

      Ahora no solo estaba obligada a compartir cuatro horas semanales con el imbécil, me negaba a darle un segundo más de mis días, sino que por sobre todo estaba llegando tarde el primer día. Sin demasiadas ganas de nada me había tirado en la montaña de colchonetas esperando por su llegada, sintiéndome demasiado exhausta como para volver a los aparatos y aprovechar el tiempo. En algún momento me había deslizado al sueño, y unas suaves caricias en mi mejilla fueron las responsables de traerme devuelta a la realidad, abriendo lento mis pesados parpados me encontré una mirada tan oscura y brillante como el ónix observándome de cerca, demasiado cerca. 

       Me enderecé en menos de un segundo, mi reacción claramente tomándolo por sorpresa y golpeando fuertemente nuestras cabezas. 

       - Por los dioses niña ¿es que no puedes tener una reacción normal?- me gruñó Prometeo frotándose la frente suavemente mientras me miraba con el ceño fruncido. 

      - Lo siento es que cuando me despierto con un extraño pegado a mi cara tiendo a no ser demasiado amable - le escupí molesta mientras rezaba que aquello no dejara un chichón, mi cabeza latiendo con fuerza por el golpe.

     - ¿Amanecimos gruñona hoy? ¿Es que el lobo no está pudiendo satisfacer tus necesidades por las noches?- insinuó él a la vez que se ponía de pie en un fluido movimiento. Una parte de mi preguntándose si alguna vez yo iba a llegar a verme tan grácil al moverme.

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora