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     POV Cathy

     Suspire dando vuelta la página del libro que tenía en mis manos, ya había perdido la noción de hacía cuánto tiempo me encontraba en la biblioteca, o cuántos libros llevaba revisando. Luego de discutir y organizarnos un poco en el café y al ver que la lluvia no parecía dar señales de amainar habíamos emprendido la vuelta a la casa para comenzar a investigar sobre el símbolo que Prometeo había conseguido ver, que aunque no era demasiado era lo mejor que teníamos en ese momento. Había hecho una parada rápida por mi habitación para darme una ducha caliente y recuperar algo de la sensibilidad en mi cuerpo, pasando olímpicamente de la bañera, no podía evitar verla y recordar todo lo que había pasado en la mañana ; así que con una rápida ducha y algo de ropa cómoda me había dedicado a la biblioteca y revisar prácticamente todos los libros en simbología que allí se encontraban. A mi lado Enzo tenía también su cabeza enterrada en un libro que estaba a medio desintegrar, pero hacía rato que había dejado de pasar las páginas y sabía que del otro lado se encontraba escribiéndose mensajes con Sele, probando ser un verdadero par de tórtolos enamorados.

     Mire mi propio celular abandonado en la mesa entre todos los libros y no pude evitar pensar en un cierto par de ojos azules como el cielo, y antes de darme cuenta había tomado el pequeño aparato entre mis manos y me alejaba buscando un lugar un poco más privado donde poder sentarme. Habíamos intercambiado algunos mensajes el día anterior con Bas, sobre como habíamos llegado y si estaba todo en orden, pero no una verdadera conversación y no le había dicho nada de lo de Harael y todo lo que había pasado. Me sentía como una colegiala tonta de los nervios que me daba llamarle, más aún dado que seguía sintiéndome insegura con respecto a lo que pasaba entre nosotros y como podía llegar a manejarlo todo, pero una gran parte de mi quería llamarlo, escuchar su voz y dejarlo relajarme como siempre lo hacía, y en estos momentos eso era lo que más importaba. Me hice un ovillo en un sillón de orejas que se encontraba hacia el fondo de la biblioteca, acomodado en frente a una pequeña estufa a leña que caldeaba el ambiente y con los nervios a flor se piel marque el número.

     Antes de lo que me di cuenta el sol se había puesto y yo seguía acurrucada en el sillón, con el rubio del otro lado del teléfono, haciéndome reír. Era impresionante la forma en que la conversación conseguía fluir entre nosotros, como sentía que podía abrirle mi corazón y mi alma sin problemas, y sabía que no iba a juzgarme, que él me veía y conocía de una forma que no se asemejaba a la de nadie más. Le conté todo, absolutamente todo lo que había visto y sentido, la conexión y el cambio que percibía en mi misma, pero por alguna razón no conseguí contarle mi pequeña conversación con Ermine, algo en ella tan privado como por ahora preferí guardarmelo para mi misma. Y él tenía unas cuantas cosas para contar también, los pocos avances en la interrogación de los participantes del último ataque, la muerte de Katia y el cambio en los entrenamientos, pequeños detalles que habían variado en solo un par de días, pero que parecían advertir guerra a gritos. Estando en Roma la vida en el complejo parecía ridículamente lejana y lo que nosotros teníamos ahora más mundano, un poco más como la vida real.

     - Sabes- dijo Bastante luego de un pequeño silencio que se había generado en la conversación, por su tono cuidadoso sabía que iba a tocar un tema delicado. - ayer estuvo Ian por aquí, estaba bastante molesto de que todavía no tuviéramos algún tipo de informe oficial de ustedes...

     - No tiene porqué estar reclamando nada-dije un poco más irritada de lo que debería. - Él mismo declino su participación en el viaje, y no es como si el resultado de lo que está sucediendo acá fuera de su interés, no verdaderamente.

     - Sabes que eso no es del todo cierto Cath... - dijo y casi pude jurar que escuché la sonrisa en su voz.- Las cosas pueden haber terminado entre ustedes dos, pero eso no significa que hayas dejado de importarle.

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora