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      Una vez la idea vino a mi cabeza fue imposible deshacerme de ella, o siquiera cuestionarme si lo que quería hacer era posible o seguro, lo había hecho una vez y me había costado mucho, pero debía intentarlo, no podía soportar la posibilidad de haber tenido el poder para hacer algo en mis manos y no haberlo hecho. Sabía que los demás podían notar que algo me había alterado pero nadie se atrevió a decir nada, sentía los ojos del lobo perforándome, después de todo él me conocía de una forma en que los demás no.

Terminado el desayuno, levantamos los platos y los dejamos en la pileta, la limpieza podía esperar, y mientras mis hermanos bajaban al hospital, yo me detuve en el pasillo con Ian; él me había acompañado la noche anterior y de forma implícita sabía que había venido para acompañarnos a todos, después de todo él también era amigo de Eric y también debía estar sufriendo estos momentos.

- Necesito hacer algo y me gustaría que me acompañes, pero entiendo si prefieres ir con los demás - le dije, deteniéndole por un instante, poniendo todo mi esfuerzo para darle a entender que lo que iba a hacer muy probablemente no le iba a gustar y no estaba obligado a venir.

- Vamos . - contestó sin dudarlo ni por un segundo.

Asintiendo nos dirigimos al ascensor, y justo en el momento en que se abrieron las puertas salieron del cubículo Harael y Samuel, ambos con las miradas cansadas y pareciendo tensos. Harael en un segundo arrastrándome a un apretado abrazo, al que le siguió su hermano con un gesto similar.

- ¿Iban a ver a Eric? - me preguntó el primero - pensé que podíamos relevar a quien este y que quizás necesitaban unos momentos para descansar todos.

Me tensé un segundo, la aparición de los gemelos era buena, ya que si iba a llevar adelante lo que pensaba, necesitaba más que nunca su apoyo y experiencia.

- Más tarde vamos a bajar, pero hay algo que necesito preparar y voy a necesitar su ayuda para esto - les contesté, sin querer aún entrar en detalles, sabía que luego iba a tener que luchar por esto y no deseaba adelantar ese momento más de lo necesario.

Ninguno me cuestionó y en seguida todos entramos al ascensor, y sin querer pensar mucho, apreté el último botón, rezando internamente. Ian iba parado a mi lado y pude ver como fruncía el ceño al ver el botón que había pulsado, él era el único que sabía quien era el dueño del piso, pero no la razón por la cuál era que íbamos allí. Tenía que superar definitivamente todo lo que había pasado en Italia si quería llevar adelante mi idea.

No hacía tanto que nos habíamos alejado pero me sorprendí cuando el ascensor se detuvo en el último piso y los cosquilleos asaltaron mi piel, la parte de mi naturaleza que respondía a él se sentía encantada frente a la sensación, pero la realidad es que solo me hacía recordar la perdida, si es que siquiera le podía decir así, a algo que en realidad nunca había sido verdaderamente mío. Con renovada fuerza me recordé porque estaba allí, aquellas sensaciones eran parte de lo que necesitaba, y por más que sabia que lo que quería era una locura, esperaba que él no fuera capaz de negarme intentarlo.

El ascensor paró con suavidad, como si quisiera darme un último momento para arrepentirme, pero apenas abrieron las puertas, los cuatro ingresamos al apartamento. Se encontraba hecho un desastre, ropa esparcida por todos lados, algunas botellas de whisky y vodka vacías sobre la isla y uno de los sillones volcados, como si alguien le hubiera dado una patada al pasar ; pero lo que me hizo ponerme rígida instantáneamente fue la imagen de Prometeo, ojeras marcadas en su rostro y algunos golpes y cortadas esparcidos la piel de su pecho y brazos, resaltando sobre las líneas del tatuaje, y la palabra Ángel mirándome irónica.

- ¿Desayuno alguien? - dijo con burla mientras continuaba revolviendo algo en la cocina, su típica actitud de imbécil brillando otra vez.

Sabía que los tres muchachos que me acompañaban se encontraban más que molestos y desconcertados en este momento, pero los necesitaba allí, aunque fuera para general algún tipo de balance entre el moreno y yo.

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora