El calor del agua iba relajando lentamente cada dolorido musculo de mi cuerpo, llevándose algo de las preocupaciones y él estrés, aunque la sonrisa iba a quedar permanentemente pintada en mis labios. Después de todo un día juntos Ian finalmente había tenido que irse devuelta a su manada, por más que estando juntos conseguíamos olvidarnos de todo, pero el mundo seguía allí cuando nos separábamos. Pero cada hora que habíamos compartido esa tarde iba a quedar indeleblemente fijada en mi memoria.
Los suaves besos me habían entibiado todo el cuerpo, con pequeñas caricias el lobo me había enloquecido lentamente, pero yo estaba determinada a no quedarme atrás, atacándolo con la misma sutileza que él a mi, mordiendo suavemente su mandíbula, jugueteando con su cabello mientras sentía como sus brazos apretaban mi cintura, dejando pequeños círculos en la parte baja de mi espalda. Solo de pensarlo sentía como mi cara se ponía totalmente colorada, como sin miedo había deslizado mis manos para despojarlo de su camiseta, encontrándome no solo con su escultural cuerpo, que aún me dejaba babeando, pero también con esa picara sonrisa que me dejaba sin aliento; por todos los dioses como conseguía enloquecerme este chico. Con un giro fluido me había dejado atrapada entre el colchón y su cuerpo, pegándonos de tal forma que ni el aire quedaba entre nosotros, mientras besaba mi cuello, dando pequeñísimas lamidas y mordidas, sin darme cuenta mis suspiros habían comenzado a llenar la habitación. En ese momento nada me importaba, nada más que nosotros y ese momento, la sensación tan intensa de estar viva y nerviosa y excitada y feliz y mil cosas más.
Aún con su picara sonrisa Ian se despego de mi cuello para mirarme intensamente, jugando levemente con el borde de mi camiseta de una forma que me ponía de los nervios, pero conseguí asentir levemente, quería esto con él. Separándose con delicadeza cinchó de mi para sacarme también aquella prenda, esparciendo nuevos besos desde el borde de mi cadera, todo por mi abdomen hasta el centro de mis pechos.
- Sos verdaderamente hermosa gatita- me dijo con esa voz ronca que tanto me enloquecía, y no pude evitar volver a lanzarme por sus labios.
Cada nervio de mi cuerpo estaba en alerta, la sensación de su cálida piel pegada contra la mía era simplemente celestial, la forma en que sus manos apretaban mis piernas. No era una experta pero estaba bastante segura de que a él también lo enloquecía esta cercanía, sus ojos brillantes y la respiración agitada mientras recorría su cuello con mis labios, rozándolo suavemente para después morder y chupar la piel sensible. La intensidad aumentando a medida que ambos íbamos perdiendo cada vez más las inhibiciones, nuestros cuerpos rozándose duramente, apretándonos cada vez más. Ian volvió al ataque, haciéndome sentir deliciosamente atrapada debajo suyo, a la merced de sus caricias; sentí como nuevamente bajaba, besando lentamente el borde de mi sostén para luego correrlo y llevarse mi pezón a la boca y comenzar a chuparlo. Sin poder evitarlo un chillido escapó de mis labios, entre placentero e indignado, nunca nadie me había hecho algo así, esos intensísimos ojos verdes observándome mientras me retorcía levemente de placer. Su pelvis embistiendo la mía, esa dureza rozándome hasta perder la cordura, no alcanzaba a hacer nada más que rendirme a todas las nuevas sensaciones.
No se cuanto tiempo estuvimos así, enredándonos en una lucha, besando y mordiendo al otro, mis pechos se sentían hipersensibles ante su lengua y labios, todo mi cuerpo deseando mucho más de lo que estábamos haciendo, pero por alguna razón no me atrevía a ir más allá, y él tampoco cruzo esa delgada linea que sin darnos cuenta habíamos trazado. Con las respiración apenas agitada Ian pego su frente a la mía, el tibio aire de nuestras respiraciones entremezclándose, su mirada verde conteniendo mil cosas diferentes.
- Te quiero Cathy - susurró por fin depositando un tierno beso en mi frente- y no quiero parar, no se como estoy parando porque muero por hacerte muchas cosas mas gatita, quiero oírte gritar mi nombre mientras arañas mi espalda, pero no ahora.
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En el amor y la guerra, todo se vale
FantasíaCon 18 años todavía no me siento un adulto, pero definitivamente no soy ni una niña ni una adolescente desquiciada, aunque probablemente todavía tengo un poco de la ultima viviendo en mi. La mayor parte de mis preocupaciones se centran en el estudio...