41

782 75 29
                                    

     Me sentía bastante tonta estando parada en el gran salón en línea con los demás, se suponía que todos teníamos que estar allí al frente para recibir a las diferentes personas,dioses y criaturas que habían acudido a nuestro llamado. A mi lado se encontraban cuchicheando Eric y Enzo, no podía evitar suspirar de alivio de tener al maldito insoportable nuevamente parado y bromeando; Ares había creído que era prudente que estuviera recibiendo con nosotros, una muestra de fuerza en caso de que alguna de las personas que llegase supiera algo del ataque. Un poco más allá se encontraban los demás dioses y solamente algunos de sus hijos. Junto a Atenea estaba la hermana mayor de Sele, y con Afrodita simplemente Bastian, no se como alguna vez había dudado que fuera el hijo de la diosa del amor. Se veía malditamente bien y sabía que para él estaba por comenzar un juego muy peligroso, intentar infiltrarse no podía ser fácil, y aunque no dudaba de sus capacidades tampoco podía evitar preocuparme. Sus ojos azules ni por un segundo se cruzaron con los míos, tan concentrado como estaba en la situación, el perpetuo soldado. Pero al otro lado del pasillo se encontraba una pequeña delegación de la manada de Ian y algunas de las demás circundantes, su mirada verde buscando la mía cada pocos minutos, siempre con una sonrisa. Habíamos pasado buena parte de la tarde y toda la noche juntos, hablando, tonteando y perdiendonos en el otro, este chico me había convertido en mas pervertida de lo que ya era antes, sin quererlo era mi adición personal, en todos los sentidos.

      A último momento la única persona que faltaba se hizo presente, entrando a paso tranquilo por una de las puertas laterales; y aunque desde mi posición no era capaz de verle sabía que era él. Mi piel volviéndose loca por un instante, sentía como los cálidos cosquilleos se extendían hasta los dedos de mis pies, dandome un placentero escalofrío. Era la primera vez desde el último ataque que nos encontrábamos juntos en la misma habitación, y aunque no lo sabía a ciencia cierta estaba segura de que me había evitado a propósito. Los llamativos cosquilleos no dejaban de danzar por mi piel, urgidendome a moverme, tensión juntandose justo donde se encontraba mi tatuaje; maldije internamente a Prometeo por no haberme permitido verlo antes, no sabía cómo pero estaba segura de que algo le sucedía, y ahora no podía salir de mi lugar para averiguar que diantres era.

     Enredada en las sensaciones no me había dado cuenta de que las grandes puertas centrales ya habían sido abiertas, y que la primer delegación estaba entrando a paso lento. Más de 30 figuras avanzaban con paso confiado, ataviadas de ropas blancas, negras y doradas, acentuaban el aire de misterio y fuerza que los rodeaba. A la cabeza iban dos figuras, un varón y una mujer, con el mismo porte imponente de los demás dioses de la sala, eran Amon e Isis, los primeros en la casa egipcia. Cuidadosamente iban pasando delante de los grupos de bienvenida, intercambiando saludos y cortesías, mientras que el resto de ellos se limitaban a acompañarlos y observar en silencio. Pocos segundos después de su entrada era el turno de Ares, como hijo de Zeus se encontraba apostado bastante cerca de la entrada.

     - Que gusto volver a vernos Ares- abrió con una sonrisa Isis- hace demasiado que no teníamos la oportunidad de convivir todos.

      De cerca era una mujer más que impresionante, si era que podía aplicarsele un término tan terrenal. Con la piel deliciosamente dorada y una cabellera negra llovída hasta unas anchas y sensuales caderas ya hubiera sido increíble, pero cuando a eso le sumabas la cara con rasgos afilados pero adorables y un par de penetrantes ojos negros que destellaban ingenio ya no quedaba la más mínima duda, era una aliada poderosa y una enemiga que temer.

     - Definitivamente ha sido demasiado tiempo querida- respondió rápidamente Ares, besando con delicadeza una de sus mejillas y estrechando la mano a Amón.

     - Y con que esta preciosa joven es tu primera hija- continuó la diosa con una sonrisa que no me inspiraba demasiada confianza.- He escuchado muchos rumores sobre ti jovencita, espero poder conocerte mejor, la primera hija del dios de la guerra seguro está más que llena de sorpresas.

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora