18º

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Mis ojos aún no podían creer lo que veían, después de dormirme en los brazos de Ian, segura me había despertado pensando en lo que había dicho del tatuaje, y como el señor dormilón no me había dejado salir de la cama, cosa que francamente me encantaba, lo había obligado a tomarme una foto con su celular, la cual desde hacía más de 10 minutos estaba mirando, mientras que con una mano acariciaba el lugar de mi espalda donde aparentemente tenía un tatuaje.

Las dos pequeñas alas me encantaban, siempre me habían gustado los tatuajes de alas, pero estaba absolutamente segura que hasta hace un par de días ese pequeño dibujo no se encontraba en mi piel. No tenía ningún sentido.

Devolví el celular finalmente a su lugar en la mesa de luz, con la cabeza aún concentrada en que diablos era lo que había sucedido para que apareciera esa marca. Con la suave luz apenas entrando por las persianas entre cerradas e Ian dejando pequeñas caricias en mi piel conseguí que mi mente dejase de pensar en eso aunque fuera un poco, y pasara a un tema mucho más interesante como la noche anterior. Probablemente era una obsesiva por pensar y analizar todo millones de veces, pero si había algo que no tenía que sobre analizar era la noche anterior; los besos, las caricias compartidas se quedarían por siempre grabadas en mi piel como a fuego, después de todo dicen que las primeras veces nunca se olvidan, y aunque aún no estaba lista para mucho más no me importaba repetir todos los días la noche anterior.

Unos golpes suaves en la puerta me sacaron de mi ensimismamiento. Probablemente era alguno de los chicos chequeando la situación, y aunque no estábamos haciendo nada malo definitivamente no quería que entraran a molestar, así que después de unos segundos de luchar contra los brazos de Ian que no estaban dispuestos a dejarme ir y un par de gruñidos roncos de su parte conseguí salir de la cama con una sonrisa y abrir la maldita puerta.

Definitivamente no estaba preparada para el juego de ojos azules brillantes que me esperaban del otro lado. Bastian llevaba pantalones y campera deportivas, que marcaban sus hombros anchos de una manera que no debería ser legal, y con el cabello levemente despeinado y una sonrisa tímida definitivamente era capaz de tener a cualquier chica a sus pies, aunque con Ian durmiendo en mi cama no era algo que debería estar pensando. Sentí como me escaneaba sin disimulo de pies a cabeza, y por un momento no pude evitar sentirme extrañamente vulnerable a su lado. Esa mirada azul siempre conseguía hacerme sentir desnuda a sus ojos, como si no tuviera ningún secreto.

- Buenos días Cath. - dijo aclarándose la voz después de unos segundos más.- no sabía que estabas durmiendo, no quería molestar...

- No tranquilo.- le contesté con una sonrisa- estoy despierta desde hace rato. ¿Cómo estas?No te había visto desde la pelea.

- Yo bien, nada que un poco de descanso no pueda curar - dijo agrandando su sonrisa mientras se apoyaba descuidadamente sobre el marco de la puerta.- De hecho quería saber como estabas vos, después del desmayo nos dijeron que estabas bien, pero quede preocupado igual.

En ese momento recordé que Eric había dicho que Bastian había sido el encargado de traerme devuelta hasta mi cuarto.

-Estoy bien por suerte, y gracias por traerme después, fue muy amable de tu parte considerando que en peso muerto debo pesar una tonelada. -le contesté medio bromeando.

Él dio un paso cerrando es espacio entre nosotros, y cuidadosamente alargo una de sus manos de dedos largos para acomodar un mechón de cabello detrás de mi oreja que ni siquiera sabía que se había escapado. Podría jurar que su mano se quedó un par de segundos más de los necesarios en mi piel, regalándome un pequeño escalofrío.

- Me importas Cathy, mucho de verdad, y lo volvería a hacer mil veces más.- me dijo mirándome profundamente a los ojos- Además quería disculparme por si dije alguna estupidez, estaba bastante tomado ayer y creo que me salí un poco de control.

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora