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Todos en la mesa parloteaban sobre cómo debía organizarse el viaje, pero yo no podía dejar de repasar mentalmente lo que habían dicho en la apresurada llamada; había habido un nuevo ataque y esta vez los números habían sido abrumadores. Luchadores con fuerza sobrenatural como la vez anterior, lamias, quimeras, lobos y más habían formado parte del ataque, que había tenido lugar en pleno día, justo en horario de clases para tener a los grupos fraccionados, y con tanta gente nueva no se habían podido llevar correctamente los protocolos de seguridad. Aunque habían conseguido frenarlo y la mayor parte de los presentes habían salido adelante con poco más que algunos rasguños los atacantes habían golpeado en un lugar inesperado, habían tomado rehenes, y entre ellos habían llevado a Eric. Al otro lado de la mesa Enzo tenía la misma mirada perdida que de seguro se encontraba grabada en mi rostro, y aunque sabía que no tenía sentido no podía evitar preguntarme qué hubiera pasado si hubiera estado allí, si hubiéramos estado todos juntos, tal vez no se lo hubieran llevado. Como resultado del ataque se había decidido recurrir a medidas desesperadas, y ahora parecía que los arcángeles estaban completamente de nuestro lado y por ello habían ofrecido un arma muy importante para ellos, que se mantenía oculta desde hacía siglos, un arma que ahora nosotros estábamos encargados de ir a recuperar y luego volver rápidamente a casa.

En algún momento de la historia parecía ser que los arcángeles habían tenido vínculos fuertes con Venecia, y como resultado cuando decidieron que el arma había cumplido su cometido por un tiempo y decidieron entregarla para que fuera guardada, esperando a la próxima vez que sus servicios fueran necesarios; al parecer se encontraba oculta en algún lugar debajo del palazzo Ducale, enterrada entre los pilares y custodiada por el agua. Así que allí mismo era a donde debíamos partir urgentemente, para luego seguir a casa, mientras que los demás ya estaban intentando dar con el lugar en que tenían a los secuestrados, y yo solo rezaba por que mi hermano estuviera vivo.

Eric me había dado más cariño y protección del que hubiera pedido, había sido un hermano mayor de cuento y mucho más, siempre ayudándome y escuchándome, cuidándonos a todos, y si así de difícil estaba siendo para mí no podía imaginar cómo se sentían los demás, que tenían más historia y habían estado presentes en la pelea. Había escuchado claramente las lágrimas en la voz de Ares en la llamada, y eso solo conseguía romperme aún más el corazón, a nuestra manera éramos una familia, y aunque éramos más fuertes juntos que separados, sabía que no había nada que pudiera interponerse entre nosotros y Eric, e íbamos a cobrar venganza.

Sin ser consciente de ello ya había terminado de desayunar y estaba de vuelta en el dormitorio juntando las cosas que tenía desperdigadas dentro de la maleta, íbamos a partir hacia Venecia en tren esa misma tarde, y allí íbamos a dejar nuestras cosas en un hotel para luego ir directamente al palazzo y comenzar a investigar donde se encontraba exactamente el arma para recuperarla. Tan ensimismada me encontraba juntando las cosas que no pude evitar pegar un salto al sentir dos fuertes brazos envolviendo mi cintura y pegándome contra su cuerpo.

- Cathy... - escuché como Prometeo decía suavemente, atravesándome con su mirada. - Él va a estar bien.

- No puedes saber eso- le respondí, mi voz sonando más amarga y quebrada de lo que esperaba.- Nadie puede.

Sus brazos se apretaron por un momento a mi alrededor y pude escucharlo suspirar claramente, antes de darme vuelta en su abrazo para quedar cara a cara, apoyando firmemente su frente en la mía, sus ojos sosteniendo los míos por más que quería alejarme, no podía parar, porque sabía que si paraba todo el peso de lo que había pasado me iba a aplastar, y este no era el momento de darme el lujo de dejar que eso me afectara. Pero como si sintiera que quería alejarme él simplemente me apretó más entre sus brazos, manteniéndome en mi lugar y mirándome más profundamente de lo que jamás lo había hecho, como si casi de esa forma pudiera mantener juntas esas piezas de mi que sentía que se estaban resquebrajando.

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora