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      Me encontraba mirando por la ventana hacia el patio exterior, la extensión de césped imposiblemente verde se movía de forma hipnótica con las ráfagas de viento, permitiéndome desconectarme aunque fuera por un rato. Nos encontrábamos en la sala de reuniones, a mi espalda Samuel y Prometeo se encontraban sentados alrededor de la mesa, mientras que Ian estaba apoyado en el borde de la misma, su mirada clavada en mi espalda; estábamos esperando a Harael, quien había ido a buscar al arcángel Rafael, quien se supone que era el más cercano a los procesos de curación. No me daba buena espina estar pidiéndole ayuda a los arcángeles, no sentía que pudiera confiar en ellos, aunque los muchachos si lo hicieran. Había conseguido que aceptaran decirle a Rafael que queríamos ver que poder podríamos llegar a intercambiar vía nuestra conexión, y si era posible intercambiar también con otras especies; ahí entraba en juego Ian, quien se había ofrecido de conejillo de indias, para poder llevar adelante el ensayo. Si éramos capaces de enviarle energía al lobo, teníamos que ser capaces de enviar energía a Eric, y dirigirla para curarle. O eso esperaba. 

     En el patio ya se estaba armando el entierro, significativo, de todos quienes habían perdido su vida en manos de quienes nos perseguían, 11 habían sido los secuestrados, pero solo seis de ellos habían vuelto. Una oleada de angustia me atravesó como un rayo, en un par de días se habían perdido 5 vidas, de los tres partenones, una brutalidad que no conseguía comprender. Sentía la daga escondida debajo de mi remera, pegada a mi espalda baja, calentándose, como si también pudiese reaccionar frente a la injusticia, si estuviera enojada.

     - Haremos que esto termine - dijo Prometeo. 

     Sin darme cuenta se había acercado a mi espalda y observaba también la escena que comenzaba a formarse en el jardín. 

     Asentí sin mirarlo, la realidad era que no quería enfrentarme a su mirada, todavía no sabía hacerlo, y francamente estaba demasiado agotada como para comenzar a intentarlo. Si esperaba alguna respuesta no dio muestras de ello, aunque ya no sabía que pensar de él, también era consciente de que necesitábamos poder trabajar juntos si teníamos alguna esperanza de salir enteros de esto. 

     El sonido de la puerta abriéndose llamó mi atención, rápidamente el aire en la habitación cambiando cuando  ingresó Rafael, su presencia extendiéndose como una onda expansiva, pero sintiéndose menos abrumadora que las veces anteriores. Como si él también hubiese notado el cambio vi como su inexpresivo rostro se giraba hacia mí, los inquietantes ojos brillantes clavándose y analizando; de pronto no me sentía tan segura de esta idea. Pero no podía dar marcha atrás. 

     Sin decir una palabra tomamos asiento alrededor de la mesa, intentando formar un frente unido.

     - Veo que ya has hecho uso de la daga, hija de Ares - habló el arcángel, su voz de barítono llenando el silencio. - Tu aura ha sufrido interesantes alteraciones con ello, y probablemente aún vaya a continuar evolucionando. 

     - Tuve que utilizarla en el rescate - dije, sin querer ser grosera, pero sintiendo que no le debía explicaciones. 

     Los ojos brillantes por un segundo parecieron perspicaces, como si hubiera algo más que quisiera decir frente a aquello, pero se contuvo; no estaba segura cual de ambas opciones era la más deseable. 

     - Harael me informó que estaban interesados en algunas recomendaciones para practicar intercambios de energía, y estaban interesados en intentar hacerlo con personas externas  a su partenón de origen... ¿estoy en lo correcto? - comenzó Rafael, saltando justo al asunto. 

     - Precisamente - intercedió Prometeo, su voz tomando un tono completamente serio - en el viaje a Venecia logramos establecer nuestro vínculo, pero no hemos podido establecer su poder o profundidad. Creemos que dado que ambos somos mestizos, podría ser posible establecer también conexiones con otras personas de diferentes ascendencias, y que esto podría llegar a ser de importancia en contextos de pelea, como los que enfrentamos ayer. 

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora