Tenía la cabeza firmemente enterrada entre el mar de almohadas que era mi cama, con la frazada totalmente enredada al rededor de mi cuerpo. La alarma en mi mesa de luz había sonado y sonado incesantemente pero no conseguía juntar las fuerzas para salir de mi pequeño capullo y enfrentar al mundo que me esperaba fuera de estas cuatro paredes; como si atrasando el momento un poco más pudiera liberarme de todo. En un gesto involuntario mis dedos se movieron hasta mi boca, acariciando levemente mis labios con las yemas de los dedos, como tantas otras veces había hecho en la noche, sin pegar un ojo.
Mi mente aún no era capaz de procesar completamente las diferentes cosas que habían pasado, pero lo único que volvía incesantemente era el beso, bueno, los besos. No podía creer que estos labios hubieran sido besados dos veces esa noche, y por personas diferentes. Nunca antes había siquiera llegado a imaginar que yo era el tipo de chica que podía llegar a hacer aquello, no me considerada confiada, ni sensual, ni encantadora; jamás había conseguido acercarme a hablar con algún muchacho que me parecía atractivo, y jamás ningún chico ni chica se había acercado a mi; era incapaz de coquetear, de leer esas pequeñas señales, podía imaginarme la situación perfecta en mi cabeza y luego no saber que hacer en la realidad. Y aún así de alguna forma, la noche anterior había sido besada dos veces, en dos situaciones muy diferentes y por chicos básicamente opuestos, cada uno que me enloquecía y me encantaba a su propia forma; y ninguno se merecía el hecho de que ella había besado al otro. Me sentía la tonta más grande del mundo pero la culpa me carcomía, aunque lo que más me preocupaba era que realmente no sabía cual de los dos besos me había gustado más, no sabía con quien estaba enojada o con quien tenía que aclarar las cosas; toda la noche en vela, y no había conseguido sacar nada en claro de mi mente o mis sentimientos.
Los fuertes golpes en la puerta de mi cuarto solo me hicieron apretarme más en una pelotita, como si con ganas pudiera volverme uno con las frazadas. Sentía la voz de alguno de mis hermanos amortiguada por todas las capas de material, pero no conseguía distinguir que era lo que estaba diciendo y tenía la esperanza que me dejaran dormir todo el día y así poder escapar un poco de las obligaciones. Pocos segundos más tardes los golpes cesaron y me relaje un poco debajo de las mantas, pero pronto sentí como alguien se mi tiraba como muerto, asfixiándome y haciéndome cosquillas a la vez.
- ¡No no no no no no!- chille incesantemente hasta que sentí como la persona rodaba hacia el otro lado de la cama liberándome, y corría las frazadas lo suficiente como para descubrir mi rostro.
- ¿Qué te pasa enana?- me preguntó suavemente Enzo a la vez que depositaba un suave beso en mi frente, alejando el cabello de mi cara con sus dedos, sus ojos mieles fijos en los míos.
Negué levemente con la cabeza intentando volver a enterrarme en mi pequeño nido, pero solo conseguí que él me destapara más, con una sonrisa. Me sentía tonta y completamente avergonzada, estaba siendo formada para ser una guerrera y tenía una enorme responsabilidad sobre mis hombros, y mi mayor preocupación al momento eran dos chicos, mis prioridades no podrían estar más jodidas, pero ni ello parecía ayudarme a ponerlas en orden.
- ¿De verdad piensas jugar al mudo conmigo?- me preguntó, aun tirado en la cama a mi lado, sosteniendo los bordes de mi frazada para que no pudiera volver a esconderme en ellas, a lo que yo solo conseguí mirarlo fijo, no queriendo asumir que eso era exactamente lo que estaba haciendo.- Muy bien linda, sabes que podemos hacer esto por las buenas o por las malas, de verdad preferiría que fuera por las buenas porque verdaderamente puedes confiar en mi y en todos para lo que sea, pero puedo entender si quieres tomarte tu tiempo para decirlo. Solo quiero que sepas que de una forma u otra me lo vas a decir.
No puede evitar la sonrisa que se extendió lentamente por mi rostro ante las palabras de Enzo. Si, definitivamente estábamos hasta el cuello con mierda como había dicho Prometeo la noche anterior, con todos tipos de mierda, pero ahora a diferencia que unos pocos meses atrás tenía gente en ello conmigo. Parecía mentira lo cercana que me sentía con los chicos, como de verdad los quería como si hubiéramos crecido todos juntos como los hermanos que éramos, y como en unos pocos segundos conseguían darme fuerzas y sacarlo mejor de mi.
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En el amor y la guerra, todo se vale
FantasyCon 18 años todavía no me siento un adulto, pero definitivamente no soy ni una niña ni una adolescente desquiciada, aunque probablemente todavía tengo un poco de la ultima viviendo en mi. La mayor parte de mis preocupaciones se centran en el estudio...