78º

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     Me refregue los ojos por millonésima vez, los sentía cansados e irritados, pero no podía evitar tener la mirada fija en el cuerpo en la camilla, conectado a diferentes aparatos, segura de que si cerraba los ojos por un segundo, pudiera perderme cualquier indicio de que iba a recuperar la conciencia.  Habíamos llegado demasiado tarde, era lo único que se repetía incesantemente en mi cabeza, chicos habían muerto porque nosotros nos habíamos tomado demasiado tiempo; podríamos haber tomado un tren más veloz a Venecia, o podríamos haber intentado entrar más rápidamente para recuperar la espada, podríamos haber intentado regresar antes de Venecia en un vuelo nocturno, podría no haber perdido todo ese estúpido tiempo con Prometeo, podría...

     Y el barullo mental sigue sin cesar, la culpa me carcome y sinceramente ni siquiera intento razonar con todas las voces que gritan cosas horribles en mi cabeza, que me culpan porque mi hermano ahora este así, por las vidas que se perdieron. Una vez más paso mis manos con fuerza por mis ojos, sintiendo la piel tensa de mis mejillas, infinitas lágrimas se habían secado sobre ellas, no valía la pena intentar secarlas, sabía que no iban a dejar de venir. El estable pitido de las maquinarias es a la vez confortante y desquiciante, me deja saber que todo está en orden, pero hace que el paso de tiempo sea horriblemente lento. Solo quería que Eric abriera los ojos. 

    Un suave golpeteo en la puerta llama mi atención, y despegando los ojos de la cama me encuentro con Enzo, luciendo tan drenado y preocupado como yo, pero al menos pareciera estar un poco más descansado, aunque oscuras ojeras aún acompañan sus ojos. Con cuidado entra a la habitación, evitando hacer ruido, como si la más mínima perturbación pudiera afectar el estado de Eric, como si algo de todo esto aún estuviera en nuestras manos. Tomando el lugar a mi lado en el sillón, envolvió delicadamente su brazo alrededor de mis hombros, pegando nuestras cabezas, y así como así, cascadas de lágrimas volvían a decorar mis mejillas.

     Haber perdido a mi abuela, esa escena sangrienta que tenía en mi mente, había sido un horror que no podía imaginar, pero estar así, esperando y viendo como alguien a quien amas se debate entre la vida y la muerte, era absolutamente desgarrador. No era justo, bajo ninguna ley universal, y aún así, no había nada que ninguno de nosotros pudiera hacer, y yo me sentía morir con él.

     - Ahora yo voy a cuidar de él - habló con suavidad Enzo, el tono pastoso en su voz indicando que estaba llorando de igual forma que yo. - Necesitas descansar Cath, tienes que cuidarte, Eric así lo querría. Yo me quedaré aquí, y los llamare por cualquier cosa que pueda suceder. 

     Porque todavía no sabíamos si va a sobrevivir. Pensé internamente, al cierre de su frase. 

     Como una autómata asentí y me levanté, cada paso sintiéndose con la pesadez de una tonelada. Con cuidado me pare a su lado en la cama, acariciando con cuidado su cabello color del fuego, sintiendo su suavidad en mis dedos; y tras depositar un beso en su sien, simplemente salí de la habitación. 

     No estaba segura de que hora era, pero por la oscuridad que me rodeaba sabía que ya era entrada la madrugada. Los pasillos del complejo desiertos, el silencio presionándome cuando lo rompía con mis pasos; llegando a la base del ascensor me detuve, sin saber que hacer. No podía volver al apartamento, era egoísta pero sabía que no iba a poder lidiar con el dolor de los demás, y solo pensar en acostarme en mi cama a descansar me era imposible; tampoco podía ir con Selena o Luz, ellas estaban lidiando con sus propias pérdidas y problemas. El gimnasio era la única opción medianamente aceptable que se me venía a la mente, por lo que haciendo acopio de las fuerzas que tenía levanté la cabeza y me dirigí hacia allí. La oscuridad recibiendome con un frío abrazo, y aunque sabía que seguramente terminaría por enfermarme saliendo sin abrigo con aquella temperatura, agradecía el ardor que me quemaba la piel y me hacía tiritar, agradecía cualquier cosa que pudiera distraerme del dolor que sentía. 

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora