La cama estaba simplemente demasiado cómoda como para simplemente levantarse de ella y enfrentarse al mundo; el colchón se sentía particularmente mullido y las sabanas tenían un olor delicioso que aunque me resultaba familiar no podía terminar de identificar. Me sentía más relajada de lo que me había sentido en un buen tiempo, por lo menos hasta que recordé los sucesos del día anterior, y el dolor volvió a instalarse en mí. Como si el sufrimiento fuera el llamado de una sirena Prometeo entró agitado a la habitación.
Llevaba puestos unos simples pantalones sueltos de pijama, dejando al aire el misterioso tatuaje de su pecho. Nuestra permanente conexión se hizo presente esparciendo una cálida sensación por mi cuerpo, aunque el moreno se iba acercando cuidadosamente a la cama en que me encontraba, como si intentase no sobresaltarme.
- ¿Cómo estás Cathy?- dijo con la voz levemente ronca a la vez que se sentaba a mi lado.
- Supongo que todo lo bien que puedo estar.- respondí intentando hacer que una sonrisa aflorase en mis labios.
- Así que como la mierda- dijo con su típica sinceridad bruta, consiguiendo ponerme una sonrisa al levantar la vista para ver la suya.- no olvides que puedo sentir partes de lo que sentís.
- Básicamente si, no puedo negarlo.
- No tenes porqué hacerlo... Estaba preparando el desayuno- dijo parándose repentinamente de la cama, como si se hubiera arrepentido antes de hacer algo. - Te espero cuando estés lista.
Tras lo cuál desapareció del cuarto tan rápidamente como había entrado, entornando la puerta detrás de si. Los sucesos de la noche anterior aún volvían lentamente a mi cabeza, el llanto y las discusiones, terminar la noche durmiéndome recostada contra Prometeo. Se sentía extraño, todo era demasiado extraño, el dolor que se había alojado en mi pecho estaba para quedarse, pero al mismo tiempo la pequeña burbuja en la que estaba me permitía respirar; si sólo pudiera quedarme permanentemente aislada en ella sería todo más sencillo, pero en mi vida nunca había predominado lo sencillo, y me negaba a tomar la salida fácil ahora, menos en esto. No podía permitirme ser la ex triste que lloraba en los rincones, yo era mucho más que una relación, por más que está se hubiese vuelto todo en muy poco tiempo; por más que doliera iba a poner una sonrisa y encarar en mundo... En un rato.
Levantándome con cuidado me dirigí hacia la otra puerta que se veía en el cuarto y afortunadamente daba lugar a un cuarto de baño. El estilo moderno también se hacía presente allí, con colores grises y negros y grandes espejos, y al final junto a una gran ventana una bañera enorme estilo jacuzzi. Mis ojos me miraban tristes desde mi reflejo, el cabello rebeldemente despeinado rodeaba mi cara y mi cuerpo se encontraba enfundado en una enorme camiseta que llegaba unos dedos por debajo de mi trasero. Hice una nota mental de preguntarle a Prometeo sobre ello, aunque por alguna razón no me alarmaba el cambio de ropa, y mientras me aseaba mi cerebro se enloquecía por no estar enloquecido.
El aroma a café proveniente de la cocina era totalmente irresistible, y aunque no lo tomaba no pude evitar dirigirme allí sin dudarlo. Como todo el resto del apartamento la cocina era inmensa y moderna, dominada por grandes mesadas y una enorme isla que también hacía las veces de desayunador. El moreno se encontraba de espaldas a la entrada, preparando algo en el fuego, los músculos de su espalda se marcaban suavemente mientras se movía, de una forma extrañamente relajada que nunca le había visto. En la mesada ya se encontraba desplegados jugo de naranja, tostadas y el delicioso café, y mientras me aproximaba pude ver cómo terminaba una tanda de panqueques y se volteaba para llevarlos también.
- Gracias- dije obligándome a formar una sonrisa de verdad a la vez que me sentaba a su lado.
Con un simple asentimiento me pasó un plato lleno de comida para comenzar a desayunar. Aunque el silencio no se me hacía incómodo definitivamente me resultaba extraño, Prometeo seguía siendo una incógnita en la mayoría de los aspectos; y yo le había volcado la mitad de los problemas de mi vida a la suya y me sentía cómoda con ello, con él.
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En el amor y la guerra, todo se vale
FantasyCon 18 años todavía no me siento un adulto, pero definitivamente no soy ni una niña ni una adolescente desquiciada, aunque probablemente todavía tengo un poco de la ultima viviendo en mi. La mayor parte de mis preocupaciones se centran en el estudio...