Capítulo 115

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Como pudo, Olivia sacó a Noah de la bañera y lo puso sobre la cama para ayudarlo a vestir.

—¿Ahora si tienes hambre? —preguntó Liv intentando que su hijo le dijera más de dos palabras—. ¿No quieres hablar conmigo? ¿Ayudarme con el almuerzo tampoco? —levantó su barbilla—. Podemos preparar un postre para los dos.

—Me olvidaste en la escuela...

—Cariño, sólo llegué un poco tarde. 

—No. Wyatt dijo que ya no irían por mí por ellos —se cruzó de brazos y señaló la barriga—. ¿Ya no me quieres por eso?

—Noah, eso no es cierto —tomó aire e hizo que se sentara en la cama, sólo faltaba que se pusiera las medias y los zapatos—. Cariño, tú eres lo más importante en mi vida. Te amo y a ellos los voy a amar igual que a ti.

—Wyatt dijo que los ibas a querer más a ellos. Él es un hermano mayor y eso le pasa a los hermanos mayores —repitió las palabras de su compañerito de clases.

—Wyatt sólo debe estar enojado con sus papás, cielo. Todos los papás quieren a sus hijos por igual y...

—Ya no juegas conmigo.

—¿Ves mi barriga cariño? —preguntó y él asintió—. Bien, pues tus hermanitos pesan bastante y no puedo hacer lo mismo que antes pero no quiere decir que dejé de amarte o que te vaya a dejar olvidado porque los amo más a ellos. ¿Entiendes?

—Si mami.

—Te amo muchísimo, mi amor. No olvides nunca lo mucho que mami te ama —lo abrazó fuerte y el niño se puso de pie sobre la cama para darle un beso y aferrarse a su cuello mientras la abrazaba.

Terminó de vestirlo y bajaron a la cocina. Olivia ayudó a subir a Noah sobre el mesón para poderlo vigilar y porque estaba mucho más animado y quería ayudar a preparar el almuerzo. Casi una hora después la comida estaba lista para servirse. Como sólo eran ellos dos decidieron comer en el desayunador de la cocina y no en la gran mesa de comedor. 

Hacía un lindo día así que después que Noah hizo su tarea lo aprovecharon jugando en el jardín de la casa. Olivia se había sentido tan culpable por lo que su hijo pensaba que hizo un esfuerzo para jugar con Noah aunque sintiera que la vida le pesaba. Ella había tenido un antojo de milkshake de chocolate después del almuerzo que tuvo que compartir con el niño por lo que estaba más activo que nunca. Cuando sintió que ya no podía más convenció al pequeño para que jugara dentro de la casa mientras ella estaba en el cómodo sofá que por suerte se había traído de su departamento.

—Mami, ven juega.

—Cielo, dale un respiro a mamá. Sólo unos minutos y estoy contigo —dijo y subió sus pies a la mesita de centro, sus pies se empezaban a hinchar y era muy molesto. 

—Mami, un ratito más —pidió haciendo pucheros.

—¿Qué tal si mejor vemos una película? 

—No. ¿Puedo seguir jugando? 

—Sí, cielo. Cuidado con los filos y no corras cerca de las mesas, ni de nada de vidrio.

—¡Sí! 

Olivia respiró profundo, empezaba a tener dolor de cabeza. Puso su cabeza hacia atrás y cerró los ojos unos segundos hasta que su celular sonó. Contestó la llamada sin fijarse quién era. Intentó hablar lo menos posible intentando calmar su dolor. Elliot llamaba por segunda vez en el día para preguntar como iba todo. Le informó rápidamente que habían encontrado similitud en el modus operandi de su caso con el de un caso de hace varios meses en Nueva Jersey e irían hacia allá para hablar con la víctima. Se limitó a responder en modo de Teniente diciendo que consiguieran algo para esclarecer el caso que llevaban y terminó la llamada. 

Reencuentros amorososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora