Capítulo 120

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—No, no, no, no. Bebés, falta mucho todavía por favor —susurró retorciéndose en silencio por otra contracción.

El dolor era tan fuerte que sólo se dejó  resbalar hasta quedar sentada en el piso ya que sentía sus piernas temblar.

—¡Elliot! —gritó con todas sus fuerzas cuando sintió que su voz por fin salía mucho más alta, no aguantaba más el dolor.

Elliot escuchó su nombre muy a lo lejos y se puso de pie al instante. Beck no había escuchado nada por lo que insistió que eran sólo ideas suyas y como estaban tan cerca quería que se volviera a sentar. Él no quedó muy satisfecho con eso así que caminó hacia la oficina de Olivia, de donde creía que había escuchado su voz.

—Elll... que no es nada —dijo Dani tomando su brazo, impidiendo que continuara caminando—. Hace casi una hora que se fueron todos.

—Te digo que escuché algo —aseguró serio.

Escuchó un sollozo, se soltó del agarre de Beck y llegó rápidamente a la puerta de la oficina de su Teniente.

—¡Dios! ¡Liv! —gritó al verla sentada en el piso, con los ojos cerrados y lágrimas descendiendo por sus mejillas. Su desesperación aumentó al ver su rosto tan pálido—. Cariño, abre los ojos —pidió acariciando su mejilla—. Llamaré a Allan y estarán bien.

—Me duele demasiado —se quejó, apretando aún más el cierre de sus ojos—. Tenemos que... que llegar a las 34 —susurró acariciando su barriga.

—Van a estar bien, mi amor —repitió, más que queriendo convencerla a ella para convencerse él mismo.

Llamó a Allan y le dijo muy superficialmente lo que estaba pasando con ella. Él tendría todo listo cuando llegaran al hospital así la atenderían más rápido. Terminó la llamada y tomó a Liv en sus brazos. Dani estaba un poco alejada de ellos, viendo la situación pero cuando vio a Elliot dispuesto a salir con Olivia en brazos se ofreció a acompañarlos. Como pudo, Liv le dijo que no, que la quería lejos de ellos y él por supuesto cumplió con eso.

Condujo lo más rápido que pudo al hospital, con la sirena encendida y repitiendo una y otra vez que todo estaría bien. El hospital estaba un poco más lejos del trabajo que lo que quedaba de casa por lo que se demoraron más. 

En la puerta del hospital Allan los estaba esperando con una camilla y con todas las salas listas para un probable parto. 

—Ell... prométeme —gritó por una nueva contracción—, prométeme que los elegirás —tomó aire y empezaron a caminar con ella en la camilla dirigiéndola a la sala de urgencias—, debes prometerme que salvarán a los bebés... yo... yo no importo.

—Shhhh... Liv, mi vida no me digas eso —secó una lágrima del rostro de ella—. Los cuatro saldremos de este hospital. Tú y ellos van a estar bien.

—Elliot, tenemos que entrar —anunció Allan en la puerta de la sala, ese era un claro y preciso "tienes que esperar fuera".

—¡Esperen!

—Liv, tenemos que revisarte.

—Ell, prométemelo —repitió tomando su mano, estaba segura que Allan tendría que hacerlo elegir entre ella o los bebés y no quería que se sintiera culpable si sucedía algo—. Por favor, ellos son lo más importante —añadió derramando un par de lágrimas más.

—Los tres van a estar bien —contestó haciéndose el fuerte pero su voz se iba quebrando poco a poco.

—Su presión sigue subiendo doctor —susurró una de las enfermeras después de hacer la medición.

Reencuentros amorososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora