Acto CIX: Quizás no sea nadie

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Al colisionar la desbordante fuerza de ambos dah'aros, la luz resplandeció como nunca.
Las chispas del arma de Kayt saltaron hacia todas direcciones, mientras que el dah'aros de Vista permaneció inmóvil, estable en todo momento. El poder del Guardián era inhumano, algo nunca visto. Kayt no sabía de dónde extraía tal potencia, hasta el punto de plantearse si realmente sería capaz de poner contra las cuerdas a alguien como su padre Sun. Era probable, pero aun así habría sido un duelo memorable.
Con su celestial dah'aros, Vista ejercía una presión difícil de dominar. Las manos de Kayt no dejaban de temblar, y no sabía cuánto aguantaría sin sucumbir. La energía discurría entre sus dedos, provocándole un molesto cosquilleo.
Entonces, apretando los dientes y frunciendo la nariz, Kayt ejerció toda la fuerza de su interior hasta lograr igualar a Vista. Este, aun así, ni se inmutó. No se lo ponía nada fácil.

—¡Tú puedes, Kayt, tú puedes!
Con la tensión por las nubes, Aia analizaba cada movimiento desde su situación. Tenía los dedos cruzados, deseándole lo mejor a su pupilo.
—¿Qué es eso que hacéis? ¿Cómo es... posible? —Frappy retrocedió de un salto—. ¿Quiénes sois, por la Gloria? —miró a Soka, que lo observaba con una sonrisa desgarradora. Sintió deseos de salir por patas.
Frappy siempre hablaba de sí mismo como alguien poderoso, un portador mágico, pero era obvio que mentía para vanagloriarse. Influenciado por el arisco comportamiento de su alumno, Aia quiso darle una lección.
—Somos pura energía, la fuerza latente, los ocultos del planeta. Mantenemos vivo un poder ancestral que continúa desde los orígenes del tiempo. Nosotros somos el equilibro del Mundo Roto —cerró la mano, su puño reverberando poder—. Quizá no seamos nadie, quizá sí. Quién sabe.
Frappy esbozó una sonrisa artificial para intentar disimular su miedo, uno que no podía esconder ante alguien como Aia.
—Ajá —dijo simplemente.
Aia ahogó su risa lo mejor que pudo. Sin embargo, su diversión se volvió insignificante al entrar sus ojos de nuevo en contacto con el combate que Kayt libraba. Debía prestar toda su atención.
Era un enfrentamiento decisivo, se decía una y otra vez. Si Kayt ganaba, despertaría como pocos mortales (o ninguno) lo habían hecho. Aia no sabía qué aguardaba tras las enormes Puertas de la Sabiduría: de hecho, nadie lo sabía, ni el mismo Sun Dracorex en sus mejores días.
Algunas leyendas contaban que los dos dragones opuestos de los grabados custodiaban el interior para conceder cualquier deseo al Elegido; otros decían que había tesoros y conocimiento infinitos más allá de lo humano, o incluso los tan buscados volúmenes de los Diez Desconocidos.
Pero, al fin y al cabo, no eran más que teorías especulativas sin base alguna. Nadie conocía la verdad, tal vez ni los propios Guardianes de los Sentidos.

Poco a poco, Kayt iba viéndose despojado de su poder. Su espada de luz era cada vez menos estable, aunque eso en esta ocasión no le brindaba ventaja alguna.
Vista y su dah'aros estaban a otro nivel. Kayt sabía, que cuando sucumbiera ante el, su dah'aros se quebraría y el Desafío acabaría. Debía tomar medidas antes de que su hipotético fracaso.
Entonces, Kayt estiró una pierna hacia detrás. Como era evidente, Vista no podía verlo. Sin embargo, sus capacidades de percepción psíquica opacaban toda carencia.
—Puede que me sea imposible ver, pero la energía mental me ilumina —pronunció Vista—. Me muestra el camino, y yo lo sigo. No me hacen falta ojos mientras tenga la mente.
Los vellos de Kayt se pusieron de punta. Era imposible, o al menos eso parecía. El sentido se le hacía cada vez un concepto menos inteligible.
Acto seguido, de forma arriesgada (y de la que quizá se arrepintiese), se impulsó con el pie retirado y saltó hacia atrás. Sin embargo, antes de que pudiera hacer nada, Vista aplacó su movimiento con su arma enérgica. Desequilibrado, Kayt cayó al suelo con torpeza. Vista había previsto su ataque sin necesidad de verlo, y además había generado nuevas fallas en su arma. Unos ataques más y algo de presión y el retador perdería.
Eso significaría que no era realmente nadie, que nunca lo había sido. Otra mota de polvo más en la línea de tiempo que sería olvidada con el tiempo, y Kayt no quería eso. Quería ser una Leyenda, como el padre al que nunca había conocido.
Rápidamente, el guerrero se puso en pie con una agilidad que Vista no fue capaz de prever y, ensordeciéndolo con un alarido tronante, asestó una estocada contra su rival, quien retrocedió. El Guardián colocó una mano sobre el suelo, la otra extendida con el dah'aros bien sujeto.
Sin desistir, Kayt saltó hacia él repleto de valor, la motivación circulando por sus venas. A pesar de tanta decisión, aquel salto le pareció eterno, como si el tiempo se detuviera. Su cabello ondeando al viento, el movimiento imparable de toda su ropa al agitarse ante la brisa. Olió el aroma a sudor, también el pavor. Apreció la energía fluir en vetas de serpenteante luz azul, aunque solo por instantes.
Cuando el poder viviente desapareció de su rango visual, Kayt se halló frente a Vista. Así pues, asestó un mandoble enérgico que colisionó contra su dah'aros como un planeta fuera de su órbita. Tal fue el poder empleado que una falla nació en el arma de Vista, aunque diminuta. Eufórico, Kayt bufó. Su labor no había acabado aún.
Pero ni aun así el Guardián alteró su pétreo rostro. Kayt dio un salto hacia atrás a merced del viento, y Vista se dispuso a contraatacar. Al abrir ampliamente sus ojos relucientes, empuñó con fuerza el dah'aros y se lanzó contra Kayt cual torpedo. El joven imitó su brutal acometida, y ambos colisionaron como dos titanes enfrentados para la eternidad.
Pero, esta vez, no hubo presión ejercido que valiese. En cambio, se desató un enfrentamiento directo y sin cuartel.
Adelantándose, Vista apartó su espada y atacó con firmeza a Kayt. Este se protegió y eludió el golpe, pero, al retirar la espada, apreció que Vista volvía a la carga. La arremetida tuvo sus consecuencias, y las fallas fueron en aumento por ambos bandos.
Entonces, Kayt gritó eufóricamente y asestó un tajo revés. No fue el único, pues atacó con una ráfaga implacable. El golpe culminante implicó tanto poder que una tormenta nocturna sobre el dah'aros de Vista se hubiese quedado corta.
Debilitado, las manos del Guardián flaquearon. Este, manteniendo la compostura, levantó el arma de energía de forma inesperada sin dejar oportunidad a su adversario. Kayt lo eludió rápidamente, haciendo gala de sus grandes reflejos.
Una vez más, Vista dio un gran salto sobre él que Kayt consiguió mitigar oponiendo presión en vertical. Tras una finta, atacó con violencia indómita y Vista se vio obligado a retroceder apoyando el arma en el suelo. La hoja se hundió en la piedra ancestral sin quebrarla.
Mientras que las energías de Vista parecían ser infinitas, Kayt perdía las suyas gradualmente. Cada minuto transcurrido lo dejaba más abatido, y sabía que llegaría el momento en que no tendría fuerzas suficientes ni para tenerse en pie. Debía recuperarse de la forma más eficaz y fugaz posible, no tenía otra opción.
Por ello, Kayt se mantuvo en pie impasible y miró a Vista con fiereza. Tras eso cargó ambos puños, relajó la mente y sintió la energía de las ondas fluir por todo su cuerpo. Poder en conexión, los sentidos en plácido contacto con el medio. Algo energía consiguió restablecerse por cada rincón de Kayt, y entonces cerró los ojos. Cuando los abrió se sintió restaurado, pero Vista andaba cerca.
Kayt aulló como una bestia. El infranqueable guerrero había renacido.
Los dah'aros volvieron a impactar infundidos de nueva luz, mas Kayt logró vencer a la presión inhumana de Vista en poco tiempo. Luego giró sobre sí mismo y asestó un buen mandoble a Vista, tan brioso que estuvo a punto de dar forma a una grieta considerable. Y, a pesar de tanto esfuerzo, no descansó después.
Atacó desde arriba, e hizo caer al Guardián. Ni en el suelo, vulnerable, mostró duda. Ese ímpetu consiguió frustrar a su rival, y eso solo lo alimentaba de más energía.
Iracundo, Kayt atacó hacia abajo para perjudicar la luz de su arma, a lo que Vista respondió con un ágil movimiento. De este modo, el dah'aros de Kayt se topó de lleno con el impenetrable suelo. Llegó entonces el momento ideal para Vista, que atacó por debajo e hizo retroceder a Kayt. Las fallas de su dah'aros fueron en aumento, tanto que le pareció que destruirían inminentemente el arma. No tenía forma de restaurarla, así que la única manera de frenar su propia destrucción era devolviéndola a su rival.
Cuando se alzó, Vista ya estaba allí. Sus ojos refulgentes se fijaron en los oscuros de Kayt, y los filos se encontraron de nuevo. La presión mutua fue tal que brincaron chispas peligrosas, obligando a ambos a cerrar los ojos.
Entonces, Vista aprovechó la fugaz confusión para arremeter contra Kayt, no con plena violencia sino con movimientos precisos, y fue así como logró tumbarlo. Con Kayt expuesto, Vista lanzó un mandoble veloz hacia el dah'aros que protegía su pecho, mas fue bloqueado y consiguió contener la presión. No aguantaría mucho ahí abajo, por lo que apartó el arma y rodó hacia el lado.
Antes de que Vista pudiera retomar la ofensiva, Kayt arrojó su dah'aros de forma inesperada. Era un movimiento sumamente arriesgado, pero confiaba lo suficiente en sí mismo como para saber que no erraría.
Al escapar de su mano, la lumínica arma viajó velozmente por el espacio de su recorrido, llegando finalmente hasta Vista. Sin embargo, el Guardián hizo gala una vez más de su agilidad y se apartó para esquivarlo, no sin antes asestarle un potente golpe. Tan vibrante fue aquella acometida que Kayt incluso escuchó la energía crujir. Más fallas se extendieron como los ríos de un mapa por su dah'aros, pero al menos seguía de una pieza.
Dañada, el arma quedó suspendida en el aire. Aprovechando la exposición de la espada de luz, Vista corrió hacia su inmóvil extensión para destruirla de un definitivo golpe. Sin embargo, el asunto se le complicó.
Antes de lograr asestarlo, la espada desapareció. Había vuelto a las manos de Kayt gracias al poder de la mente, y el joven señaló con ella directamente a Vista.
—Quiero verte sudar —le dijo.
Así pues, el Guardián se impulsó a gran velocidad hacia Kayt. Estando cerca de él, el Dracorex asestó un poderoso ataque que pareció afectar al arma de Vista, pues generó una diminuta falla.
Para recuperarse, el Guardián se alejó unos metros sin dejar de mantener la compostura. Parecía algo afectado, incluso fatigado.
De hecho, era la primera vez que Kayt lo veía así. Sabía que aquella y no otra era su oportunidad. Las Leyendas se postrarían pronto ante él.
Con los dedos de la mano libre, Kayt le indicó a Vista que se acercara. Aunque a paso lento, el Guardián lo siguió.
En su nuevo encuentro, Vista intentó golpear a Kayt con un ataque recto, extrañamente predecible. Sin complicaciones, el joven lo esquivó desplazándose hacia el lado. Vista se apartó también para eludir una posible represalia, pero Kayt lo vio venir y, explorando nuevas opciones, se deslizó sobre la piedra rodeando a Vista. Emplear de esas formas la energía lo sacaba de su área de confort, pero estaba seguro de que encontraría la clave antes de cometer un error por culpa de ese esfuerzo.
Acto seguido, el joven asestó un tajo inesperado contra su dah'aros que lo hizo caer de rodillas. Sus ojos destellaron por un latido cual estrella a punto de explotar: era como si el dah'aros y él fuesen uno solo.
Como si nada hubiera pasado, Vista prosiguió combatiendo aun de rodillas. Pero eso no bastaba para detener a Kayt: era, en todos los sentidos, irrefrenable. Se atrevió incluso a agarrar con la propia mano libre el dah'aros enemigo, deteniéndolo únicamente con sus dedos. Luego apuntó hacia él su agrietado dah'aros, Vista más vulnerable que nunca.
Lo tenía sometido, postrado ante él. Sonrió.
—He ganado.
Pero Vista no estaba tan seguro.
—El tiempo te engaña, joven.
A continuación, Vista alzó el brazo que aún tenía libre, uno que Kayt había ignorado. Empleando solo el índice, golpeó suavemente el eje del dah'aros de Kayt. El joven lo presenció horrorizado, pero ya era tarde para evitarlo. Eran muchos sus dones, pero parar el tiempo no se hallaba entre ellos.
Demasiadas fallas corrompían el dah'aros, por lo que no soportaron ni siquiera un golpe tan ligero. Sin más, la luz se disgregó hacia todas direcciones entre sus propias manos.
Kayt fue entonces víctima de la más frustrante derrota, atravesado por una lanza de vano orgullo. Sus ojos solo veían lo que su vanagloriado corazón quería, su mayor error. Cayó de rodillas hacia detrás, boquiabierto, y Vista, de forma contraria, se levantó victorioso devolviendo su dah'aros adonde pertenecía.
El aspirante Kayt Dracorex había perdido el Desafío.

La Leyenda Perdida I: El Fin Del CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora