Capítulo 77

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-¡Alisson, basta ya! ¡Cálmate, por Dios! -exclamaba Kenia.

Ella pateó el ramo de flores por última vez. Su respiración estaba agitada. Comenzó a llorar y cayó al suelo. Freida y Kenia se acercaron a ella inmediatamente.

-Mamá, vete tranquila a la estación de policía y ayuda a papá. Yo me encargo de ella -le dijo Freida.

Kenia suspiró y le dió un beso a Alisson en la frente.

-Tranquilízate ¿Sí? Todo va a estar bien -le sonrió y se marchó.

Freida se quedó con Alisson en el suelo abrazándola hasta que ella dejara de llorar. Los destrozados pétalos de rosa esparcidos por todas partes le dieron gran lástima a Freida.

-¿Qué pasa contigo, Ali? -le preguntó con tierna voz.

-Me sacaron del equipo -respondió llorando.

-¿Por eso vienes y te desquitas con un inocente ramo?

-Te digo que me acaban de sacar del equipo ¿Y a ti te importa más un ramo?

-Me importas tú. Y por eso quiero ayudarte. Debes entender que todo esto está pasando porque eres bien terca. Tan sólo mira lo que acabas de hacer.

Alisson observó el desastre que había en el suelo. Secó sus lágrimas y se levantó del suelo junto con Freida.

-Dale una oportunidad. Escúchalo -sugirió Freida.

-Ya lo escuché. Dirá lo mismo.

-Ali...

-¡No, Freida, para ya! -lloraba. Su voz sonaba débil y cansada- ¿Qué no entiendes, eh? ¡Fue él quien mandó nuestro matrimonio al carajo! No quiero saber nada de él jamás -subió a la habitación donde ambas dormían mientras no paraba de llorar.

Freida respiró profundamente. Ya no sabía cómo convencerla.
Pasaron varios días, casi dos semanas. Diariamente llegaban entregas para Alisson dos veces al día. Peluches, enormes ramos de flores, joyas, chocolates y pequeñas cartas escritas a mano por Bruno. Freida había recibido todas las entregas y las había escondido en la antigua y desocupada habitación de Alisson ya que sabía que ella no los recibiría de buena forma aún. Durante aquellos días, Alisson estuvo durmiendo durante horas y horas. No tenía alientos de nada, sólo lloraba. Únicamente se levantaba para comer e ir al baño. Ignoraba la comida que Kenia le preparaba y los intentos de Freida por animarla. Apagó su celular para no seguir recibiendo las llamadas y mensajes de Bruno.
Llegó el viernes. Por fin tuvo alientos de hacer algo distinto: revisar sus redes sociales. Su cara estaba hinchada y le dolía la cabeza. En ese momento, una llamada entra en su celular. Esperó que no fuera Bruno.
Para su sorpresa era Joseph.

-¿Josh? -contestó.

-Oh, aún no te olvidas de mí, que alivio saberlo -bromeaba.

-¿Para qué me has llamado? -preguntó con seriedad sin querer tragarse sus rodeos.

-Me di cuenta de todo lo que pasó con tu familia. Bueno, en realidad es algo que todos saben, al parecer. Es la noticia de la semana.

-¿Me llamas para decirme que también eres un chismoso?

-Llamo para decirte que me alegra demasiado saber que estás bien -respondió-. De verdad me preocupé mucho, no me dejaron entrar al hospital. Y ahora mismo quiero ir a verte.

Hubo un silencio incómodo. Ella no sabía qué decirle.

-Estoy fuera de tu casa -le avisó Joseph.

Alisson se levantó de la cama con asombro. Se asomó por la ventana y vio afuera, frente a la entrada, a Joseph en su moto con su celular en la oreja.

QUILATES DE MAGIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora