Algodón de azucar

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POV Poché

Hice mi rutina mañanera de todos los días, me di una ducha, lavé mis dientes, sequé mi cabello, apliqué mis cremas humectantes, me coloqué el primer conjunto de ropa que había visto en mi armario, apliqué mi maquillaje y finalmente bajé hasta mi lugar favorito...

La cocina.

─Hola papito─saludé a mi papá con un beso en la mejilla, estaba frente a la estufa cocinando el desayuno para mi hermanita y para mí.─Dios tengo tanta hambre que podría devorar a Vale de un solo bocado.─bromeé inundando mis fosas nasales de ese delicioso olor que emanaba de las dotes culinarias de mi padre...

Nada más y nada menos que...Arepas, ricas y deliciosas arepas.

─¡Te escuché idiota!─gritó Valentina desde el segundo piso de mi hogar. Papá y yo reímos por la fuerte contestación de mi hermana.

No tardó tanto en bajar mi pequeña doble, papá y yo ya estábamos esperándola sentados frente a la mesa.

Siempre que se trataban de desayunar, comer o cenar arepas, teníamos que hacer nuestras tres llamadas antes de comer.

Era como un tipo de competencia entre nosotros para devorar, llamada "Concurso de tragones"

─En sus marcas...─papá dio la primera llamada.

─¿Listos?─Valentina dio la segunda llamada.

─¡Fuera!─grité dando la tercera y última llamada.

Los tres comenzamos a comer y saborear las delicias elaboradas por mi padre. Si bien, tenía que confesar que uno de mis platillos favoritos eran las arepas de pollo.

¿Acaso será legal casarse con una arepa de pollo? No lo creo...

Creo que moriré sola y triste pero con muchas arepas de pollo elaboradas por mi creador...Mi padre.

─Eres el mejor chef del mundo papi, ¿Lo sabias?─Vale halagó el trabajo de mi papá. Aunque él no era específicamente chef, si era de aplaudirse el arte que hacía con las manos en la cocina.

─Es un placer cocinarles lo que más les gusta a mis amores.─respondió muy tierno mi papacito querido.─Pero bueno niñas, tienen que cumplir con sus deberes, ya es tarde.─prácticamente nos corrió de la casa, nos levantamos, recogimos la mesa y subimos nuevamente a nuestras habitaciones.

Tomé mi mochila en mis hombros, me despedí de mi pequeña hermana y mi padre y finalmente salí en camino a la parada de autobuses.

Muchos chicos y chicas estaban esperando delante y detrás de mí el maldito bus que no llegaba. Me consideraba una persona con cero paciencia, me ponía de nervios esperar.

─Por fin llegué.─me saludó Alejo con un abrazo que no me costó mucho corresponder. Lo extrañaba y seguía siendo mi mejor amigo por más enojada que estuviera con él.

─El bus no llega.─dije algo que era bastante obvio. Los chicos delante de mí me miraron con ironía, rodaron los ojos y siguieron mirando hacia al frente.─¿Por qué no tenemos un auto?─me crucé de brazos pensando en lo fácil que sería la vida con un auto que nos llevara y trajera sin problema.

─¿Quizá sea porque somos un asco frente al volante?─respondió Alejo de forma sarcástica.

Tenía razón...La última vez que él tomó el volante casi atropella a un perrito, el pobre quedó traumado de por vida y yo la primera vez que tomé el volante me estrellé de reversa con otro auto estacionado.

Me sentí como una pendeja.

Me acerqué a la orilla de la parada de autobuses a ver si se alcanzaba a ver el bus, miré de un lado hacia otro repetidas veces cuando una motocicleta de pista roja frenó frente a mí haciéndome sobresaltar.

EL ARTE DE AMARTE (CACHÉ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora