Celos

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POV Poché

Mario y yo veíamos la segunda película acurrucados en el sofá de su hogar, sus padres como siempre...No estaban, solo estábamos el, yo, una cobija calientita y muchas golosinas pegándose a nuestros dientes.

Así habíamos pasado el resto del día libre que tenía dos veces por semana, como anteriormente ya lo había dicho, Mario trabajaba en un taller mecánico que le dejaba dinero para vivir "bien" y mantener sus propios gastos.

Levanté mi mirada a la carita preciosa del pelinegro y sonreí de ternura al darme cuenta que los ojitos de Mario tenían una lucha interna entre ellos haciendo todo lo posible por no cerrarse.

Estaba cansado, su ritmo de vida no era nada fácil.

─Bebé despierta, será mejor que me vaya.─susurré ligeramente levantándome de su pecho.─Necesitas descansar.─abrió los ojos rápidamente disimulando su falta de sueño.

─Nooo Poché, perdón, perdón, perdón.─dijo rápidamente pegando un gran bostezo.─Terminemos de ver la película.─reí y negué con la cabeza.

─No es eso, quedé de llegar temprano a mi casa.─empecé a tomar mis cosas.─Tomaré un taxi.─el pelinegro reaccionó, tomo mis manos.

─No permitiré que te vayas en taxi Poché, ya es de noche. Déjame llevarte.─asentí suspirando.─Iré por los cascos.─Mario sonrió y corrió rápidamente hacia su habitación.

Todo este tiempo que llevábamos saliendo prácticamente desde que nos conocimos jodiendome el primer día de clases, el chico muy pocas veces sonreía.

Era una fortuna verlo sonriente, verlo mostrando sus sentimientos y me había dado cuenta que Mario solo era libre con sus emociones cuando estaba conmigo, con nadie más lo hacía.

Con la convivencia, con las muestras de cariño me di cuenta de lo que realmente escondía, de lo que había en el interior del señor Mario Ruiz.

En una de esas tantas pláticas sentados justamente en ese sofá donde hace unos minutos estábamos tumbados, me había confesado todo por lo que había tenido que pasar cuando era más pequeño, todos esos traumas y esos tormentos que aun siendo mayor de edad lo seguían atemorizando.

Como hijo único, sus padres trabajaban todo el tiempo, no se preocupaban por él, solo se encargaban de joderlo, de buscar el mínimo defecto que tuviera o cualquier mínimo o estúpido error para castigarlo sin televisor, videojuegos, sin salidas.

Pero eso no era todo, incluso su método de castigo era dejarlo días sin comer, sin probar un solo bocado, además de golpearlo.

Una vida realmente difícil.

La adrenalina de las motocicletas, el amor por la música, lo habían hecho salir adelante por el mismo. Lo habían hecho luchar por un sueño, despejarse de la realidad.

Mario era un hombre del que había que tener un cierto respeto e incluso cierta admiración.

─Mañana iremos Alexa y yo por los vestidos para el baile.─le dije a Mario en cuanto pisamos la entrada de mi hogar.─Espero que tu hagas lo mismo y encuentres un lindo traje.─agarré el cuello de su polo blanca y acaricie levemente esa parte sonriendo al imaginarlo con traje y corbata.

Toda la vida usaba sus conjuntos rockeros, jeans rasgados, chaquetas de cuero y camisetas negras.

─Aunque no lo creas, iré con Alejo a buscar trajes.─respondió con cierta pena.─Me emociona un poco ese baile, ¿Sabes?─confesó.─Va a ser nuestro primer baile juntos porque...Si iremos juntos ¿Verdad?─se rascó la nuca y yo levanté una ceja juguetona.

EL ARTE DE AMARTE (CACHÉ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora