No parece que sea diciembre, no parece que sea 24, no parece Navidad.
(Sucede antes de que Sasuke se vaya de la aldea).
Nozomi estaba sentada en el sofá con una taza de chocolate caliente en sus manos, para variar, estaba sola el día de Navidad. Miró por la ventana y una oleada de luces navideñas y muñecos de nieve inundaron toda su visión. Para contrastar con todo ese ambiente festivo, la Hatake no había puesto el árbol de navidad, no había decorado la casa, no había hecho nada de nada. Parecía un mundo paralelo.
Era de noche, y justo en esas horas es cuando más triste se sentía, estaba sola y aburrida, sin nadie con quien hablar.
—Seguramente Sasuke y Naruto están igual... —murmuró ella—. No debo sentirme especial, no soy la única persona que pasa sola las navidades. —Nozomi dejó la taza en el marco de la ventana, puso la chimenea, agarró un libro —El clan de las mil y una habilidades: Senju— y una manta, y comenzó a leer.
Su mente, por varias horas, se enfocó completamente en la lectura, hasta que, de repente, se escucharon golpes en su puerta. Ella fue a abrirla y, al hacerlo, observó a un niño pidiendo limosna. Supongo que esta es la cara que la gente olvida de la navidad. Pensó la Hatake mientras rebuscaba en sus bolsillos y sacaba quinientos Ryo.
—Ojalá Dios la bendiga —susurró el niño tartamudeando.
—¿Quién te dice que dios existe y la iglesia no está ahí para sacar tajada? Dios no existe, yo sí —dijo Nozomi agarrando un gorro del perchero y poniéndoselo al niño, él se fue sin decir nada más—. Dios esto, Dios lo otro, si la gente necesita a alguien en quien creer, que crean en ellos, su deidad debe estar muy ocupada como para hacerles caso.
—Ese es un buen planteamiento, Nozomi —habló un hombre sentado en el sofá.
—Debes dejar de entrar a mi casa silenciosamente, me matarás de un paro cardíaco si sigues así —atacó la joven.
—He pensado en pasar juntos las Navidades. Ninguno de los dos tenemos cosas que hacer ahora mismo, mejor esto que estar solos, ¿no? —Kakashi agarró el libro de Nozomi y comenzó a leerlo.
—No puedo rechazar una propuesta así —respondió la Senju—. Pero en serio, que seamos familia, no te da derecho a entrar en mi casa cuando te venga en gana. Imagínate que te ataco pensando que eres un enemigo.
—Está bien, está bien, llamaré a la puerta la próxima vez. Te pareces mucho a tu madre cuando te enfadas. —Nozomi soltó una carcajada sin gracia.
—Sueles decirme eso muy a menudo, para mí no es ningún cumplido, no sé si para ti sí. —La niña se sentó cerca de la chimenea, en el suelo.
—Te vas a resfriar si haces eso —comentó el Hatake. De repente, una cajita golpeó la cabeza de la peliblanca.
—¡Ay! —exclamó ella.
—Feliz navidad, Nozomi —susurró Kakashi mientras la niña sacaba una foto de su madre junto a su maestro.
—Muchas gracias, de verdad —susurró ella sacando un libro de debajo de la mesa—. Me ha costado horrores conseguirlo, más vale que lo cuides y no lo enseñes en público. —La chica lanzó el libro al maestro y él lo cogió con sumo cuidado.
—¿Cómo lo has conseguido? —preguntó él observando la versión ilustrada de Icha Icha Paradise.
—Tengo mis secretos, jamás los desvelaría —comentó ella sonriendo—. ¿Quieres quedarte a cenar? Desgraciadamente, apenas tengo dinero y solo tengo ramen y ternera, pero... —Kakashi despeinó a la peliblanca.
—Es más que suficiente, estaré encantado de quedarme. —Nozomi sonrió contenta y dejó el marco de fotos en la mesa. —Déjame cocinar a mí, estoy seguro de que tus dotes culinarias no son las mejores.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó ella frunciendo el ceño.
—¿Te acuerdas de cuando incendiaste la cocina? Yo fui el ninja que te salvó. Si no me equivoco, estabas hirviendo agua —explicó Kakashi sonriendo.
—¡Bueno, eso solo pasó una vez! ¡Y no se va a volver a repetir!
Una vez ambos hubieron acabado, se sentaron en el sofá.—Cada año que pasa, la Navidad me recuerda menos a Navidad —susurró Kakashi.
—Sí, la verdad es que no parece Navidad, solo un día más —respondió la chica para acabar suspirando.
—Gracias por haber hecho de este día algo superlativo —dijo él, Nozomi sonrió.
—Igualmente, gracias por no haberme dejado sola. —Un silencio para nada incómodo se instaló en la sala durante unos minutos hasta que la peliblanca habló para pedirle un favor al hombre. —Kakashi, ¿podrías pasarte por las casas de Naruto y Sasuke y darles algo de mi parte?
—Sí, claro. —Nozomi corrió a su habitación y sacó dos pequeñas cajas, una envuelta con papel con un estampado de ramen y la otra con uno de tomate. Bajó de nuevo y se las dio a su maestro. —Creo que sé para quién es cada una. Por cierto, ¿qué son?
—¡Ah, espera! Me falta la tuya. —Corrió de nuevo hasta su habitación y cogió otra caja igual a la de sus amigos pero envuelta con unos símbolos de prohibido. Volvió a la sala y se la ofreció a Kakashi. —Ábrela, la tuya es en negro, la de Naruto naranja, la de Sasuke Azul y la mía violeta. —El Hatake abrió el regalo y se encontró con una pulsera negra con un colgante con el número siete.
—Muchas gracias —dijo él.
—No hay por qué darlas, ahora, por favor, llévaselas a Naruto y Sasuke. —Kakashi asintió.
—Hasta otra —se despidió él abriendo la puerta.
—Adiós. —Kakashi se fue y Nozomi se sentó en el sofá sonriendo.
Hoy había sido un día increíble y, en cierta forma, pensaba en lo afortunada que era de tener a alguien como Kakashi para estar con ella en los momentos más duros. Sin saber la razón, se le hizo un nudo en la garganta, pero no estaba triste, sino feliz, feliz por saber que no estaría sola nunca más.
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Smile | Naruto Uzumaki
FanfictionSonreír nunca se nos hizo fácil a ninguno de los dos, quizá a mí más que a Nozomi. Su nombre significaba esperanza, y eso es justo lo que me dio. Cuando nadie podía amarme, llegó ella, y, por Dios, lo puso todo patas arriba. -aerhyan | 2019