Extra 2: Si Hibari Fuera...

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- Pero mamá, no quiero ir… - Lloriqueo una pequeña niña anclada a la falda de su madre.

- Sin peros Hikari, tienes que ir, ¿si no como vas a aprender? – La señora ignoro todas las quejas y lloriqueos de su hija. – Es la mejor escuela de todo el país, conseguirte un lugar no fue sencillo así que deja la malcriadez. 

Al igual que muchos ella fue ignorada por sus padres. Muchos con el mismo destino, a la escuela más prestigiada del país. La mejor escuela de todas. Los de los años superiores solo podían dar miradas conocedoras a los más pequeños, conociendo la mala suerte que tenían este año el primer grado, apretando el paso porque no debían llegar tarde. Era una lástima que estos pequeños aun no entendieran que no tenían escapatoria y llegar tarde no era una opción. Tarde o temprano aprenderían, tarde o temprano…

Los pocos que llegaron temprano solo fueron víctimas de miradas que decían que debían de estar en sus puestos, rectos como soldados, lo más pronto posible. Solo el primer día se aceptaban errores, luego de allí…

Los demás fueron dejados pasar, bajo las mismas reglas, solo que en otra fila. Un par trato de hacerse el listo, una verdadera lástima para ellos. 

El himno fue cantado, cada profesor llego y se llevó a su grupo sin chistar, todos menos uno. Finalmente, un hombre de ojos grises que había hecho a más de uno mojar sus pantalones solo con su mirada, se acercó al grupo faltante. El pajarito en su hombro voló e hizo círculos sobre el par que intento liberarse del castigo de llegar tarde.

- Hmmm… - El hombre entrecerró los ojos, moviendo suavemente una tonfa en contra de su mano produciendo un suave sonido inconfundible que helaba el alma de las pobres almas caídas en desgracia justo en frente de él. – Mentir es contra las reglas, creí que habíamos dejado eso en claro, pero como veo que no… - Uno, dos, tres pasos… ¡Crash!

Un par de niños mojaron sus pantalones ante el golpe que partió concreto y pudieron haber compartido ese destino.

- Ustedes. – El grupo que llego tarde, la mayoría, se estremeció en el sitio, blancos como fantasmas. – Al gimnasio, quiero cien vueltas por toda la cancha. Andando

Nadie chisto. ¿Cómo iban a hacerlo cuando chistar solo iba a terminar en algo mucho peor?, ser puestos contra la pared sosteniendo un balde de agua en su cabeza por media hora mientras oías el horrible ruido de golpes que podían romper concreto muy cerca… 

- Ustedes, al salón. – El pequeño grupo que no estaba en problemas también se estremeció. – Comiencen lo que está en la pizarra. Disfruten el tiempo extra, que el resto no tendrá… - La amenaza no dicha era que esperaba que tuvieran todo hecho y bien para cuando volviera y no quería oír ninguna queja de ellos. O el castigo seria grupal y de seguro no quedaría en 100 vueltas a la cancha… - Y ustedes… - Ojos grises dieron con el par, una sonrisa finalmente formándose en esos labios, una sonrisa macabra. – A la pared.

Un balde de agua en cada brazo, 20 vueltas sin derramar una gota en ese espacio que era casi media cancha. Luego tendrían que unirse a las 100 vueltas… Todo bajo la atenta mirada de un hombre que sonreía de una forma que daba escalofríos, todo el tiempo haciendo ese sonido con su tonta que recordaba un hecho horripi-

- ¡Hibari! – La voz era alegre, cosa que hizo que los dos niños sintieran lastima por ese hombre que de seguro no tenía ni idea de en lo que se iba a meter. - ¡Hibari!, ¡mira a quien traje!, creí que te gustaría verlo sin tener que dejar a tus pequeños. 

Por los pequeños podían llevarse al demonio que era su maestro todo lo que quisiera. Con por favor y gracias. 

- ¿Oh?, ¿ya está lo suficientemente bien como para hacerlo?, hace una semana no estaba tan bien… - Ambos niños lloraron por dentro ante el tono tan complacido de su maestro.

- Lo suficientemente bien como para no necesitar atención constante. – Lo que siguió era un alivio: - Además, ¿no crees que los niños quisieran conocer a su Director? – Luego: - Si quieres lo devuelvo.

- No, déjalo, que venga. – Esto, esto no sentó bien. Por alguna razón no sentó bien. – Tsunayoshi, ¿qué tal? 

Tsunayoshi los hizo pausar. Jamás habían visto a alguien lucir tan enfermo o delgado. Y aun así sonreír de buenas a primeras.

- Nunca pensé verte cuidando niños Kyoya. – Demasiado feliz quizás. - ¿Les dieron permiso para descansar?, el mejor consejo que puedo darles es nunca molestar a su maestro, si siguen todas sus reglas la vida será de lo mejor. – Sonriendo como si no acabara de arruinar sus esperanzas: - Es un gran maestro, el mejor, que suerte tienen. 

¡La peor suerte del mundo será!

Su maestro y este sujeto quedaron juntos, el otro se fue diciendo que tenía cosas que hacer y vendría más tarde. Pronto, ambos adultos fueron con el grupo dando vueltas en la cancha, quienes se iluminaron ante la esperanza de que tal vez su castigo seria reducido por la nueva presencia. Los otros dos sabían mejor, desgraciadamente

- Creo que estas siendo un poco rudo con ellos… - ¿Eh? – Los otros se merecían aquello y más, el engaño no es bueno y en verdad no es nada con lo que Reborn me hace hacer… - ¿Quién diablos era Reborn? - ¿Pero tanto por llegar tarde?

- ¿Que sugieres?, son muy jóvenes para morderlos hasta la muerte. - ¿Que quería decir con eso su maestro?, ¿acaso era vampiro?

- ¡Los matarías! – Quizás… quizás no tenía que ver nada con ser vampiro. - ¿Qué tal si por cada minuto tarde les haces dar 5 vueltas?, son de primer grado, ¿no?, lo subes según el grado. Suena leve, pero imagínate si llega un listillo que decida aparecerse media hora tarde… - ¡Este hombre era otro demonio! – eso sería 150 vueltas. Así tampoco pueden acusarte de ser injusto, y que se ganen otro castigo peor… - Este demonio al menos tenía un poco de piedad. - ¿Qué te parece?, ¿no es buena idea?

- Me parece-¡puff!

Una nube de humo rosa que apareció de la nada… ¿dejo a su maestro muy joven?

- ¡Hey Kyoya!, ¿qué tal? – El joven Hibari perdió color y parecía querer matar a alguien al ver a quien tenía en frente. - ¡Nadie dijo que descansaran niños!, ¡si su maestro vuelve y los ve sin hacer nada les duplicara el castigo!

Ante la palabra niños, el joven Hibari giro la cabeza para ver al grupo de niños corriendo en círculos como si temieran ser comidos por alguien. Luego, volvió a mirar al otro hombre y dijo:

- Dime que no tengo nada que ver con ellos. – Internamente agrego: por favor.

- ¿De qué hablas?, eres su maestro. – Ante esto, el joven Hibari perdió todo el color restante de su rostro. – Siempre quisiste ser maestro, aparentemente. Has hecho de este lugar el mejor colegio del país, ¿no es genial?

Para el joven Hibari esto era una verdadera pesadilla, mas no podía decir tal cosa. No podía hablar. ¿El?, ¿maestro?, ¿cuidando niños?, ¿él?

¡Puff!

- Cuando pregunte no pensé que… - Una risilla a su lado le dijo que no estaba solo.

- ¿Que una de las proposiciones fuera cierta? – Y el muy desgraciado que tenía al lado no le dijo nada. Desgraciado… - Con toda honestidad no sé qué mosca te pico, pero tu trabajo es excelente. – Una leve pausa. – Casi parece una escuela militar, si te soy sincero. Pero si te hace feliz, hacerte una escuela a tu gusto es lo de menos, ¿sabes? – Termino con una sonrisa, lo cual le hacía imposible morder a esta persona hasta la muerte justo en ese momento.

Seguía siendo una pesadilla. Al menos era más pasable que la jardinería…

Family of the PastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora