Family of the Past

Extra 7: Six Traits of Personality (1/15)

Había un montón de cosas que quisiera hacer en un día tan hermoso como este, en lugar de estar en medio de una pelea que aún no sabía cómo había dado lugar o el porqué de la misma, con mil cosas más esperándolo de la misma forma urgente. Una de estas cosas que quisiera hacer era hacer la vista gorda, dejar que se mataran y que destruyeran todo, tomar un avión a Hawaii y darse unas merecidas vacaciones por una semana o dos. El mes si era posible. Con solo una semana ya era posible que encontrará escombros y cenizas en lugar de una mansión como la había dejado.

Otra cosa que quisiera hacer era haberse quedado en cama, debajo de sus cálidas mantas y la tranquila oscuridad del lugar gracias a las cortinas cerradas y a la soledad, durmiendo a pierna suelta sin preocuparse por nada. Por supuesto que tal cosa era prácticamente un sueño en sí mismo, si no lo despertaban por accidente otra alguien a despertarlo, o sino le tocaba levantarse temprano lo quisiera o no. A veces estaba seguro de que su familia lo odiaba, tal y como el día de hoy.

Algo grande pasó por su lado cariñosamente antes de sentir garras en su franela y unas lengua áspera en la cara, recordándole que no era el único que había sido despertado bruscamente y andaba de malhumor. Se limitó a rascarle detrás de las orejas un momento, preguntándose porque Reborn había decidido seguirlo en lugar de quedarse en su cama con Natsu. Sería mejor para ella, mataría por tener tal opción.

Tomó una respiración profunda y se preguntó, no por primera vez en lo que iba del día, si su familia lo odiaba tanto como parecía. No había podido dormir bien en días, no había podido hacer casi nada divertido y mucho menos había podido salir. Desde hace rato sentía que estás paredes lo estaban asfixiando. Quería estar lejos de este lugar, quería solo cerrar los ojos y simplemente desentenderse de todo...

El guardián de la nube y el guardián de la nieve tuvieron solo una fracción de segundo para escapar de una daga que iba a cruzarse con ellos, haciéndolos separar y buscar al culpable. No hace falta decir que dar con ojos fríos y una sonrisa leve, una sonrisa peligrosa y que decía que trataban con hielo delgado bajo sus pies, no fue lo que esperaron. La pantera a los pies de su amo no ayudaba, tampoco lo era ver tomar otra daga del bolsillo y comenzar a juguetear con ella como si nada malo pasará.

- Kyo-chan, Muku-chan... - El tono dulce de por si no era buena señal, en especial con el dueño jugando con una navaja tranquilamente, pero los apodos eran una clara señal de que alguien estaba cerca de perder los estribos. - Espero que tengan una buena razón por la cual estén arruinando la decoración que tanto trabajo les ha costado a los caballeros y damas asignados a tal trabajo, reponer estás cosas sería una gran tristeza, ¿a menos que tengan una mejor idea? - Una gran sonrisa y un tono tan dulce que, quien no supiera mejor, creería erróneamente que alguien estaba muy complacido o muy alegre. - Soy todo oídos.

La única razón por la que la cosa acabo allí, porque ninguno se atrevía a responderle a su jefe y su jefe no iba a terminar hasta que alguno respondiera y eso terminaría con trabjo extra que ninguno de los quería, fue porque una explosión resonó con gran fuerza muy cerca del lugar.

- Hmmm. - Si era posible, el "buen humor" del Décimo Vongola creció. - Será mejor que dejemos a los caballeros terminar su trabajo, ¿no creen? - La sonrisa era rompecorazones, pero los ojos no reflejaban nada positivo. Eran muy fríos, y la daga nunca fue guardada.

Sabiamente, Kyoya se escapó por la ventana y Mukuro decidió irse también. Mañana seguirían la pelea, porque Kyoya no dejaría pasar que lo llamaran herbívoro y menos por un diota que aún creía que el peinado de piña era moda. Aún le faltaba cobrarse el que el idiota le enseñara a Daisuke a decir *****. Accidente o no, se las iba a cobrar, le valía un colmillo que su esposa ya hiciera llorar al idiota al vender todo su gel de pelo. También le valía lo mismo que fuera porque Tsunayoshi andaba de un ánimo de pesadilla ese día, y se le había ocurrido la maravillosa idea de hacerle una mala broma al hombre.