No estaré bien hasta que lleguemos a Magnus

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ALEC TOMÓ EL MASERATI Y SIGUIÓ HACIA DONDE LA RUNA DE rastreo lo llevaba, por un camino sinuoso que rodeaba una montaña. Helen y Aline le gritaron que manejara más despacio. No lo hizo, tomando las curvas a una velocidad vertiginosa. Helen golpeó su hombro y luego miró fijamente.

—Por el Ángel —dijo ella—. Un tornado.

Parecía un tornado. Un tornado de aspecto inusual, espirales negros de nubes con un áspero resplandor blanco en su centro, girando en el cielo directamente sobre una villa desmoronada en lo alto de la montaña. Iluminaba el cielo nocturno con un brillo enfermizo. Pararon el auto en la mitad de la montaña y lo miraron.

—¿Crees que este es el lugar? —dijo Aline de forma sarcástica.

—Estoy tan contenta de que no trajimos ningún refuerzo tonto —murmuró Helen.

La amenaza del tornado fue interrumpida por los periódicos relámpagos que dividían el cielo. Cuando lo hacían, el trueno sacudía el aire y el suelo debajo de ellos, algo antinatural en su cercanía.

—Tengo que sacar a Magnus de allí —dijo Alec. Arrancó el motor del Maserati y lo envió a toda velocidad por la carretera. Helen y Aline se aferraron la una a la otra por su vida mientras el auto avanzaba de un lado a otro por las curvas cerradas.

Al final del camino había enormes puertas de hierro a través de las cuales se podía ver el edificio principal de la villa. A ambos lados de las puertas, altas murallas de piedra se extendían en grandes curvas alrededor y luego detrás del edificio, circunscribiendo los terrenos.

Una de las puertas estaba abierta pero dos miembros del culto estaban vigilando la entrada, con trajes blancos y sombreros que bien podrían haber brillado en la oscuridad.

Alec dejó el auto detrás de la última curva de la carretera, donde no podía verse desde las puertas. Salieron del auto y se deslizaron a seis metros de distancia, sin que ninguno de los guardias se diera cuenta. En el momento justo, Aline salió de su cubierta y saludó a los guardias. Como habían adivinado, la líder de los cultistas se había asegurado de que el glamour no funcionara en la Mano Carmesí, pero planeaban usar el servisibles para su ventaja. En la fracción de segundo en que los cultistas la miraron, Alec le pegó al guardia de la izquierda con una piedra perfectamente arrojada, golpeando al hombre entre los ojos y noqueándolo.

Cuando el otro guardia se giró para ver qué le había pasado a su amigo, Helen le atacó, su cuerpo se volvió borroso mientras aceleraba a través dela carretera y lo tiraba al suelo. Un golpe con el codo después y él también quedó fuera de combate.

Rápidamente ataron a los cultistas y los guardaron detrás de una hilera de arbustos antes de continuar hacia los terrenos de la villa. El camino dela entrada estaba lleno de coches, aparcados al azar.

Alec vió a otros dos cultistas que cuidaban las puertas delanteras y un puñado más que rodeaba el camino a la entrada, pero había sorprendentemente poca actividad.

—¿A dónde fueron todos? —se preguntó.

—A donde quiera que la runa de rastreo lleve, probablemente —dijoHelen.

Alec las guió por el costado de la villa, cerca las murallas exteriores, hasta que llegaron a la parte trasera de la casa principal. Las murallas continuaron hacia la parte trasera, pero los jardines densos y cubiertos de maleza, bloqueaban su capacidad de ver más lejos entre los terrenos. Alec comprobó la runa de rastreo una vez más y señaló los jardines.

—Por allí.

—Buenas noticias —dijo Aline—. Ese lugar parece peligroso.

Helen asintió.

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora