No mires

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-Quizá debemos regresar con Magnus –dijo lo más tranquilamente que pudo- Alec ha estado demasiado tiempo ahí, y...

-Dudo que le importe, la verdad –dijo Jace, pero se levantó obedientemente y alcanzó su estela. Mientras dibujaba una runa sanadora en el dorso de su mano derecha dijo:

-Hay algo que quiero preguntarte

-¿Qué cosa? -Cuando me sacaron de la celda en Ciudad Silenciosa ¿cómo lo hicieron? ¿Cómo abriste la puerta?

-Oh. Usé una Runa de Abierto, y...

Fue interrumpida por un molesto ruidito y se llevó la mano al bolsillo antes de darse cuenta de que ése ruido era mucho más fuerte y agudo de lo que el timbre de su teléfono podría ser. Miró alrededor, confusa.

-Es el timbre del Instituto –dijo Jace, tomando su chamarra- Vamos

Iban a mitad del camino cuando Isabelle salió corriendo de su propia habitación, usando una bata de algodón, y una máscara de dormir de seda rosa en la mano, y una expresión medio aturdida.

-¡Son las tres de la mañana! –les dijo, en un tono que indicaba que creía que había sido culpa de Jace o de Clary- ¿Quién toca el timbre a las tres de la madrugada?

-Quizá la Inquisidora –dijo Clary, sintiendo frío

-Puede entrar sóla –dijo Jace- Cualquier Cazador de Sombras puede. El Instituto sólo se cierra a mundanos y Subterráneos Clary sintió el corazón darle un vuelco.

-¡Simon! –dijo- ¡Debe de ser él!

-Oh, por Dios –bostezó Isabelle- ¿Acaso no puede pensar en una mejor manera de probarte su amor que despertarnos a mitad de la noche? ¿No podría haber llamado? Los hombres mundanos se comportan de forma extraña

Llegaron al recibidor, que estaba vacío; Max debió haberse ido a la cama. Isabelle caminó tanteando la pared hasta dar con el apagador y accionarlo. Había un ruido en medio de la catedral, como un temblor distante pero audible.

-Ahí –dijo Isabelle- El elevador se mueve

-No  puedo  creer  que  no  tenga  la  suficiente  dignidad  para  simplemente  haberse emborrachado,  desaparecido  por  ahí  y  hacerte  pasar un  mal  rato  –dijo  Jace-  Debo  decirlo,  me decepciona

Clary casi no lo escuchó. Un sentimiento de miedo la hizo sentir la sangre pesada y lenta. Recordó el sueño: los ángeles, el hielo, Simon con alas sangrantes. Tembló. Isabelle la miró.

-Está frío aquí –observó.

  Estiró la mano y tomó algo que parecía un abrigo de terciopelo azul de uno de los ganchos

-Toma –le dijo- Póntelo

Clary  se  deslizó  el  abrigo.  Era  muy  largo,  pero  calientito.  Tenía  una  capucha  también, forrada  de  satín.  Clary  la  hizo  hacia  atrás,  para  poder  ver  cuando  las  puertas  del  elevador  se abrieran. Éstas se abrieron, dando paso a una caja vacía, que reflejó su propia cara pálida en el espejo. Sin detenerse a pensar, entró. Isabelle la miró, confusa.

-¿Qué haces?

-Simon está ahí abajo –dijo

- Lo sé -Pero...

  De pronto, Jace estaba junto a Clary, sosteniendo la puerta para que Isabelle pasara.

-Vamos Izzy –dijo. 

Ella entró, con un suspiro teatral. Clary trató de quedarse quieta mientras los tres bajaban (Isabelle  estaba  peinándose)  pero  Jace  no  la  miraba.  Se  miraba  a  sí  mismo  en  el  espejo  del elevador,  silbando  suavemente,  como  hacía  siempre  que  estaba  nervioso.  Ella  recordó  el  leve temblor cuando la detuvo en La Corte de los Milagros. Pensó en la mirada de Simon... y en cómo prácticamente  había  corrido  lejos  de  ella,  desapareciendo  el  las  sombras  del  parque.  Tenía  un sentimiento de alarma en el pecho, pero no sabía por qué.



Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora