No hables así

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—Buen tiro —dijo Jace.

—No te burles de mí —exclamó Alec, ellos se encontraban en la sala más grande del Gard, en el suelo había una gran alfombra diagonal, las paredes eran de piedra y había un banco largo que corría por la pared oeste. Jace estaba arrodillado sobre ella, con su chaqueta hacia un lado y con la camisa arremangada hasta los codos.

—No me estoy burlando —protestó Jace, mientras observaba como Alec le pasaba la punta de la estela por el brazo, a medida que las líneas oscuras iban en espiral desde el adamas, Jace no podía evitar recordar lo ocurrido en Alicante, cuando Alec le vendó la mano a Jace diciéndole airadamente: Puedes sanar feo y lentamente, como un mundano. Jace había golpeado una ventana ese día y Alec le estaba demostrando que estaba recibiendo su merecido por eso.

Alec exhaló lentamente; él siempre era muy cuidadoso con sus runas, especialmente con los iratzes. Sentía la ligera quemadura atravesando su piel junto con un aguijón, aunque a Jace nunca le había importado sentir el dolor, el mapa de cicatrices en sus brazos y antebrazos lo demostraban, pero había una fuerza especial en su runa de parabatai, por eso es que ellos dos eran tan unidos.

—No me estoy burlando —repitió Jace, Alec dio un paso atrás para admirar su obra. Jace podía sentir el adormecimiento en su brazo por el iratze atravesando por sus venas, calmando lentamente el dolor del brazo—. Lograste tumbar la daga de Matthias mientras la estaba sosteniendo. Fue un tiro limpio, pudo haberle dado a Jia; además él se estaba moviendo.

—Estaba motivado —dijo Alec mientras deslizaba su estela de nuevo a su cinturón. Su pelo oscuro colgaba hacia sus ojos; parecía como si le hubiesen hecho un mal corte desde que él y Magnus rompieron.

Magnus. Jace cerró sus ojos.

—Alec —dijo—. Me iré. Sabes que me iré.

—Estás diciendo eso como si pensaras que eso me tranquilizará —dijo Alec—. ¿Crees que quiero que te entregues a Sebastián? ¿Estás loco?

—Creo que podría ser la única manera de traer a Magnus de vuelta —habló Jace, en la oscuridad detrás de sus parpados.

—Y tú ¿Estás dispuesto a arriesgar la vida de Clary también? —dijo Alec con un tono ácido. Los ojos de Jace se abrieron; Alec lo estaba viendo fijamente, pero sin demostrar algún tipo de expresión.

—No —dijo Jace, oyendo la derrota en su propia voz—. Yo no podría hacer eso.

—Y yo no te lo preguntaré —dijo Alec—. Esto... esto es lo que Sebastián está tratando de hacer. Crear divisiones entre todos nosotros, usando a la gente que amamos como ganchos para apartarnos. No lo debemos permitir.

—¿Cómo llegaste a ser tan sabio? —dijo Jace.

Alec soltó una risa breve y frágil.

—El día en el que yo sea sabio será el día en que tú tendrás cuidado.

—Tal vez siempre has sido sabio —dijo Jace—. Recuerdo que cuando te pregunté si querías ser mi parabatai, tú me dijiste que necesitabas un día para pensar en ello. Y luego volviste y dijiste que sí, y cuando te pregunté por qué accediste a hacerlo, dijiste que era porque necesitaba a alguien que me cuidara. Tenías razón. Nunca pensé en ello de nuevo, porque nunca tuve que hacerlo. Te tengo, y siempre has cuidado de mí. Siempre.

La expresión de Alec se tensó; Jace casi podía ver la tensión vibrando a través de las venas de su parabatai.

—No —dijo Alec—. No hables así.

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora