―Tal como la Ciudad Silenciosa, sólo hay una Ciudadela de Adamantio, pero hay muchas puertas a través de las cuales pueden encontrarla ―dijoMagnus―. La más cercana a nosotros es la de un viejo monasterio agustino sobre Grymes Hill, en Staten Island. Alec y yo cruzaremos por un Portal con ustedes, y las esperaremos hasta que regresen, pero no podemos acompañarlas todo el camino.
―Lo sé ―dijo Isabelle―. Porque ustedes son chicos. Más lloricas.
Alec le apuntó con el dedo.
―Tómalo con seriedad, Isabelle. Las Hermanas de Hierro no son como los Hermanos Silenciosos. Son menos amables y no les gusta ser molestadas.
―Prometo que tendré el mejor comportamiento ―dijo Isabelle y depositó su taza de café vacía sobre la mesa―. Vamos.
Magnus la miró con suspicacia por un momento, luego se encogió de hombros. Hoy tenía el pelo engominado en un millón de puntas agudas y sus ojos estaban sombreados con maquillaje negro, lo que los hacía más felinos que nunca. Él se acercó a la pared, ya murmurando algo en latín; la familiar silueta del portal, su forma de puerta arcana delineada con símbolos destellantes comenzó a tomar forma. Se levantó viento, frío y agudo, echando hacia atrás los mechones del cabello de Isabelle.
Jocelyn dio un paso al frente en primer lugar, y caminó a través del portal. Fue como ver a alguien desaparecer en la cresta de una ola de agua: una neblina plateada pareció tragarla, nublando el color de su cabello rojizo mientras ella desaparecía en el interior con un débil destello.
Isabelle fue la siguiente. Estaba acostumbrada a la sensación de revoltijo en el estómago que provocaba ser transportada por un Portal. Era como un rugido insonoro en sus oídos y nada de aire en los pulmones. Cerró los ojos, luego los abrió de nuevo cuando el remolino la soltó y cayó sobre la maleza seca. Se puso de pie, cepillándose la hierba muerta de sus rodillas y vio a Jocelyn mirándola. La madre de Clary abrió la boca... y la volvió a cerrar cuando apareció Alec desplomándose sobre la vegetación junto a Isabelle y, a continuación, Magnus, mientras la brillante forma del Portal se cerraba tras él.
Incluso el viaje a través del Portal, no había desarreglado los picos en el cabello de Magnus. Se atusó uno con orgullo.
―Comprobado ―le dijo a Isabelle.
―¿Magia?
―Gel para el cabello. $3.99 en Ricky's.
Isabelle le puso los ojos en blanco y se giró para comprobar su nuevo entorno. Estaban encima de una colina y su parte más alta estaba cubierta de maleza seca y césped marchito. Más abajo, había árboles ennegrecidos por el otoño y, a la distancia, Isabelle vio un cielo sin nubes y la parte superior del Puente Verrazano-Narrows, que conecta Nueva York con Brooklyn. Cuando se giró, Isabelle vio el monasterio tras ella, alzándose por encima del follaje reseco. Era un gran edificio de ladrillo rojo, con la mayoría de las ventanas rotas o entabladas. Estaba marcado, aquí y allí, con grafiti. Los buitres, perturbados por la llegada de los viajeros, circundaban el campanario en ruinas.
Isabelle entrecerró los ojos, preguntándose si había un glamour que desprender. Si era así, era uno muy fuerte. Por más que lo intentaba, no podía ver otra cosa que la ruinosa construcción tras ella.
―No hay glamour ―dijo Jocelyn, sobresaltando a Isabelle―. Lo que ves es lo que obtienes.
Jocelyn caminó hacia allí, sus botas aplastando la vegetación seca frente a ella. Después de un momento, Magnus se encogió de hombros y la siguió, e Isabelle y Alec fueron detrás. No había ningún camino; las ramas crecían enredadas, oscuras contra el aire claro, y el follaje bajo sus pies crujía por la sequedad. Mientras se acercaban al edificio, Isabelle vio que los parches de césped reseco estaban quemados con pentagramas y que había círculos rúnicos pintados con aerosol sobre la hierba.
―Mundanos ―dijo Magnus, apartando una rama del camino de Isabelle―. Jugando sus pequeños juegos con magia, sin realmente entenderla. A menudo son atraídos por lugares como éste, centros de poder, sin saber realmente el por qué. Beben, pasan el rato, y pintan las paredes con aerosol como si pudieras dejar una huella humana en la magia. No puedes.―Ya habían alcanzado una puerta tapiada en el muro de ladrillo―. Aquí estamos.
Isabelle miró fijamente la puerta. Una vez más, no había sentido que la cubriera algún glamour, aunque si se concentraba fuerte, se hacía visible un débil resplandor, como la luz del sol rebotando sobre el agua. Jocelyn y Magnus intercambiaron una mirada y ella se volteó hacia Isabelle.
―¿Estás lista?
Isabelle asintió y, sin más preámbulos, Jocelyn dio un paso adelante y se desvaneció a través de las tablas de la puerta. Magnus miró expectante a Isabelle.Alec se acercó más y ella sintió el roce de su mano sobre el hombro.
―No te preocupes ―dijo―. Vas a estar bien, Iz.
Ella levantó la barbilla
―Lo sé ―dijo, y siguió a Jocelyn a través de la puerta.
Clary contuvo el aliento, pero antes que pudiera responder, hubo pasos en la escalera, y Jace apareció al final del pasillo. Sebastian la dejó ir de inmediato y dio una vuelta a su alrededor. Con una sonrisa lobuna, le alborotó el cabello.
―Me alegro de verte, hermanita.
Clary se quedó sin habla. Sin embargo, Jace no; se movió hacia ellos en silencio. Llevaba una chaqueta de cuero negro, una camiseta blanca y jeans, y estaba descalzo.
―¿Estabas abrazando a Clary? ―miraba a Sebastian, atónito.
Sebastian se encogió de hombros.
―Es mi hermana. Estoy complacido de verla.
―Tú no abrazas a las personas ―dijo Jace.
―Me quedé sin tiempo para cocinar un guiso.
―No fue nada ―intervino Clary, agitando una mano desdeñosa hacia su hermano―. Me tropecé. Él sólo impidió que me cayera.
Si Sebastian estaba sorprendido al oírla defenderlo, no lo demostró. Su rostro era inexpresivo mientras ella cruzaba el pasillo hacia Jace, quien la besó en la mejilla. Sus dedos se sentían fríos contra la piel.
―¿Qué estás haciendo aquí arriba? ―preguntó Jace.
―Buscándote. ―Se encogió de hombros―. Me desperté y no podía encontrarte. Pensé que tal vez estabas durmiendo.
Jace la lanzó una mirada.
―Vamos a preparar algo de comer ―le dijo a Clary―. Nada del otro mundo. Pan y queso. ¿Quieres almorzar?
Así fue como, varios minutos más tarde, Clary se encontró instalada en la gran mesa de vidrio y acero. Por los comestibles esparcidos sobre la mesa, se imaginó que su segunda suposición había sido correcta. Estaban en Venecia. Había pan, quesos italianos, salami y posciutto, uvas y mermelada de higo, y botellas de vino italiano. Jace se sentó frente a ella, Sebastian en la cabecera de la mesa. Le recordó, bizarramente, la noche que conoció a Valentine, en Renwick's en Nueva York, como se había puesto entre Jace y Clary a la cabecera de la mesa, cómo les había ofrecido vino y les había dicho que eran hermano y hermana.
Ahora le echó un vistazo a su hermano de verdad. Pensé en cómo lo vería su madre cuando lo miraba a él. Valentine. Pero Sebastian no era una copia al carbón del padre de ambos. Ella había visto fotografías de Valentine cuando tenía su edad. El rostro de Sebastian suavizaba los rasgos duros de su padre con la belleza frágil de su madre; era alto, pero menos ancho de hombros, más ágil y felino. Tenía los pómulos y la suave boca de Jocelyn, los ojos oscuros y el cabello rubio blanquecino de Valentine.
-Cazadores de Sombras: Instrumentos Mortales: Ciudad de Almas Perdidas
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Amor diferente (Malec) - Completa
FanficEs una recopilación de las historias de la hermosa pareja Alexander Lightwood (nefilim) y Magnus Bane (brujo) de la saga Cazadores de Sombras de la autora Cassandra Clare todos los créditos y felicitaciones para la escritora por darnos a esta linda...