¿A los cultistas malvados les gusta la fiesta?

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MAGNUS SE HABÍA RETRASADO. Antes de que se hubieran alejado una manzana del Instituto de Roma, Alec recibió un repentino mensaje de Shinyun diciéndole que el teléfono de Magnus no funcionaba. Había recibido una pista de uno de sus contactos locales, y ella y Magnus se dirigían a una localización específica en un bosque en las afueras de la ciudad.

Ella no explicó por qué Magnus estaba con ella ni en dónde habían estado. Cuando Alec compartió la información con Helen y Aline, todos estuvieron de acuerdo en que era sensato reunirse con Magnus y Shinyun en el lugar; era información más reciente que la que Mori Shu le había dado a Helen, e incluso si resultaba ser un caso perdido, al menos todos estarían en el mismo lugar.

Mientras el tiempo pasaba, Alec se preguntó si Shinyun y Magnus se habían perdido o si él había entendido mal la dirección. Estaba seguro de que ya habrían llegado a estas alturas, o de que Magnus lo habría llamado si hubiera un problema.

Se sintió desequilibrado al haber sido contactado por Shinyun en vez de Magnus. Revisó la hora otra vez y miró al sol oculto tras los árboles. La noche se acercaba a ellos como un enemigo y no había mucho que la luz mágica pudiera hacer en un bosque espeso. Miró hacia la línea de árboles; no podía ver más allá de unos pocos metros.

El bosque se sentía encantado. Gigantes ramas nudosas se apiñaban juntas, algunas entrelazadas como amantes, haciendo difícil vagar lejos del estrecho camino de tierra. Las florecientes copas de los árboles enmascaraban el cielo. Las sombras de las hojas danzaban con el viento.

—¿Acaso los cultistas no pueden conseguir un lugar? —refunfuñó Aline—. Quiero decir, ¿dentro de la ciudad?

Había llovido antes, así que el suelo era un húmedo y resbaladizo lodazal, haciendo el tránsito por el terreno difícil y desordenado. Aline en particular estaba luchando, habiendo usado zapatos más apropiados para sentarse en un café que para perseguir malhechores.

—Ven, intenta esto. —Helen sacó un cuchillo y cortó dos trozos grandes de corteza del árbol más cercano. Se arrodilló frente a Aline y tomó su tobillo. Aline se congeló en su lugar mientras Helen alzaba gentilmente la pierna de Aline y ataba la corteza en su pie. Repitió la operación en el otro pie—. Bien, ahora tienes más agarre.

Los ojos de Aline estaban muy abiertos. Alec notó con desaprobación que ni siquiera había dicho gracias.

Helen tomó la cabeza y Alec aceleró el paso para mantenerse junto a ella. Sus zapatillas también se resbalaban en el lodo, pero nadie le había ofrecido zapatos de corteza. El paso de Helen era más ligero que el suyo o el de Aline. No se movía exactamente como un hada. Alec las había visto caminar sin aplastar ni una sola brizna de hierba. Aunque tampoco se deslizaba en el lodo como ellos. Bajo los movimientos de una guerrera estaba la sombra de la gracia de las hadas.

—Los zapatos de corteza no son un truco feérico, si es lo que ambos están pensando —le espetó Helen a Alec mientras la alcanzaba—. Lo aprendí de los cazadores de sombras en Brasil.

Alec parpadeó.

—¿Por qué estaríamos pensando eso? Mira, lamento si Aline está actuando extraña. Es culpa mía. Le conté sobre lo que pasó la noche de la fiesta en Venecia, me refiero a la forma en que te encontré con la chica subterránea.

Helen resopló.

—¿No quisiste decir la otra chica subterránea?

—No —dijo Alec—. Tú eres una cazadora de sombras. Lo lamento mucho. Estaba preocupado por Magnus y soy pésimo mintiendo. Hubo un tiempo en el que hubiera odiado si alguien más le hubiera hablado a un desconocido sobre mí.

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora