¡Eres un desastre para nosotros, Clary! Eres una mundana

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-Jace –dijo ella, y dio un paso hacia él.

Él se alejó de ella como si estuviera cubierta por algo venenoso.

-¿Qué –dijo él–, en el nombre del Ángel, Clary, qué estás haciendo aquí?

A pesar de todo, la severidad de su tono hacía daño.

-Podrías al menos fingir que estás contento de verme. Aunque fuera un poquito.

-No estoy contento de verte –dijo él. Algo de su color había regresado, pero las sombras bajos sus ojos eran todavía manchas grises contra su piel. Clary esperó a que él dijera algo más, pero parecía satisfecho sólo con mirarla con un manifiesto horror. Ella notó al instante con una distraída claridad que él llevaba un jersey negro que le colgaba de las muñecas como si él hubiera perdido peso, y que las uñas de sus manos estaban mordidas.

-Ni siquiera un poquito.

-Este no eres tú –dijo ella–. Odio cuando actúas así...

-Oh, lo odias, ¿no? Bueno, será mejor dejar de hacerlo, entonces, ¿lo dejo? Quiero decir, tú haces todo lo que yo te pido que hagas.

-¡No tenías derecho a hacer lo que hiciste! –le dijo ella bruscamente, de repente furiosa–. Mentirme así. No tenías derecho a...

-¡Tenía todo el derecho! –gritó él. Ella no creía que él le hubiera gritado alguna vez antes–. Tenía todo el derecho, tú estúpida, niña estúpida. Soy tu hermano y yo...

-¿Y tú qué? ¿Eres mi dueño? ¡Tú no eres mi dueño, tanto si eres mi hermano como si no!

La puerta de detrás de Clary se abrió. Era Alec, discretamente vestido con una larga chaqueta azul oscura, su pelo desaliñado. Llevaba las botas cubiertas de barro y una expresión incrédula sobre su habitual rostro tranquilo.

-¿Qué en todas sus posibles dimensiones está pasando aquí? –dijo él mirando de Jace a Clary con asombro–. ¿Os estáis intentando matar el uno al otro?

-No, en absoluto –dijo Jace. Como si por arte de magia, observó Clary, todo hubiera sido borrado: su furia y su pánico, y estaba fríamente calmado otra vez–. Clary estaba a punto de marcharse.

-Bien –dijo Alec–, porque necesito hablar contigo, Jace.

-¿Nadie en esta casa dice alguna vez 'Hola, encantado de verte ́? –exigió Clary a nadie en particular.

Era mucho más fácil culpar a Alec que a Isabelle.

-Esto, es bueno verte, Clary –dijo él–, excepto, claro está, por el hecho de que en realidad se supone que no debes estar aquí. Isabelle me dijo que habías llegado aquí por tus propios medios, y estoy impresionado...

-¿Podrías no animarla? –preguntó Jace.

-Pero yo de verdad, de verdad necesito hablar con Jace de algo. ¿Puedes darnos unos minutos?

-Yo también necesito hablar con él –dijo ella–, sobre nuestra madre...

-No me siento como para hablar –dijo Jace –con ninguno de vosotros, en realidad.

-Sí, puedes –dijo Alec–. De verdad que tú quieres hablar conmigo de esto.

-Lo dudo –dijo Jace. Él había vuelto su mirada a Clary–. Tú no has venido aquí sola, ¿verdad? –dijo él lentamente, como dándose cuenta de que la situación era aún peor de lo que había pensado– ¿Quién vino contigo?

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora