Cuando las torres de los demonios se habían vuelto rojas y doradas con la advertencia de llegar al Gard, ella y Alec habían revoloteado para hacerse de sus trajes de combate y armas, apresurándose a toda velocidad por la colina. El corazón de Isabelle palpitaba, no por el esfuerzo sino por la emoción. Alec era sombrío y práctico como siempre, pero el látigo de Isabelle estaba cantando para ella. Tal vez esta podría ser una verdadera batalla; tal vez este podría ser el momento en que se enfrentarían a Sebastian de nuevo en el campo, y esta vez
ella lo mataría.Por su hermano. Por Max.
Alec e Isabelle no habían estado preparados para la aglomeración de personas en el patio del Gard, o para la velocidad con la que los Nefilim estaban pasando a través del Portal. Isabelle había perdido a su hermano en la multitud, pero se había empujado hacia el Portal —había visto a Jace y a Clary ahí a punto de atravesarlo, y redobló la velocidad— hasta que dos manos salieron de entre la multitud y la agarraron por los brazos.
Era su padre. Isabelle le dio una patada y gritó por Alec, pero Jace y Clary ya se habían ido, en el remolino del Portal. Gruñendo, Isabelle luchó, pero su padre era alto, tenía gran complexión y más años de entrenamiento que ella. La soltó justo cuando el Portal dio un último giro y se cerró de golpe, desapareciendo en la inexpresiva pared de la armería. Los Nefilim restantes en el patio se quedaron en silencio, esperando instrucciones. Jia Penhallow anunció que bastantes de ellos habían atravesado hacia la Ciudadela, que los demás debían esperar dentro del Gard, en caso de necesitar refuerzos; que no había necesidad de estar en el patio y congelarse. Ella comprendía lo mucho que todos querían pelear, pero un montón de guerreros habían sido enviados a la Ciudadela, y Alicante todavía requería de fuerza para ser protegida.
—¿Ves? —Dijo Robert Lightwood, señalando a su hija con exasperación mientras ella se giraba para mirarlo. Ella se alegró de ver que había sangre enlos rasguños de sus muñecas donde ella lo había arañado—. Te necesitan aquí, Isabelle...
—Cállate —le siseó entre dientes—. Cállate, mentiroso bastardo.
El asombro lo dejó inexpresivo. Isabelle sabía por Simon y Clary que en la cultura mundana era de esperarse una cierta cantidad de gritos hacia los padres, pero los Cazadores de Sombras creían en el respeto a los mayores y el gobierno de uno mismo hacia sus emociones.
Tan solo que Isabelle no tenía ganas de gobernar sus sentimientos. No ahora.
—Isabelle... —Era Alec, trastabillando hasta colocarse a su lado. La multitud alrededor estaba disminuyendo, y ella era lejanamente consciente de que muchos de los Nefilim ya habían entrado al Gard. Los que se quedaron estaban apartando la vista incómodamente. Las peleas familiares de otras personas no eran asunto de los Cazadores de Sombras—. Isabelle, vamos a volver a la casa.
Alec la tomó de la mano; ella se la sacudió con un movimiento brusco. Isabelle quería a su hermano, pero no había algo que deseara más que darle un puñetazo en la cabeza.
—No —dijo ella—. Jace y Clary lo atravesaron; debemos ir con ellos.
Robert Lightwood parecía cansado.
—Ellos no debían de ir —dijo—. Lo hicieron en contra de las órdenes estrictas. Eso no significa que teneis que seguirlos.
—Ellos sabían lo que estaban haciendo —espetó Isabelle—. Tú necesitas a más Cazadores de Sombras que se enfrenten a Sebastian, no menos.
—Isabelle, no tengo tiempo para esto —dijo Robert mirando hacia Alec exasperadamente como si esperara que su hijo se pusiera de su parte—. Solo hay veinte Cazadores Oscuros con Sebastian. Nosotros enviamos a cincuenta guerreros.
—Veinte de ellos es como cientos de Cazadores de Sombras —dijo Alec con voz calmada—. Nuestra parte puede ser masacrada.
—Si algo les llega a pasar a Jace y a Clary, será tu culpa —dijo Isabelle—. Igual que con Max.
Robert Lightwood retrocedió.
—Isabelle. —La voz de su madre interrumpió de repente, dejando un terrible silencio. Isabelle se dio la vuelta y vio que Maryse venía detrás de ellos; ella, como Alec, estaba estupefacta. Una pequeña y distante parte de Isabelle se sintió culpable y enferma, pero la parte de ella que parecía haber tomado las riendas, que bullía en su interior como un volcán, sólo sentía un triunfo amargo. Estaba cansada de fingir que todo estaba bien—. Alec tiene razón —continuó Maryse—. Vamos a volver a casa...
—No —dijo Isabelle—. ¿No escuchaste al Cónsul? Nos necesitan aquí, en el Gard. Posiblemente necesiten refuerzos.
—Querrán adultos, no a niños —dijo Maryse—. Si no piensas regresar, entonces discúlpate con tu padre. Max... Lo que paso con Max no fue culpa de nadie más que de Valentine.
—Y tal vez si no hubieseis estado del lado de Valentine una vez, no habría ocurrido la Guerra Mortal —siseó Isabelle a su madre. Entonces se volvió hacia su padre—. Estoy cansada de fingir que no sé lo que sé. Sé que engañaste a mamá. —Isabelle no podía parar sus palabras; simplemente seguían fluyendo, como un torrente. Vio a Maryse palidecer, a Alec abrir la boca para protestar. Robert se veía como si ella lo hubiese golpeado—. Antes de que Max naciera. Lo sé. Ella me lo dijo. Con una mujer que murió en la Guerra Mortal. Y que nos ibas a abandonar también, abandonarnos a todos nosotros, pero solo te quedaste porque Max nació, y apuesto a que estás feliz de que haya muerto, ¿verdad? Porque ahora no tienes por qué quedarte.
—Isabelle... —dijo Alec, horrorizado.
Robert se dirijó a Maryse.
—¿Se lo dijiste? Por el Ángel, Maryse, ¿cuándo?
—¿Quieres decir que es verdad? —La voz de Alec se estremeció con repugnancia.
Robert se volvió a él.
—Alexander, por favor...
Pero Alec le había dado la espalda. El jardín estaba casi vacío de Nefilim ahora. Isabelle podía ver a Jia parada en la distancia, cerca de la armería, esperando a que los últimos entraran. Vio a Alec dirigirse donde Jia, y los escuchó a ambos discutir.
Los padres de Isabelle la miraban como si sus mundos se estuviesen viniendo abajo. Ella nunca antes se creyó capaz de destruir el mundo de sus padres. Había esperado que su padre le gritara, no que se quedara ahí parado con su traje gris de Inquisidor, viéndose destrozado. Finalmente él se aclaró la garganta.
—Isabelle —dijo con voz ronca—. Lo que sea que pienses, tienes que creer... realmente no puedes pensar que cuando perdimos a Max yo...
—No me hables —dijo Isabelle, alejándose de ambos, su corazón se rompía con un ruido sordo en su pecho—. Simplemente... no me hables.
Se dio la vuelta y huyó.
-Cazadores de Sombras: Instrumentos Mortales: Ciudad del Fuego Celestial
ESTÁS LEYENDO
Amor diferente (Malec) - Completa
FanficEs una recopilación de las historias de la hermosa pareja Alexander Lightwood (nefilim) y Magnus Bane (brujo) de la saga Cazadores de Sombras de la autora Cassandra Clare todos los créditos y felicitaciones para la escritora por darnos a esta linda...