La Reina de las Hadas no hace nada gratis

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—Hola. —Alguien delgado entró en el cuarto y cerró la puerta. Alec, el hermano mayor de Isabelle, iba vestido con el traje del Consejo: un hábito negro estampado con runas plateadas, que en ese momento llevaba abierto sobre unos vaqueros y una camiseta negra de manga larga. Tenía el cabello negro y liso como su hermana, pero lo llevaba más corto, justo sobre la altura del mentón. Apretaba los labios en una fina línea.

A Clary comenzó a latirle el corazón con fuerza. Alec no parecía contento. Fueran cuales fueran las noticias, no parecían buenas.

—¿Cómo ha ido? —preguntó Isabelle en voz baja—. ¿Cuál es el veredicto?

Alec se sentó ante el tocador, al revés en la silla, para mirarlas sobre el respaldo. En otro momento habría sido cómico: Alec era muy alto, con las largas piernas de un bailarín, y el modo en que se tenía que plegar sobre la silla la hacía parecer un mueble de una casa de muñecas.

—Clary —contestó por fi n—. Jia Penhallow ha presentado el veredicto. Se considera que no has cometido ningún delito. No has transgredido ninguna Ley, y Jia cree que ya estás recibiendo suficiente castigo.

Isabelle soltó un audible suspiro y sonrió. Por un momento, la sensación de alivio atravesó la capa de hielo que cubría las emociones de Clary. No la iban a castigar, a encerrarla en la Ciudad Silenciosa, atrapada en alguna parte donde no podría ayudar a Jace. Luke, que como representante de los licántropos en el Consejo había estado presente para el veredicto, había prometido llamar a Jocelyn en cuanto acabara la reunión, pero de todas formas, Clary cogió su móvil: la idea de darle a su madre buenas noticias para variar era demasiado tentadora.

—Clary —dijo Alec mientras ella abría la tapa del móvil—. Espera.

Clary lo miró. Su expresión seguía siendo tan seria como la de un enterrador. Un repentino mal presentimiento le hizo volver a dejar el teléfono sobre la cama.

—Alec, ¿qué pasa?

—No ha sido por tu veredicto que el Consejo ha tardado tanto —explicó Alec—. Fue por otro asunto que había que discutir.

El hielo había vuelto. Clary se estremeció.

—¿Jace?

—No exactamente. —Alec se inclinó hacia ella y cerró las manos sobre el respaldo de la silla—. Esta mañana a primera hora ha llegado un informe desde el Instituto de Moscú. Durante el día de ayer, destrozaron las salvaguardas de la Isla de Wrangel. Han enviado un equipo de reparación, pero tener unas salvaguardas tan importantes inutilizadas durante tanto tiempo...es una prioridad para el Consejo.

Las salvaguardas, que servían, según Clary entendía, como una especie de sistema de vallas mágicas, rodeaban la Tierra; las habían colocado la primera generación de cazadores de sombras. Los demonios las podrían traspasar, pero no con facilidad, y mantenían fuera a la gran mayoría de ellos, lo que evitaba que el mundo sufriera una invasión masiva de demonios. Recordaba algo que Jace le había dicho hacía lo que parecía una eternidad: «Solía haber sólo pequeñas invasiones de demonios en este mundo, fáciles de contener. Pero incluso en los años que llevo viviendo más y más demonios se han ido colando por las salvaguardas».

—Bueno, es una pena —repuso Clary—, pero no entiendo qué tiene que ver con...

—La Clave tiene sus prioridades —le interrumpió Alec—. Buscar a Jace y a Sebastian había sido la principal prioridad durante las últimas dos semanas. Pero lo han registrado todo, y no hay ni señal de ellos en ningún antro de los subterráneos. Ninguno de los hechizos de rastreo de Magnus ha dado resultado. Elodie, la mujer que crió al verdadero Sebastian Verlac, confirmó que nadie se ha puesto en contacto con ella. De todas formas, eso era bastante improbable. Ningún espía ha informado de actividad inusual entre los miembros conocidos del antiguo Círculo de Valentine. Y los Hermanos Silenciosos no han podido determinar exactamente qué se suponía que debía hacer el ritual que Lilith llevó a cabo, o si tuvo éxito. El consenso general es que Sebastian, aunque le llaman Jonathan cuando hablan de él, raptó a Jace, pero eso no es nada que no supiéramos ya.

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora