Desearía poder tirar todo al fuego. Odio que esto sea mi culpa

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Luke parecía agotado. Su viaje por el Portal los había llevado al Gard y habían caminado a través de la ciudad hacia la casa de Amatis. Luke todavía, a menudo, hacia una mueca por el dolor de la herida en su costado que aún no había sanado completamente, pero Clary dudaba de que la lesión fuera lo que le estaba afectando. El silencio en la casa de Amatis, las alfombras hogareñas de trapo sobre el suelo, los recuerdos personales cuidadosamente organizados... todo hablaba de una vida ordinaria interrumpida en la más terrible manera posible.

Jocelyn se movió para poner su mano sobre el hombro de Luke, murmurando suavemente. Él se dio la vuelta en el círculo los brazos de ella, poniendo la cabeza contra su hombro. Era más confortante que de alguna manera romántica, pero Clary aún sentía como si se hubiera topado con un momento privado. Sin hacer ruido, recogió su bolso de viaje y se dirigió a las escaleras.

La habitación de invitados no había cambiado. Pequeña; las paredes pintadas de blanco; las ventanas circulares como faroles —ahí estaba la ventana por la que Jace había trepado una noche— y la misma colcha colorida sobre la cama. Dejó caer su bolso al suelo, cerca de la mesita de noche. La mesita de noche, donde Jace había dejado una carta en la mañana, diciéndole que se iba y que no volvería.

Se sentó al borde de la cama, intentando quitarse de encima la red de recuerdos. No se había dado cuenta de lo difícil que sería estar de vuelta en Idris. Nueva York era un hogar, normal. Idris era guerra y devastación. En Idris ella había visto la muerte por primera vez.

Su sangre estaba zumbando, latiendo con fuerza en sus oídos. Quería ver a Jace, ver a Alec e Isabelle—ellos la rodearían, dándole una sensación de normalidad. Ella fue capaz, muy débilmente, de escuchar a su madre y a Luke moviéndose abajo, posiblemente el tintineo de las copas en la cocina incluso. Se balanceó fuera de la cama y fue al pie, donde descansaba una maleta. Era la maleta que Amatis había traído para ella cuando había estado ahí antes, diciéndole que buscara en ella para encontrar ropa.

Se arrodilló y la abrió. Las mismas ropas, cuidadosamente empacadas entre las capas de papel: uniformes escolares, suéteres y jeans prácticos, camisas y faldas más formales y debajo de eso un vestido, que Clary había pensado que era un vestido de novia la primera vez. Ella lo sacó. Ahora estaba más familiarizada con los Cazadores de Sombras y su mundo, lo reconocía por lo que era.

Ropa de luto. Un vestido blanco, simple, y una chaqueta ceñida al cuerpo, con las runas de luto trabajadas en el material—y ahí, en los puños, un diseño casi invisible de pájaros.

Garzas. Clary puso las ropas cuidadosamente sobre la cama. Pudo ver, en el ojo de su mente, a Amatis usando esas ropas cuando Stephen Herondale había muerto. Poniéndoselos cuidadosamente, suavizando la tela, abrochándose el cierre de la chaqueta, todo para hacer luto por un hombre con quien ella no había estado casada. Ropas de viuda para alguien que no había sido capaz de llamarse viuda

—¿Clary? —Era su madre, apoyada sobre la puerta, mirándola—. Qué son esos... Oh. —Cruzó la habitación, tocó la tela del vestido y suspiró—. Oh, Amatis.

—Nunca superó lo de Stephen, ¿no? —Preguntó Clary.

—A veces la gente no lo hace. —La mano de Jocelyn se movió del vestido al cabello de Clary, metiéndolo detrás con gran rapidez y precisión maternal—. Y los Nefilim.... tendemos a amar muy abrumadoramente. Nos enamoramos solo una vez, morimos de pena por amor. Mi antiguo tutor solía decir que el corazón de los Nefilim era como el corazón de los Ángeles: Sienten cada dolor humano, y nunca sanan.

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora