¿Por qué estás aquí, Alexander? ¿Hambriento de una buena conversación?

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Alec levantó la piedra runa de luz mágica en su mano; irradió una luz brillante, destacando una de las esquinas de la estación de City Hall y luego otra. Saltó cuando un ratón chilló, corriendo a través de la polvorosa plataforma. Él era un Cazador de Sombras; había estado en muchos lugares oscuros, pero había algo en el aire de esa estación abandonada que hacía que corrieran escalofríos por su columna vertebral.

Tal vez era el frío de la deslealtad que sentía, al escapar de su puesto de guardia en Staten Island y bajar la colina hasta el ferry al momento en que Magnus se había ido.

Alec levantó la voz.

―¡Camille! ―gritó―. ¡Camille Belcourt!

Oyó una ligera risa; que hizo eco en las paredes de la estación. Luego ella estaba allí, en la parte superior de las escaleras, el brillo de su luz mágica marcando su silueta.

―Alexander Lightwood ―dijo ella―. Vamos arriba.

Ella desapareció. Alec la siguió con su rápidaluz mágicaescaleras arriba, y encontró a Camille, donde lo había hecho antes, en el vestíbulo de la estación. Estaba vestida con la moda de una época pasada, un largo vestido cortado a la cintura, su cabello peinado en lo alto con sus rizos rubios plateados, y sus labios pintados de rojo oscuro. Supuso que era hermosa, aunque él no era el mejor juez de apariencia femenina, y no ayudaba que la odiara.

―¿Qué pasa con el disfraz? ―demandó.

Ella sonrió. Su piel era muy suave y blanca, sin líneas oscuras; se había alimentado recientemente.

―Un baile de máscaras en el centro. Comí bastante bien. ¿Por qué estás aquí, Alexander? ¿Hambriento de una buena conversación?

Si fuera Jace, pensó Alec, tendría una observación inteligente para eso, una especie de juego de palabra o un insulto hábilmente disfrazado. Alec sólo se mordió el labio y le dijo―: Me dijiste que regresara si estaba interesado en lo que ofrecías.

Ella pasó la mano a lo largo de la parte superior del sofá, la única pieza de mobiliario en la habitación.

―Y tú has decidido qué quieres.

Alec asintió con la cabeza. Ella se echó a reír.

―¿Entiendes lo que estás pidiendo?

El corazón de Alec latía con fuerza. Se preguntó si Camille podría oírlo.

―Dijiste que podrías hacer a Magnus mortal. Igual que yo.

Sus carnosos labios se afinaron.

―Lo hice ―dijo―. Debo admitir que dudaba de tu interés. Te fuiste más bien apresuradamente.

―No juegues conmigo ―le advirtió―. No quiero tanto lo que ofreces.

―Mentiroso ―comentó casualmente―. O no estarías aquí. ―Se movió alrededor del sofá, acercándose a él, sus ojos registrando su rostro―. De cerca ―dijo―, no te pareces tanto a Will como había pensado. Tienes su color, pero una forma diferente en la cara... tal vez la ligera debilidad de tu mandíbula...

―Cállate―le espetó. Bueno, no era el ingenio de Jace, pero era algo―. No quiero oír hablar sobre Will.

―Muy bien. ―Se estiró, lánguidamente, como un gato―. Fue hace muchos años, cuando Magnus y yo fuimos amantes. Estábamos en la cama juntos, después de una noche apasionada. ―Ella lo vio estremecerse, y sonrió―. Tú sabes lo que ocurre con las conversaciones con la almohada. Uno revela sus debilidades. Magnus me habló de un hechizo que existía, que podría llevarse a cabo para liberar a un brujo de su inmortalidad.

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora