¿Quieres ser el diablo?

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Los ojos de Jace se movieron alrededor de la habitación, y Clary siguió su mirada. La luz fuera de las ventanas se había atenuado un poco, y ella podía ver la tarima con mayor claridad. En ella se situaban dos inmensos... bueno, la única palabra para ellos era "tronos." Eran de marfil y oro, con marcas de oro dirigiéndose hacia ellos. Cada uno tenía una espalda curvada en relieve con una sola clave.

Soy el que está vivo, y estuve muerto —dijo Sebastian—, viviré por los siglos de los siglos, tengo las llaves del infierno y de la muerte —Hizo un gesto hacia las dos sillas, y Clary se dio cuenta con una sacudida repentina de que había alguien arrodillado al lado de la silla más a la izquierda, un Cazador Oscuro con el equipo rojo. Una mujer de rodillas, con las manos cruzadas delante de ella—. Estas son las claves, realizadas a lo largo de los tronos que me han dado los demonios que gobiernan este mundo, Lilith y Asmodeo.

Sus ojos oscuros se movieron a Clary, y ella sintió su mirada como dedos fríos caminando por su espalda.

—No sé por qué me estás mostrando esto —dijo—. ¿Qué esperas? ¿Admiración? No vas a conseguirlo. Puedes amenazarme si quieres; sabes que no me importa. No puedes amenazar a Jace, ya que tiene el fuego celestial en sus venas; no le puedes dañar.

—¿No puedo? —dijo—. ¿Quién sabe cuánto de fuego celestial todavía tiene en sus venas, después de los fuegos artificiales de la otra noche? Ese demonio llego a ti, ¿verdad, hermano? Sabía que nunca podrías tener suficiente conocimiento de ello, que habrías matado a tu propia especie.

—Tú me obligaste a asesinarla —dijo Jace—. No fue mi mano la que sostenía el cuchillo que mató a la hermana Magdalena; era la tuya.

—Si tú lo dices —La sonrisa de Sebastian se volvió fría—. De todos modos, hay otros que puedo poner en peligro. Amatis, levántate, y trae a Jocelyn aquí.

Clary sintió diminutos puñales de hielo disparando a través de sus venas; trató de mantener su cara sin ninguna expresión mientras la mujer de rodillas al lado del trono se levantó. Era, en efecto Amatis, con sus desconcertantes ojos azules de Luke. Ella sonrió.

—Con mucho gusto —dijo, y salió de la habitación, con el dobladillo de su abrigo largo de color rojo barriendo detrás de ella.

Jace dio un paso adelante con un gruñido inarticulado... y se detuvo en seco, a varios pies de Sebastian. Puso sus manos, parecía a punto de chocar contra algo traslúcido, un muro invisible. Sebastian soltó un bufido.

—Como si fuera a dejar que llegases cerca de mí, tú, con ese fuego que arde en ti. Una vez fue suficiente, gracias.

—Así que ya sabes que puedo matarte —dijo Jace, frente a él, Clary no podía dejar de pensar en lo parecidos y diferentes que eran... cómo el hielo y el fuego, Sebastian todo blanco y negro, y Jace ardiendo de color rojo y oro—. No puedes ocultarte en ella para siempre. Vas a morir de hambre.

Sebastian hizo un rápido gesto con los dedos, la forma en la que Clary había visto hacer el gesto a Magnus al lanzar un hechizo y Jace voló hacia arriba y atrás, y se estrelló contra la pared detrás de ellos. Se quedó sin aliento en un suspiro mientras giraba a verlo estrellarse en el suelo, una herida sangrienta a través del lado de su cabeza. Sebastian canturreaba de deleite y bajó la mano.

—No te preocupes —dijo conversacionalmente, y volvió su mirada a Clary—. Va a estar bien. Con el tiempo. Si no cambio de opinión acerca de qué hacer con él. Estoy seguro de que entiendes, ahora que has visto lo que puedo hacer.

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora