El amor no es una debilidad

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Simon no podía hacer otra cosa que seguir mirando fijamente. El cuerpo que flotaba en el interior del ataúd —el de Sebastian— no parecía estar vivo; o, como mínimo, no respiraba. Pero era evidente que tampoco podía decirse que estuviera exactamente muerto. Habían pasado dos meses. Simon estaba casi seguro de que, de estar muerto, tendría un aspecto mucho más deplorable. El cuerpo estaba muy blanco, como el mármol; tenía una muñeca vendada, pero por lo demás parecía ileso. Era como si estuviera dormido, con los ojos cerrados y los brazos extendidos a ambos lados del cuerpo. Sólo el detalle de que su pecho no se movía indicaba que algo allí iba muy mal.

—Pero —dijo Simon, sabiendo que lo que decía sonaba ridículo— si está muerto. Jace lo mató.

Lilith posó una de sus pálidas manos encima de la superficie del ataúd.

—Jonathan —dijo, y Simon recordó entonces que aquél era en realidad su nombre. La voz de Lilith tenía un matiz cariñoso al pronunciarlo, como si estuviera acunando a un niño—. Es bello, ¿verdad?

—Hummm —dijo Simon, mirando con aberración la criatura del interior del ataúd, el chico que había asesinado a Max Lightwood, de sólo nueve años. La criatura que había matado a Hodge. Que había intentado matarlos a todos—. No es mi tipo, la verdad.

—Jonathan es único —dijo ella—. Es el único cazador de sombras que he conocido que es en parte demonio mayor. Esto lo hace muy poderoso.

—Está muerto —dijo Simon. Tenía la impresión, no sabía muy bien por qué,de que era importante seguir subrayando aquel hecho, aunque Lilith no pareciera captarlo.

Lilith miró a Sebastian frunciendo el ceño.

—Cierto. Jace Lightwood consiguió ponerse a sus espaldas y le atravesó el corazón desde atrás con un cuchillo.

—¿Cómo te lo hiciste para...?

—Yo estaba en Idris —dijo Lilith—. Entré cuando Valentine abrió la puerta a los mundos demoníacos. No para combatir en su estúpida batalla. Por curiosidad, más que por otra cosa. Ése Valentine es tan arrogante... —Se interrumpió, con un gesto de indiferencia—. El cielo lo castigó por ello, por supuesto. Vi el sacrificio que realizó; vi al Ángel alzarse y volverse contra él. Vi las consecuencias. Soy el más antiguo de los demonios; conozco las Viejas Leyes. Vida por vida. Corrí hacia Jonathan. Era casi demasiado tarde. Por eso todo lo humano en él murió al instante, su corazón había cesado de latir, sus pulmones de hincharse. Las Viejas Leyes no bastaban. Intenté resucitarlo entonces. Pero hacía demasiado tiempo que se había ido. Lo único que pude hacer fue esto. Conservarlo a la espera de este momento.

Simon se preguntó por un instante qué sucedería si salía corriendo, si pasaba zumbando por el lado de aquella diablesa loca y se arrojaba al vacío. Como consecuencia de la Marca, ningún ser viviente podía hacerle daño, pero dudaba de que su poder se extendiera hasta el punto de protegerlo contra la caída. Pero era un vampiro. Si caía cuarenta pisos abajo y se rompía hasta el último hueso de su cuerpo, ¿conseguiría recuperarse? Tragó saliva y vio que Lilith lo miraba como si encontrase la situación muy graciosa.

—¿No quieres saber a qué momento me refiero? —dijo con su voz fría y seductora. Y antes de que Simon pudiera responder, se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en el ataúd—. Me imagino que conoces la historia de cómo los nefilim se convirtieron en lo que son. De cómo el ángel Raziel mezcló su sangre con la sangre de los hombres y se la dio a beber a un hombre, y de cómo ese hombre se convirtió de este modo en el primer nefilim.

—He oído hablar de ella.

—En efecto, el Ángel creó una nueva raza de criaturas. Y ahora, conJonathan, ha nacido de nuevo otra raza. Igual que el cazador de sombras Jonathan originó el primer nefilim, este Jonathan originará la nueva raza que pretendo crear.

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora