¿Está borracho?

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Simon escuchó a Clary subir por las escaleras detrás de él justo cuando la puerta se abrió. Raphael se quedó en el interior, cuidadosamente fuera de la luz que se derramaba a través de la puerta abierta. En las sombras, Simon solo podía ver la forma general de él: su cabello rizado, el destello blanco de sus dientes cuando les dio la bienvenida.

—Vampiro Diurno. Hija de Valentine.

Clary hizo un ruido exasperado.

—¿Jamás llamas a las personas por su nombre?

—Sólo a mis amigos —dijo Raphael.

—¿Tienes amigos? —Dijo Simon.

El vampiro lo miró.

—¿Asumo que estás aquí por sangre?

—Sí —dijo Clary.

Simon no dijo nada. Al oír la palabra ''sangre'' había empezado a sentirse un poco débil. Podía sentir la contracción en su estómago. Estaba empezando a morir de hambre.

Raphael le echó una mirada a Simon.

—Te ves hambriento. Tal vez deberías haber tomado mi sugerencia en la plaza la noche anterior.

Las cejas de Clary se elevaron, pero Simon solo frunció el ceño.

—Si quieres que hable con el Inquisidor por ti, vas a tener que darme sangre. De lo contrario me desplomaré a sus pies, o me lo comeré.

—Sospecho que eso terminaría mal con su hija. A pesar de que parecía nada contenta contigo anoche. —Raphael volvió a desaparecer en las sombras de la casa.

Clary miró a Simon.

—¿Lo tomo como que viste a Isabelle ayer?

—Tomas bien las cosas.

—¿Y no les fue bien?

Simon se salvó de responder por la reaparición de Raphael. Llevaba una botella de vidrio con un tapón lleno de líquido rojo. Simon lo tomó con avidez. El olor de la sangre llegó a través del cristal, ondulante y dulce. Simon tiró del tapón y se la tragó, sus colmillos chasqueando, a pesar del hecho de que no los necesitaba. Los vampiros no estaban destinados a beber de botellas. Sus dientes rasparon contra su piel mientras se limpiaba la boca con el dorso de la mano. Los ojos marrones de Raphael brillaban.

—Sentí mucho oír lo de tu amigo hombre lobo.

Simon se puso rígido. Clary puso una mano en su brazo.

—No lo dices enserio —dijo Simon—. Tú me odiabas por tener un Guardián del Praetor.

Raphael tarareó pensativo.

—Sin el guardián, sin la Marca de Caín. Todas tus protecciones te han sido despojadas. Debe ser extraño, Vampiro Diurno, saber que realmente puedes morir.

Simon lo miró fijamente.

—¿Por qué te esfuerzas tanto? —Dijo, y tomó otro trago de la botella. Tenía un sabor amargo en esta ocasión, un poco ácido—. ¿Quieres hacer que te odie? ¿O sólo es que me odias?

Hubo un largo silencio. Él se dio cuenta de que Raphael estaba descalzo, de pie justo en el borde de la luz solar donde yacía una franja a lo largo del suelo de madera. Otro paso hacia adelante, y la luz quemaría su piel. Simon tragó, saboreando la sangre en su boca, sintiéndose un poco inestable.

—Tú no me odias —se dio cuenta, mirando la cicatriz blanca en la base de la garganta de Raphael, donde algunas veces descansaba un crucifijo—. Estás celoso.

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora