No soy un héroe

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-Con el debido respeto, Patrick –dijo Nasreen con su leve acento –puede que no haya solución a este problema. Lo mejor que podemos esperar es un plan.

-Un  plan  que  no  implique  la  esclavitud  masiva o...  –comenzó  Jia,  la esposa  de  Patrick,  y  luego  se  interrumpió,  mordiéndose  el  labio.  Era  una mujer  bonita  y  esbelta  que  se  parecía  mucho  a  su  hija,  Aline.  Luke  se acordaba  de  cuando  Patrick  dejó  de  llevar  el  Instituto  de  Pekín  y  se  casó con  ella.  Había  suscitado  algunas  habladurías,  cuando  se  suponía  que  él tenía que casarse con una chica que sus padres ya habían elegido para él en Idris.  Pero  a  Patrick  nunca  le  había  gustado  hacer lo  que  le  decían,  una cualidad de la que Luke estaba ahora agradecido.

-¿O aliarse con los Subterraneos? –dijo Luke–. Me temo que no hay otra salida más que esa.

-Ese  no  es el  problema,  y  tú lo sabes  –dijo  Maryse–.  Es  todo  el asunto sobre los escaños en el Concilio. La Clave nunca estará de acuerdo con eso. Tú lo sabes. Cuatro escaños enteros...

-No  cuatro  –dijo  Luke–,  uno  por  cada  uno  del  Reino  de  las  Hadas,  los Hijos de la Luna y los Hijos de Lilith.

-Los  brujos,  los  duendes  y  los  licántropos  –dijo  el  Senhor  Monteverde con voz suave, sus cejas se arqueaban–. ¿Y qué pasa con los vampiros?

-No  me  han  prometido  nada  –admitió  Luke–.  Y  yo  tampoco  les  he prometido  nada  a  ellos.  Puede  que  no  estén  muy  deseosos  de  unirse  al Concilio;  ninguno  de  ellos  siente  demasiado  cariño por  los  de  mi  especie, ni  demasiado  cariño  por  las  reuniones  o  las  normas.  Pero  la  puerta  está abierta para ellos si llegaran a cambiar de opinión.

-Malachi y los suyos nunca estarán de acuerdo con eso, y puede que no tengamos  suficientes  votos  en  el  Concilio  sin  ellos  –murmuró  Patrick–. Además, sin los vampiros, ¿qué oportunidad tenemos?

-Una  muy  buena  –soltó  bruscamente  Amatis,  que parecía  creer  en  el plan de  Luke incluso  más  que él–.  Hay  muchos  Subterraneos  que lucharáncon nosotros, y de hecho son muy poderosos. Sólo los brujos...

Sacudiendo  la  cabeza  la  Senhora  Monteverde  ser  volvió  hacia  su marido.

-Este plan es disparatado. Nunca funcionará. Los Subterraneos no pueden ser de fiar.

-Funcionó durante el Levantamiento –dijo Luke.

La mujer portuguesa volvió a mirar con desprecio.

-Sólo  porque  Valentine  estaba  luchando  con  idiotas  por  ejército  –dijo ella–,  no  demonios.  ¿Y  cómo  sabemos  que  los  antiguos  miembros  de  su Círculo no regresarán con él en el momento en que los llame a su lado?

-Tenga cuidado con lo que dice, Senhora –retumbó Robert Lightwood. 

Era  la  primera  vez  que  hablaba  en  más  de  una  hora;  había  pasado  la mayor  parte de  la  tarde  exánime,  inmovilizado  por  la  pena.  Había  arrugas en  su  rostro  que  Luke  podría  haber  jurado  que  no  estaban  allí  hacía  tres días.  Su  tormento  era  claro  en  sus  hombros  tensos  y  sus  puños  apretados; Luke  apenas  podía  culparle.  Nunca  le  había  gustado mucho  Robert,  pero había algo en contemplar a un hombre tan grande sentirse impotente por la pena profunda, que era doloroso ser testigo de ello.

-Si  crees que  me  uniría  a  Valentine  después de la  muerte de  Max...  Él ha asesinado a mi hijo...

-Robert –murmuró Maryse. Ella puso la mano sobre su brazo.

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora