Jodete, Wayland

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La primera vez que Simon vio a Isabelle la había encontrado tan atractiva, tan llena de vida, vitalidad y energía, que pensó que finalmente había encontrado una chica que brillase con la luz suficiente para eclipsar la imagen de Clary, que siempre pareció estar impresa bajo sus párpados. Fue por la época en que ella le llevó a convertirse en una rata, en la fiesta en el loft de Magnus Bane, que se dio cuenta de que Isabelle ardía quizás con un poco de demasiada luz para un tipo corriente como él.

-No me duele.

-Pero a mí los ojos sí –dijo con calma una voz divertida desde la entrada. Jace. Él había llegado tan silenciosamente que ni siquiera Simon le había oído; cerrando la puerta detrás de él, sonrió burlonamente cuando Isabelle bajó la camisa de Simon–. ¿Abusando del vampiro mientras está demasiado débil para defenderse, Iz? –preguntó él–. Estoy bastante seguro de que viola al menos uno de los Acuerdos.

-Sólo estaba mostrándole dónde fue acuchillado –protestó Isabelle, pero se escabulló de vuelta a la silla con bastante precipitación–. ¿Qué está pasando abajo? –preguntó ella–. ¿Todavía está flipando todo el mundo?

La sonrisa abandonó el rostro de Jace.

-Maryse ha subido al Gard con Patrick –dijo él–. La Clave está en sesión y Malachi pensó que sería mejor si ella... lo explicaba...en persona.

Malachi. Patrick. Gard. Los nombres desconocidos daban vueltas en la cabeza de Simon.

-¿Explicaba el qué?

Isabelle y Jace intercambiaron una mirada.

-Explicarte a ti –dijo Jace finalmente–. Explicar por qué trajimos un vampiro con nosotros a Alicante, que está, por cierto, expresamente contra la Ley.

-¿A Alicante? ¿Estamos en Alicante?

Una ola de pánico rotundo arrastró a Simon, que rápidamente fue sustituida por un dolor que se disparó a través de su bisección. Se dobló sobre sí, respirando entrecortadamente.

-¡Simon! –Isabelle alargó la mano, alarma en sus ojos oscuros– ¿Estás bien?

-Vete, Isabelle –Simon, las manos cerradas en puños contra el estómago, levantó la vista a Jace, suplicante su voz–. Haz que se vaya.

Isabelle retrocedió, con una mirada herida en su cara.

-Bien. Me iré. No tienes que decírmelo dos veces. Ella salió indignada por su pie de la habitación, dando un portazo tras de ella.

Jace se volvió a Simon, sus ojos ámbar sin expresión.

-¿Qué está pasando? Creí que estabas curado.

Simon levantó una mano para rechazar al otro chico. Un gusto metálico ardió en el interior de su garganta.

-No es Isabelle –masculló él–. No me duele... Sólo tengo... hambre –sentía sus mejillas arder–. Perdí sangre, así que... Necesito reponerla.

-Por supuesto –dijo Jace en el tono de alguien que acaba de ser instruido sobre un interesante, si no particularmente necesario, hecho científico. El ligero interés dejó su expresión, para ser sustituido por algo que le pareció a Simon divertido desdén. Esto pulsó un acorde de ira dentro de él, y si no hubiera estado tan debilitado por el dolor, se habría lanzado fuera de la cama y sobre el otro chico con furia. Tal como estaba la cosa, todo lo que pudo hacer fue respirar entrecortadamente:

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora