Me parece que Alec y Magnus están peleados

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—Camille —dijo Magnus—. Hace mucho tiempo, ¿verdad?

Camille sonrió. Su piel parecía más blanca de lo que él recordaba y bajo su superficie empezaban a asomar oscuras venas en forma de telaraña. Su cabello seguía recordando a las hebras de plata y sus ojos continuaban tan verdes como los de un gato. Era bella, todavía. Mirándola, volvió a sentirse en Londres. Veía el alumbrado a gas de las calles, olía a humo, suciedad y caballos, el aroma acre de la niebla, las flores de los Kew Gardens. Veía a un chico de pelo negro y ojos azules como los de Alec. Una chica con largos rizos castaños y cara seria. En un mundo donde todo acababa desapareciendo, ella era una de las escasas constantes que seguían aún ahí.

Y luego estaba Camille.

—Te he echado de menos, Magnus —dijo ella.

—No, no es cierto. —Magnus se sentó en el suelo del Santuario. Percibió al instante la frialdad de la piedra traspasando su ropa. Se alegró de llevar encima la bufanda—. ¿Por qué precisamente yo? ¿Para perder tiempo?

—No. —Camille se inclinó hacia adelante, las cadenas traquetearon. Casi podía oírse el siseo allí donde el metal bendecido rozaba la piel de sus muñecas—. He oído hablar de ti, Magnus. He oído decir que últimamente estás bajo la protección de los cazadores de sombras. Y me habían dicho que te has ganado incluso el amor de uno de ellos. Ése chico con el que estabas hablando hace un momento, me imagino. La verdad es que tus gustos siempre fueron de lo más variados.

—Has escuchado rumores acerca de mí —dijo Magnus—. Pero te habría bastado con preguntarme directamente. Llevo años en Brooklyn, muy cerca de ti, y no he tenido noticias tuyas. No te vi jamás en ninguna de mis fiestas. Hemos estado separados por un muro de hielo, Camille.

—No fui yo quien lo construyó. —Abrió de par en par sus verdes ojos—.Sabes que siempre te he amado.

—Me abandonaste —dijo él—. Me convertiste en tu mascota y luego me abandonaste. Si el amor fuese comida, me habría muerto de hambre con los huesos que me lanzabas. —Hablaba sin emoción. Había pasado mucho tiempo.

—Teníamos toda la eternidad —replicó ella, protestando—. Sabías que acabaría volviendo a ti...

—Camille —dijo Magnus, cargándose de paciencia—. ¿Qué quieres?


El pecho de Camille ascendió, para descender bruscamente acto seguido. Al no tener necesidad alguna de respirar, Magnus comprendió que el gesto era básicamente con la intención de subrayar lo que iba a decir a continuación.

—Sé que los cazadores de sombras te escuchan —dijo—. Quiero que hables con ellos en mi nombre.

—Quieres que cierre un trato con ellos de tu parte —tradujo Magnus.

Ella se quedó mirándolo.

—Tu modo de expresión siempre fue lamentablemente moderno.

—Dicen que has matado a tres cazadores de sombras —dijo Magnus—. ¿Es eso cierto?

—Eran miembros del Círculo —respondió ella; su labio inferior temblaba—.En el pasado torturaron y mataron a muchos de los míos...

—¿Y lo hiciste por eso? ¿Por venganza? —Viendo que ella permanecía en silencio, Magnus dijo a continuación—: Sabes muy bien lo que hacen con los que matan a nefilim, Camille.

Camille tenía los ojos brillantes.

—Necesito que intercedas por mí, Magnus. Quiero la inmunidad. Quiero que la Clave me prometa por escrito que me perdonará la vida y me dejará en libertad a cambio de información

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora