Toma mis manos y mi fuerza

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Lo primero que notó Alec era que estaba congelándose. La segunda, que no podía respirar. Trató de inspirar y su cuerpo se convulsionó. Se sentó derecho, escupiendo agua sucia del río de sus pulmones, dando arcadas y tosiendo. Al fin pudo respirar, aún cuando sus pulmones parecían estar al rojo. Carraspeando, miró alrededor. Estaba sentado en una plataforma de metal corrugado... no, era la parte trasera de una camioneta. Una camioneta flotando en medio del río. Su cabello y su ropa chorreaban agua fría. Y Magnus Bane estaba sentado frente a él, vigilándolo con sus ojos ámbar de gato que brillaban en la oscuridad. Sus dientes comenzaron a castañear.

-¿Q.. qué pasó?

-Intentaste beberte el East River –dijo Mangus y Alec vio, por vez primera que la ropa de Magnus también estaba empapada, adherida a su cuerpo como una oscura segunda piel- Te saqué

La cabeza de Alec comenzó a palpitar. Llevó la mano a su cinturón para buscar su estela, no estaba. Trató de recordar... el barco, demonios; Isabelle cayendo y Jace atrapándola; sangre por todos lados, el demonio atacando...

-¡Isabelle! ¡Estaba en la escalera cuando me caí!

-Está bien. Llegó hasta uno de sus botes. La vi –Mangus estiró la mano y la puso en la cabeza de Alec

- Tú, por el otro lado, podrías tener una contusión

-Tengo que regresar a la batalla –Alec le quitó la mano- Eres un brujo. ¿No puedes, no sé, aparecerme en el barco o algo así? ¿Y sanar mi contusión mientras estás en eso?

Magnus, aún con la mano en el aire, se recargó en un lado de la caja de la camioneta. A la luz de las estrellas sus ojos parecían chispas de oro y verde, tan brillantes como joyas.

-Lo siento –dijo Alec, dándose cuenta de lo que acababa de decir, aún así quería hacerle entender a Magnus que volver al barco era lo más importante para él- Sé que no tienes que ayudarnos... tómalo como un favor...

-Basta. No te hago ningún favor, Alec. Hago estas cosas porque... bueno, ¿tú por qué crees?

Algo trepó por la garganta de Alec, impidiéndole responder. Siempre era así cuando estaba con Magnus. Había como una burbuja de dolor o arrepentimiento que vivía dentro de él y, cada vez que quería decir algo, cualquier cosa se le hacía insignificante o demasiado verídica, la burbuja se alzaba y detenía sus palabras.

-Tengo que regresar al barco –dijo al fin.

Magnus sonaba demasiado cansado, incluso para molestarse.

-Te ayudaría –dijo- Pero no puedo. Romper la protección del barco ya era demasiado (es un encantamiento muy fuerte, basado en algo satánico) pero cuando te caíste, tuve que poner una defensa rápida en la camioneta para que no se hundiera si me consumía. Y no falta mucho para que pase, Alec. Sólo es cuestión de tiempo. –se pasó una mano por la cara- No quiero que te ahogues –dijo- El encantamiento deberá bastar para que regreses la camioneta a tierra

-Yo... no me había dado cuenta

Alec miró a Magnus, que tenía trescientos años pero que siempre se veía como eterno, como si hubiera dejado de crecer cuando tenía diecinueve. Ahora largas líneas atravesaban su piel cerca de los ojos y la boca. Su cabello colgaba empapado y fláccido sobre su frente y la postura elegante que solía mantener en sus hombros le había cedido el paso a una de verdadero cansancio. Alec le extendió sus manos. Estaban pálidas con la luz de la luna, con gotas de agua y moteadas de docenas de cicatrices plateadas. Magnus las miró, y entonces a Alec de nuevo, verdaderamente confuso.

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora