Eso es porque tú no eres Ragnor Fell

207 13 0
                                    

-Simon –la voz era un susurro siseante–. Simon, levántate.

Simon  ya  estaba  de  pie  –a  veces  lo  rápido  que podía  moverse  ahora  le sorprendía incluso a él– y se giró alrededor en la oscuridad de la celda.

-¿Samuel? –susurró él mirando en las sombras–. Samuel, ¿eres tú?

-Date la vuelta, Simon –ahora la voz, ligeramente familiar, sostenía una nota de irritabilidad–. Y ven a la ventana.

Simon supo inmediatamente quién era y miró a través de la ventana con barrotes  para  ver  a  Jace  arrodillado  sobre  la  hierba  en  el  exterior  con  una piedra de luz mágica en su mano. Él estaba mirando a Simon con un tenso ceño fruncido.

-¿Qué, creías que estabas teniendo una pesadilla?

-Quizás  todavía  lo  creo  –había  un  zumbido  en  los  oídos  de  Simon,  si hubiera  tenido  pulso  habría  pensado  que  era  la  sangre  corriendo  por  sus venas,  pero  era  otra  cosa,  algo  menos  corporal  pero  más  próximo  que  la sangre.  La luz  mágica  lanzaba  el  estampado salvaje de un dibujo  de  luz  y sombra sobre la pálida cara de Jace.

-Así  que  es  aquí  donde  te  han  metido.  No  pensaba  que  aún  utilizaran estas   celdas   –él   echaba   un   vistazo   de   reojo–.   Llamé   a   la   ventana equivocada la primera vez. Le di a tu amigo de la celda de al lado algo de susto.  Atractivo  compañero,  con  la  barba  y  los  harapos.  Del  tipo  que  me recuerda a la gente de la calle de vuelta a casa.      Y  Simon  se  dio  cuenta  de  lo  que  era  el  sonido zumbante  en  sus  oídos. Rabia. En algún rincón lejano de su cabeza era consciente de que sus labios estaban retraídos y las puntas de sus colmillos rasgaban su labio inferior.

-Me alegra que pienses que todo esto es gracioso.

-¿No  estás  feliz  de  verme  entonces?  –dijo  Jace–.  Tengo  que  decir  que estoy  sorprendido.  Siempre  me  han  dicho  que  mi  presencia  iluminaba cualquier  habitación.  Quién  pensaría  que  entraría  doblemente  en  frías  y húmedas celdas subterráneas.

-Sabías lo que pasaría, ¿no? "Ellos te enviarán directo de vuelta a Nueva York",  dijiste.  No  hay  problema.  Pero  ellos  nunca  tuvieron  ninguna intención de hacer eso.

-Yo  no  lo  sabía  –Jace  se  encontró  con  los  ojos  de  él  a  través  de  los barrotes,  y  su  mirada  era  clara  y  firme–.  Sé  que  no  me  creerás,  pero  yo pensaba que te estaba diciendo la verdad.

-¿Eres mentiroso o estúpido...?

-Entonces, soy estúpido.      -...o ambas cosas –finalizó Simon–. Yo me inclino a pensar que ambas.      -No  tengo  ninguna  razón  para  mentirte.  No  ahora  –la  mirada  de  Jace continuaba  firme–.  Y  deja  de  mostrarme  los  colmillos.  Me  está  poniendo nervioso.

-Bien  –dijo  Simon–.  Si  quieres  saber  el  por  qué,  es  porque  hueles  a sangre.

-Es   mi   colonia.   Eau   de   Herida   Reciente   –Jace   levantó   su   mano izquierda.  Era  un  guante  de  vendas  blancas,  manchadas  por  los  nudillos, por donde la sangre se había filtrado.

Simon frunció el ceño.

-Pensé que los de tu clase no os heríais. No de una herida que durase.

-Atravesé  con  ella  una  ventana  –dijo  Jace–,  y Alec  está  haciéndome curar  como  un  mundano  para  enseñarme  una  lección.  Mira, te  he dicho la verdad. ¿Impresionado?

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora