¿Me estás diciendo que harías lo mismo por mí?

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Eran casi las once cuando Alec llegó a la puerta del apartamento de Magnus en Greenpoint. Isabellelo había persuadidopara que fueran a cenar a Taki's con Clary y Simon, y, aunque había protestado, estaba contento por haber ido. Necesitaba unas horas para esclarecer sus emociones después de lo que había pasado en la Corte Seelie. No quería que Magnus viera cuánto lo había trastornado el glamour de la Reina.

Ya no tenía que tocar el timbre para llamar a Magnus que estaba arriba: tenía una llave, un hecho del que estaba oscuramente orgulloso. Abrió la puerta y se dirigió arriba, pasando al vecino del primer piso de Magnus.

Aunque Alec nunca había visto ocupantes en el departamento del primer piso, parecían estar comprometidos en un tempestuoso romance. Una vez había habido un montón de pertenencias desparramadas por todo el suelo con una nota unida a la solapa de una chaqueta con la dirección: "Al embustero mentiroso que miente".

Ahora, había un ramo de flores apoyado contra la puerta con una tarjeta metida entre los brotes que decía LO SIENTO.

Eso era lo que tenía Nueva York: siempre sabías más de lo que querías sobre los asuntos de tus vecinos.

La puerta de Magnus estaba ligeramente abierta, y la música flotaba en el pasillo. Hoy era Chaikovski.

Alec sintió que sus hombros se relajaban mientras cerraba la puerta tras él. Nunca estaba seguro de cómo iba a lucir el lugar: hoy era minimalista, con sofás blancos, mesas rojas amontonadas, y escuetas fotografías en blanco y negro de París en las paredes; pero se había comenzado a sentir cada vez más familiar, como un hogar.

Olía a las cosas que asociaba con Magnus: tinta, colonia, té Lapsang Souchong, el olor a azúcar quemada de la magia. Recogió a Presidente Miau, que estaba dormitando en una ventana, y se encaminó al estudio.

Magnus alzó la mirada cuando entró Alec. Estaba usando lo que para Magnus era un conjunto sobrio: jeans y una camiseta negra con ribetes alrededor del cuello y los puños. Su cabello negro no estaba de punta, estaba despeinado y enredado como si se hubiera pasado las manos por éste con enfado, repetidas veces, y sus ojos de gato tenían los párpados pesados por el cansancio. Dejó caer su lápiz cuando Alec apareció, y sonrió.

―Le gustas al Presidente.

―Le agradan todos los que le rascan detrás de las orejas ―dijo Alec, moviendo al gato que dormitaba para que su ronroneo pareciera retumbar a través de su pecho.

Magnus se inclinó hacia atrás en su silla; los músculos de sus brazos se flexionaron mientras bostezaba. La mesa estaba sembrada de papeles cubiertos de escritura apretada y dibujos; el mismo patrón una y otra vez, variaciones de un diseño que estaba salpicado a través del suelo de la azotea de la cual había desaparecido Jace.

―¿Cómo estaba la Reina Seelie?

―Igual que siempre.

―¿Una perra rabiosa?

―Más o menos. ―Alec le dio a Magnus la versión condensada de lo que había pasado en la corte de las hadas. Era bueno en eso, en acortar las cosas, sin desperdiciar una palabra.

Nunca había entendido a las personas que hablaban sin cesar, o incluso el amor de Jace por los juegos de palabras muy complicados.

―Estoy preocupado por Clary ―comentó Magnus―. Me preocupa que se esté metiendo demasiado en su cabecita pelirroja.

Amor diferente (Malec) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora