Capítulo 67: Caída.

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Capítulo 67 Parte tres:

Siempre hay que estar consciente de que nosotros vivimos para morir, la muerte es inevitable, algunas veces llega de manera abrupta, de manera dolorosa, no puedes creerlo del todo, el aire se va, tus manos se tornan heladas por el miedo, tu corazón se detiene y niegas constantemente. No puedo decir cuántas veces me sentí de ese modo, pero lo hice, lo hago.

—No puedo soportarlo, no puedes dejarme— sollozaba, el llanto podía escucharse entre el silencioso y oscuro lugar del bosque. Estaba apoyada en su pecho, sosteniéndolo de su uniforme renegando, dolida y enojada.

"Quatuor elementis"

Fueron las suplicas que abandonaron mis labios, porque había la esperanza de que ellos me escucharan, me obedecieran y ayudaran al chico de enfrente.

—Sé que pueden escucharme, sé que podrán hacerlo, por favor no me abandonen— el viento helado nos envolvió —Sit Languore Curatus vulneribus

"Heridas curadas"

Lloré durante mucho tiempo, no me atrevía siquiera a levantar la mirada, no quería ver su rostro, su cuerpo se había quedado quieto desde hace rato, sus labios se habían sellado, pero la esperanza es lo último que puede perderse.

—Eres lo peor, Mason— apreté mis puños, su uniforme se arrugó al hacerlo— ¿c-cómo quieres que le diga a Isabel? —Sollocé —eres egoísta, e-eres... eres todo. No debiste aparecerte en las manadas, si te ibas a ir no debiste venir— le reclamé inconscientemente, el dolor parecía consumirme — ¡No debiste de hacerlo!

Te conocí desde niños, me llamaste "princesa" eras un niño inocente, pero te culpaste sin temor, te entrenaron como un soldado para la guerra, conociste al amor de tu vida, pero también lo perdiste, solo espero que vivas bien.

El dolor puede envolverte como un viejo amigo, la agonía y el sentimiento, el elemento Viento. 

— No creí que pensaras de mi de ese modo—me quedé quieta, con lentitud levanté mi cabeza, sus características sonrisas ladeadas apareció débilmente en su rostro — ¿por qué no puedes si quiera dejarme morir? Eres bastante ruidosa y llorona, no pod...

Lo abracé con fuerza y por supuesto lloré en su hombro, después sentí sus brazos rodearme.

—Ya, ya, estoy bien— de pronto el miedo y dolor se convirtió en enojo, golpeé débilmente su mejilla y pecho — ¿así es como me recibes después de regresar de la muerte? —masajeó su pómulo.

— ¡Me asustaste! —Limpié mis mejillas y me separé por completo de él poniéndome de pie — ¿Sabes lo terrible que me sentí? — Caí al suelo, mis piernas no estaban preparadas para sostenerme —y-ya no te movías, no me decías n-nada— decía entrecortadamente y mis manos cubrieron mi rostro — te despediste de mí, tu...

— Lo siento tanto— fue lo que dijo para cubrirme con sus brazos y poner su mano en mi cabeza acercándome a su hombro —no quise asustarte.

— ¿Lo sientes? — Intenté alejarme, pero él me sostuvo con fuerza —tenía miedo de perderte, pero estabas bien y no dijiste nada— mis acciones no concordaban con mis palabras, porque volver a abrazarlo y escuchar los débiles latidos de su corazón me confortaban.

—Deberías de saber bien lo que hiciste.

— ¿Qué? — dije con un hilo de voz.

—Me curaste con los elementos, debiste saberlo.

—N-no lo hice— me alejé un poco y lo miré —no tengo los elementos.

Mason se quedó pensativo y en silencio durante un tiempo, sus brazos no dejaron de envolverme, hasta que por fin habló.

Mi Luna AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora