Capítulo 12
El sentir el líquido helado me hace dar un respingo, desorientada por unos segundos, hasta que, el mismo chico se encontraba a unos centímetros de mi cara, con esa misma sonrisa que no lo había abandonado.
— ¡Vaya! Creí que jamás despertarías— se alejó, el silencio se formó y mi mente maquinaba todo tipo de soluciones que me sacaran de ese lío.
Sin embargo, volví mi mirada al frente cuando mi búsqueda fue frustrada, en cambio observé a detalle la apariencia del chico, era joven y en su cuerpo se podía ver la fortaleza de ser entrenado, incluso si lo hubiese visto en otra parte podía pasar desapercibido de no ser por la profundidad de aquellos ojos negros que irradiaban peligrosidad y misterio y por supuesto, la sonrisa que pronto se opacó.
Acercó su mano a mi rostro, con miedo giré mi cara antes de que siquiera pudiese sentir un roce, su mano se quedó estática, con los dedos extendidos hacia mí, pero no es capaz de volverme a tocar, alejó su mano despacio y con él, todo su cuerpo, su rostro por un momento se encontró confundido, como si su mano se hubiera movido antes de pensarlo. Le pregunté en su momento de confusión.
— ¿Qué es lo que quieres? — le dije entre dientes, él solo carraspeó un poco.
— No vengo hacerles daño ni a los sirvientes, ni a los pequeños que tienes en tu cuarto, no son mi objetivo, pero no puedo decir lo mismo de nuestros Alfas— sus palabras llenas de pesadez y comprendo todo, los ataques hacia la manada Viento.
— Era una trampa ¿cierto? — su momento de vulnerabilidad se apagó, tan pronto como quisiera el chico volvió a sonreírme— Su único objetivo siempre fue la manda Fuego e hicieron una distracción para poder entrar aquí— el temor fue infiltrado en mis ojos porque su sonrisa creció tanto como si fuese posible.
— Eres más inteligente de lo que esperaba— aplaude con lentitud.
— ¿Por qué lo haces? —pregunte con suavidad, porque había algo, algo extraño en el chico apuesto frente a mí.
— ¿Por qué lo hago? — pasó su dedo índice debajo de su nariz—Debes saber qué somos los solitarios, ahí tienes tu respuesta.
—Los solitarios son expulsados de las manadas, pero tú no pareces ser un solitario como los demás, eres más...—
— Cállate — me corta todo lo que quería decir.
— No hagas nada de lo que puedas arrepentirte, sé que no quieres esto.
— ¿Ahora te crees alguien que lee mentes o algo así? —Su dedo índice golpeó mi frente —Solo guarda silencio, ni los niños ni tú saldrán heridos—
Eso fue lo que dijo, pero ningún solitario vendría y dijera que no lastimaría a nadie que no fuera a los Alfas. Los demás llegarían atacando a todos y todo, él no lo hizo.
Eso creí.
— Rápido levántate — me tendió una mano y aunque me sentía mareada ignoré su ayuda y logré ponerme de pie y avanzar, sus palabras me detuvieron —el golpe que recibiste debió dejarte inconsciente por lo menos media hora y no podrías ponerte de pie sin ayuda. No eres ayudante de la manada ¿verdad?
—No sé de qué hablas.
—Sabes que vengo por los Alfas ¿qué eres tú?
—S-soy ayudante de la manada.
—No te creo.
El miedo puede hacerte cometer muchos errores e imprudencias, el mío fue intentar escapar del chico a mis espaldas al escucharlo, el tono de enojo era evidente así que no me importó nada más que intentar escapar.
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Mi Luna Azul
WerewolfEl Renacer de Illazki. "El pelaje negro resurgirá entre las cenizas ciñéndose en el delicado cuerpo de una mujer, sus ojos rojos por la furia, grises por el dolor, azules por la felicidad y cafés por la tranquilidad. Los cuatro elementos a su m...